Elena/o de Céspedes, la alhameña primera cirujana del mundo
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Una mulata 'transexual' granadina del siglo XVI fue la primera licenciada en cirugía La CIAG de Alhama organizó con éxito el Día de la Mujer una ruta sobre el ambiguo personaje
Nacida mujer y esclava, se sentía hombre en una sociedad tremendamente represiva, y fue capaz de sobrevivir e incluso triunfar ejerciendo oficios que en aquella época eran exclusivos del varón, como es el caso de los dos que desempeñó durante más tiempo: sastre y cirujano. Llegó a desafiar a los tribunales civiles y a la Inquisición, ante los que desarrolló su autodefensa basada en su supuesto caso de hermafroditismo. Ella o él era Elena/o de Céspedes, nacida hacia 1546 en Alhama de Granada fruto de la relación de un caballero con su esclava negra. Contrajo matrimonio con un albañil de Jaén a la edad de 16 años y tuvo un hijo que luego abandonaría en Sevilla. Se desplazó a Granada, donde sirvió al clérigo de San Miguel, y aprendió el oficio de tejedora. Fue encarcelada en Jerez de la Frontera por discutir con un rufián. Vestida de hombre, se alistó como soldado en la Guerra de las Alpujarras. A su llegada a Madrid en 1576 trabajó con un cirujano del que aprendió el oficio y llegó a convertirse en la primera mujer titulada de la historia de la Medicina. Se casó con María del Caño, con la que vivió durante un año en la localidad toledana de Yepes. Fue denunciada por haberse casado con otra mujer y de bigamia, por lo que sufrió un proceso civil y posteriormente por el Santo Oficio de Toledo «por desprecio al matrimonio y tener pacto con el demonio». Tras un largo proceso, fue condenada a 200 azotes y a trabajar durante diez años, sin sueldo, en una enfermería. Su popularidad fue tan grande que tuvo que ser trasladada a otros centros hospitalarios.
La documentación de los fondos inquisitoriales del Archivo Histórico Nacional sobre este ambiguo personaje permite conocer el llamado Discurso de vida, desde su nacimiento en Alhama, en casa de Benito de Medina, donde servía su madre, hasta la celebración del juicio civil y del proceso inquisitorial, ambos en 1587. Parece ser que Elena era mulata, ya que su madre era de origen moro y que vivió hasta los ocho años en casa de su padre.
Elena tomaría el nombre de la esposa de su padre, Elena de Céspedes a la que sirvió durante un tiempo y con la que parece ser que mantuvo una estrecha y cordial relación. Tenía 16 años cuando fue casada con un albañil de Jaén, Cristóbal de Lombardo, quien la abandonó a los pocos meses, no sin antes dejarla embarazada de un niño, llamado también Cristóbal y al que dejaría en manos de un panadero de Sevilla y del que no volvería a saber de él.
Sola, sin marido, sin padres, Elena marchó a vivir a Granada donde se ganó la vida como tejedora, oficio que había aprendido durante su infancia. Elena era un espíritu inquieto que no podía permanecer más de seis meses en un mismo lugar. Así, Granada, Sanlúcar o Arcos fueron algunos de sus destinos.
Fue en este ir y venir que dejó de trabajar como tejedora para empezar a ejercer de labrador y pastor. Es entonces cuando inicia su vida como hombre, haciéndose llamar solamente Céspedes. Las revueltas de los moriscos en Granada la llevó a alistarse en la Compañía de don Luis Ponce de León y marchar a la guerra como soldado. Terminada la guerra, en 1570, Céspedes volvió a ejercer como sastre en varios lugares de la geografía española hasta que terminó instalándose en Madrid. Corría el año 1575 y Céspedes tenía unos 30 años de edad. En Madrid conoció a un cirujano con el que entabló amistad y le empezó a enseñar el arte de coser y curar enfermos. Empezó a trabajar en un hospital de la Corte hasta que su fama llegó a oídos del rey Felipe II.
Su buena reputación fue la envidia de otros cirujanos que pronto la acusaron de intrusismo a pesar de haber trabajado durante 8 largos años como tal. Elena no se amedrentó ante la amenaza de ser expulsada de su oficio. Marchó a Cuenca y consiguió la licencia de cirujano del Protomedicato, tras la denuncia de intrusismo presentada en El Escorial. Su amplia experiencia profesional y los certificados pertinentes de su maestro le valieron para conseguir de una tacada los títulos de cirujano y la licencia «para poder sangrar y purgar». A pesar de que en aquel tiempo ejercía como hombre, en las actas del Santo Oficio que posteriormente la acusaría consta como cirujana y no como cirujano. Se convertía así en la primera mujer en conseguir esa licencia oficial en España. Hombre o mujer, lo que es más sorprendente es que Céspedes tuviera en su haber libros de cirugía, tuviera conocimientos del latín y aprobara con relativa celeridad aquellos exámenes cuando no había recibido educación formal en su vida.
Elena/o de Céspedes, que vivía entonces como hombre, conoció a una mujer, María del Caño, de la que se enamoró y se casó. Lo sorprendente del caso es que nadie se escandalizó de que se casara con otra mujer sino que una tercera dama, Isabel Ortiz, impidió el enlace arguyendo que Elena/o ya se había comprometido anteriormente con ella. Finalmente Elena/o se pudo casar con María, con la que vivió unos años de feliz matrimonio.
A pesar de que durante mucho tiempo, las personas que le conocían aceptaron que Céspedes era hombre y mujer a la vez, el hecho de que se casara con otra mujer no fue visto con buenos ojos por algunos. Así, Elena/o cayó en manos del Santo Oficio. Al final de un duro proceso, Elena/o solamente fue condenado a 200 azotes, de los cuales no se tiene constancia que fueran efectuados y a servir durante 20 años en centros hospitalarios.
Lo curioso del caso de Elena/o de Céspedes es que vivió durante prácticamente toda su vida como un ser indeterminado. Parece ser que nació con atributos tanto de hombre como de mujer siendo este último el sexo con el que sus padres decidieron criarla. Pasado el tiempo ella decidiría vivir como hombre, algo que algunos médicos dictaminaron que así era. Hasta que se quiso casar por la Iglesia y le llovieron los problemas. No está claro qué fue en verdad Elena/o, si hermafrodita, homosexual, travestido o simplemente un hombre atrapado en un cuerpo de mujer. Los inquisidores, a este respecto, concluyeron que la encausada era simplemente una invertida que seduce y engaña a otras mujeres para yacer con ellas como un hombre.
El hecho es que mediante burdos métodos -cirugía y productos cáusticos- llega a engañar incluso a prestigiosos médicos de la época, entre ellos a Francisco Díaz, célebre cirujano de Felipe II, quien en su primer informe de 1586 certifica que era hombre y «tenía su miembro genital bastante y perfecto con sus testículos, como cualquier hombre, y que junto al ano tenía una manera de arrugación que no parecía natura». Sin embargo, cuando los contraexpertos del Santo Oficio -médicos, cirujanos y matronas-indican que «le vieron sus tetas y le metieron una candelilla por su natura», el cirujano tuvo que retractarse y justificó que su error «debió ser por una ilusión del demonio por las malas artes y embustes de la malaventurada mujer».
A este respecto, el doctor Maganto señala que, aunque es posible que su nombradía tras el juicio quedara muy mermada, cuatro siglos después hay que reconocer en su disculpa que quizás Francisco Díaz tuviera en parte razón pues «en realidad Elena/o de Céspedes era un transexual masculino, o sea una mujer que mentalmente tiene la convicción de pertenecer al sexo contrario y se ve atrapada en un cuerpo femenino.
El periodista alhameño Antonio Arenas recogió la relación que el historiador Andrés García Maldonado señala entre el personaje de Elena de Céspedes y Miguel de Cervantes. El especialista indica que es muy posible que la enorme popularidad de Elena de Céspedes llegase a oídos del autor del Quijote, quien en 1594, con motivo de su nombramiento como cobrador de impuestos atrasados en el Reino de Granada, visitó a los morosos que residían en Vélez Málaga, tercios de Alhama y Loja. En el capítulo octavo del segundo libro de Los trabajos de Persiles y Segismunda, historia septentrional (1617) aparece una hechicera de origen alhameño que se presenta de la siguiente forma: «Mi nombre es Cenotia, soy natural de España, nacida y criada en Alhama, ciudad del reino de Granada; conocida por mi nombre en todos los de España, y aun entre otros muchos, porque mi habilidad no consiente que mi nombre se encubra, haciéndome conocida mis obras. Salí de mi patria, habrá cuatro años, huyendo de la vigilancia que tienen los mastines veladores que en aquel reino tienen del católico rebaño. Mi estirpe es agarena; mis ejercicios, los de Zoroastes, y en ellos soy única».
Con ocasión del Día internacional de la mujer trabajadora, el CIAG organizó el pasado 8 de marzo una visita guiada por las calles de Alhama, aquellas en las que se desenvolvió la infancia y primera juventud de Elena Céspedes. La ruta se inicia con la audición del texto que sobre esta mujer transexual escribió Cervantes y prosigue, a lo largo de poco menos de una hora, recorriendo lugares emblemáticos de la localidad, como la Iglesia de la Encarnación, la Calle Llana, en la cual sus portadas blasonadas delatan un pasado de casas señoriales y solariegas en las que los esclavos ocupaban el sótano, casi como animales, la calle Las Peñas, donde se cree que pudo nacer, o el Hospital de la Reina, para recordar que Céspedes ejerció una parte importante de su vida como médico cirujano y hombre por voluntad y decisión propia. Y esta decisión fue la que le llevó a tener problemas con la inquisición, momento en el cual , junto a al antiguo edificio de la Cárcel, en la actualidad sede del CIAG termina el recorrido por la vida de este/a alhameño/a, que tuvo que escapar de Alhama en busca de nuevos horizontes en los que procurarse no sólo el sustento sino, sobre todo, la posibilidad de vivir en consonancia con lo que los instintos piden, aunque para ello haya que hacer caso omiso del cuerpo. Existe una novela contemporánea basada en la vida de este personaje. Su autor es Agustín Sánchez Vidal y el título es Esclava de nadie.
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