El Albaicín, espacio de desencuentros
Granada nuestra
En los años 60 los rincones del barrio eran ajenos a los grandes cambios urbanísticos que afectarían después a todo la zona declarada Patrimonio de la Humanidad.
HOY hemos rescatado del archivo personal de Pepe Romero una imagen que recoge una escena cotidiana en la popular Plaza de San Bartolomé, en el Albaicín. La escena es tan curiosa como imposible de repetir la instantánea en nuestros días.
La plaza se convertía en un improvisado lavadero donde los pequeños colaboraban en las tareas domésticas. Una hilera de sillas se convertía en un improvisado tendedero para las prendas de menor tamaño mientras que unos amplios escalones hacen su servicio como secadero en el que se tienden las sábanas e incluso la cristalería, de la que se están ocupando los tres niños que hay en torno a un barreño de zinc.
Dos niñas se dirigen a la señora que se encuentra en plena faena en el barreño, quizás para preguntarle si necesita alguna ayuda, mientras que otra chiquilla parece haberse levantado de una pequeña silla de forma bastante rápida. Otra señora parece estar tensando una cuerda en la que tender la ropa.
Todos los personajes colaboran en las labores domésticas. La escena se completa con dos personajes en segundo plano, una señora que camina desde el callejón hacia la plaza y un perro. A finales de los años sesenta, la armonía residía en estos rincones que aún eran ajenos a los grandes cambios urbanísticos que afectarán no sólo a la Plaza de San Bartolomé sino a todo el barrio.
El Albaicín fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1994. Hoy, ese título parece no importarle a las instituciones cuando agreden una y otra vez contra este barrio que conforma un importante espacio cultural y turístico dentro de nuestra ciudad.
Hace unos meses hablábamos de los desencuentros entre el Ayuntamiento y la directora de la Alhambra, María del Mar Villafranca, ante la propuesta del consistorio municipal de subir el precio de la entrada al monumento en dos euros y destinar tal incremento a la conservación del Albaicín. Por su parte, los vecinos del Albaicín están cansados de que no se produzca un acuerdo entre ambas partes en cuestiones como un plan para la conservación del barrio.
El Ayuntamiento alega que la Junta de Andalucía lleva cinco años sin dar el visto bueno al nuevo Plan Especial de Protección y Reforma Interior (Pepri) del Albaicín-Sacromonte. Esto ha llevado al consabido, y permítanme llamarlo aburrido, cruce de acusaciones entre la oposición y el equipo de gobierno.
Por su parte, el portavoz del grupo municipal socialista en el Ayuntamiento, Francisco Cuenca, advierte que está en juego la declaración de la Unesco del Albaicín como Patrimonio de la Humanidad, mientras que el alcalde, José Torres Hurtado, tacha de irresponsables tales declaraciones y alega que la ciudad lleva muchos años esperando a que la Junta diga lo que quiere hacer con el Albaicín.
Todo un cruce de acusaciones y despropósitos que no conducen a ningún lado. La pelota va pasando de unos a otros. Parece que nadie abre los ojos y pasea por un barrio en el que asoman casas en lamentable estado, iglesias y conventos en un estado de conservación que, en algunos casos, deja mucho que desear y unas murallas con un aspecto ruinoso. No se merece Granada esta dejadez, por parte de quien corresponda.
Ante esta situación, es indiferente de quién sea una u otra competencia. Lo importante aquí es el barrio, sus vecinos y su patrimonio como recurso turístico. Una decisión consensuada, dirigida hacia la intervención y conservación de forma urgente, devolvería al barrio algo de aquella armonía en la que todos, en la medida de sus posibilidades, colaboraban en las faenas cotidianas.
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