Un embarazo que se gesta en el corazón

Cinco madres adoptivas narran en un libro la experiencia desde dentro Se han convertido en padres terapéuticos capaces de cicatrizar las heridas emocionales de sus hijos

Un embarazo que se gesta en el corazón
Un embarazo que se gesta en el corazón
Ana González Vera Granada

08 de noviembre 2015 - 01:00

Loreto llevaba años leyendo cómo era un proceso de adopción. Los libros de los más sesudos expertos habían forjado en su mente un marco idílico y edulcorado en el que solo faltaba la música de violines que sonaba justo en el momento en el que los encantadores padres conseguían encontrarse por primera vez con su hijo adoptivo. La imagen no tardó en cuartearse cuando la pequeña Irene, de apenas 9 meses, vio por primera vez a Loreto y Antonio. Cerró con fuerza sus pequeños puños sobre el brazo de la cuidadora y volvió la cara deseando que aquellos señores desaparecieran cuanto antes de su vista. A Loreto le hubiera gustado que por aquel entonces, año 2003, alguien le hubiera contado que era una reacción absolutamente normal, que existe la depresión post-adopción y que llorar por las noches pensando que eres una mala madre, son reacciones absolutamente naturales.

Este deseo de compartir su experiencia con otros padres, pero también con parientes, amigos, profesores y psicólogos, animó a María Martín, hace ahora un año, a embarcarse en un proyecto editorial que llevaría por nombre Mariposas en el corazón. La adopción desde dentro. Sus cuatro años como presidenta de AFAM (asociación de familias adoptivas multiétnicas) le ayudaron a encontrar otros cuatro perfiles de familia de lo más dispares con los que engrandecer su proyecto. Loreto, Mercedes, Pilar e Inma decidieron abrir su corazón y contar la realidad de la adopción para que quien adopte, lo haga sabiendo. El libro va ya por su segunda edición y las cinco madres ya tienen 'bolos' por toda Andalucía para contar su historia.

Los últimos datos del Observatorio de la Infancia de Andalucía dicen que en 2013 se constituyeron en Andalucía 186 adopciones. Sevilla con 29 y Granada con 26 son las provincias donde se registran mayor número de propuestas de adopción nacional mientras que las provincias con mayor número de adopciones constituidas son Cádiz con 47, Almería con 26 y Granada con 24. Si hablamos de adopción internacional se tramitaron 101 expedientes y se adoptaron 176 niños. En Granada se tramitaron 12 expedientes y se constituyeron 21 adopciones.

Dado que los tiempos de espera para llevar a buen puerto una adopción nacional son interminables, cada vez más familias optan por la adopción internacional, aunque este proceso tampoco está exento de complicaciones.

María Martín, madre de dos hermanos de 8 y 10 años nacidos en la Siberia Oriental cree que los padres adoptivos son padres terapéuticos, personas que tienen que curar cicatrices a veces muy profundas que han quebrado la infancia de los niños. Muchos sufren traumas que afectan a su desarrollo, fruto de no haber encontrado unos ojos donde poner los suyos en los primeros meses de vida. Y es que para retirar la custodia a unos padres biológicos es necesario que haya habido unas circunstancias muy complicadas de por medio. Por eso, para normalizar su día a día no basta solo con querer, es necesario que los padres desarrollen una serie de estrategias que les ayuden a curar esos daños. "Te dicen mamá y papá pero para ellos esas palabras no significan nada, hay que ir creando el vínculo afectivo poco a poco", dice María.

Mari Ángeles Prieto, directora de la recién creada Escuela de Padres Adoptivos de la Consejería de Salud, cree que es vital que los padres tengan en cuenta tres palabras. La empatía: deben entender que el niño no quiera darles un beso. La seguridad: "hay que hacerle entender que somos su mamá y vamos a estar siempre a su lado. Ya no van a estar nunca solos, ahora tienen una mamá poderosa que va a satisfacer todas sus necesidades. Y la tercera: para siempre. "Independientemente de que rompan un juguete o nos digan que no somos su mamá, tienen que saber que siempre vamos a estar ahí".

Después de cursar un máster en paciencia (tardó más de diez años en traer a su pequeña a casa) Pilar González notó que algo de ella no le terminaba de gustar a Biyi. Un día la acarició y le dijo "mamá no me gusta tu mano". Tiempo después comprendió que en China, por cuestiones culturales hay un respeto absoluto al cuerpo del otro. Cuando se saludan no hay contacto físico, todo lo contrario de lo que ocurre en Andalucía que nos abrazamos y besamos efusivamente. "No me gusta", contestaba la niña con un gesto parecido al asco haciendo como si se quitara el beso de la mejilla. Quien peor lo llevaba era la madre de Pilar cuando veía que en vez de besos, la niña le hacía una reverencia juntando las manos en señal de respeto. Pilar, que acudió al proceso de adopción como familia monoparental, tomó la decisión, aprender chino para, mientras ella aprendía español "encontrarnos a mitad de camino".

Uno de los obstáculos que más preocupa a los padres adoptivos es la rigidez del sistema educativo. Una vez que los niños ponen los pies en España tienen que estar obligatoriamente escolarizados y en el curso que toca a su edad. "La escuela llega a convertirse en la principal fuente de estrés para los niños. Cuando mi hija llegó tenía que entrar a primero de Primaria con niños que ya sabían leer y escribir. Cuando todos los niños estaban jugando ella tenía que estar aprendiendo las vocales en vez de descubrir qué es tener una cama propia y dormir rodeada de peluches", apunta María. Una opinión que apoya Pilar, maestra desde hace 23 años en la zona Norte de la capital. "En los colegios tiene que haber espacios para conocernos. Entramos directos al currículum y olvidamos que éste se puede aprender en cualquier ordenador; la educación va más allá". relata.

La historia de Inmaculada Morales es uno de esos relatos inexplicables que demuestra la necesidad de reformar el sistema de adopción. Después de siete años de convivencia, cuidado y amor su hija, a efectos jurídicos todavía tienen ningún vínculo. No lleva sus apellidos y sus padres adoptivos ni siquiera son sus cuidadores legales. "Hay tanto trecho entre los vínculos que establece el corazón y la frialdad de la burocracia, que ambas realidades, discurriendo en paralelo, parece que jamás lleguen a encontrarse", explica esta luchadora incansable de ojos azules que irradia dulzura.

La hija de Inma nació a los seis meses de gestación en un ambiente de desamparo total. El bebé precisaba de cuidados especiales debido a su parálisis cerebral, así que Inma lleva siete años volcada con la pequeña. En las adopciones nacionales, tras pasar por un primer acogimiento preadoptivo el juez decide si se pasa a la adopción definitiva, algo que no ha llegado a ocurrir. La madre biológica recurrió una sentencia que desestimaba sus pretensiones de dejar sin efecto el desamparo dada la situación de riesgo en la que la menor se encontraría en caso de estar bajo su cuidado. Fue desestimada por el Juzgado de Primera instancia aunque la Audiencia Provincial determinó que la niña debía volver con la madre biológica pese a que los informes de los Servicios Sociales no garantizaban que la mujer estuviera en condiciones de atender a la niña. Rota de dolor, Inma tuvo que aceptar que se estableciera un plan de integración familiar con unos padres que más allá de dar a luz nunca se habían preocupado por la pequeña. En su decisión de favorecer a la niña, Inma decidió redactar una carta a la madre biológica con todas las necesidades de la pequeña (cuidados, medicación, alimentación...), 20 folios que cuando llegaron a la madre biológica y los leyó le hicieron manifestar que no se veía capaz de cuidarla. Con esto se paró el plan de reinserción familiar ya que la Audiencia dictó una sentencia que revocaba la anterior, pero nadie otorgó a Inma y su marido la adopción definitiva. A día de hoy legalmente no son si siquiera sus cuidadores. Además de luchar hasta el final por el bienestar de su hija, Inma lucha desde hace meses contra un cáncer de mama. Dos batallas en las que no piensa flaquear.

Diana y Nacho llegaron con seis y dos años y medio respectivamente a casa de Mercedes y Eduardo. Los dos hermanos pequeños, de Kazajistán, se han convertido en la luz de esta familia que tampoco lo ha tenido fácil. Mercedes recuerda la tristeza que embargaba a su hija al llegar a España hasta que comprendió que la niña sufría porque no podía querarla al pensar que traicionaba a su madre biológica. "El corazón es muy grande y en él caben todas las personas a las que queremos", le explicó serena Mercedes. "Me cuesta mucho tener pensamientos positivos hacia una persona que le ha dejado a mis niños una huella emocional tan grande pero luego ves que todos necesitamos una biografía positiva, así que en vez de decirles que han sido abandonados prefiero contarles que sus padres renunciaron a ellos porque no podían cuidarlos", dice.

Loreto, la madre que encabeza este reportaje, no se amilanó con la experiencia vivida y hoy es madre de cuatro niños de distinta etnia. Dice que después de ella y su marido está segura que nadie va a querer a sus hijos como la familia de acogida temporal donde los niños estuvieron hasta que su proceso se cerró. Hoy reconoce que hay que hablar de la adopción con naturalidad. "Una madre adoptiva sigue luchando contra el qué dirán. No puedes decir "¡qué hartura tengo de niño! porque enseguida te tachan de mala madre", y tienen que seguir escuchando frases como "quién te mandaría meterte ahí".

El tremendo relato de las madres hace aflorar una pregunta inevitable: ¿Merece la pena todo este camino?. A lo que contestan: "No cambio ni un instante de lo vivido si eso supone no llegar hasta ti"

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