Más dudas que certezas

Profesionales y expertos en la enseñanza debaten sobre las propuestas de José Antonio Marina para lograr un consenso en política educativa La evaluación de los docente, la que más interrogantes suscita

Más dudas que certezas
Más dudas que certezas
Diego J. Geniz · A. Asensio

16 de noviembre 2015 - 01:00

Un MIR para profesores, incentivos para mejorar su rendimiento, asesoramiento pedagógico de los inspectores y libertad del director para conformar la plantilla docente. Éstas son algunas de las propuestas que el filósofo José Antonio Marina ha incluido en su Libro Blanco que tanta polémica ha generado los últimos días en la comunidad educativa. Dicha obra sirve de base al anhelado pacto por la educación que el Gobierno y la oposición se han comprometido alcanzar a medio plazo. Sin embargo, dichas iniciativas han encontrado bastante recelo por parte de los profesionales de la enseñanza. Este periódico se ha puesto en contacto con varios directores y responsables de sindicatos educativos para conocer las posibilidades reales con las que cuentan tales propuestas para que se lleven a cabo.

Las sugerencias de Marina ponen de relieve que urge una mejora de la tarea docente. Según el filósofo, en otros países esta profesión queda encomendada a los estudiantes más brillantes. En España, por contra, acceder a dicha carrera no requiere demasiada nota de corte -en el caso de la Universidad de Granada se exigió un 6 para entrar este curso en Educación Primaria o Infantil- y en el caso de los profesores en demasiadas ocasiones se ha criticado que esta labor se convierta en una solución para quienes no han encontrado una mejor profesión o han fracasado en otras. En el Libro Blanco se plantea la creación de un MIR similar al sanitario que sirva de filtro para seleccionar a los mejores.

Todos los consultados estiman oportuna dicha formación. Antonio Carrón, director del Colegio Santo Tomás de Villanueva, cree que uno de los mayores lastres de la profesión de docente está en que "las facultades no han sabido" adaptar la teoría con lo que luego "se van a encontrar" en las aulas. Así, este director reconoce que "tenemos que hacer la re-formación" de los nuevos docentes. Para Carrón el Curso de Adaptación Pedagógica en su momento o el actual máster en Secundaria -las sucesivas fórmulas ideadas como puente entre la facultad y los institutos- "son una pérdida de tiempo", ya que se fomenta la teoría sobre la práctica. "Otra cosa es cómo se haría ese MIR", puntualiza Carrón, que ve clave "rigorizar" la selección del personal para evitar males como el desprestigio de la profesión. El MIR para Carrón serviría, además, para que los profesores pudieran comprobar que la de docente es su vocación. "Mucha gente se siente desencantada", reconoce.

El director del IES Hermenegildo Lanz, Raimundo Fornieles, también es crítico con el actual sistema de acceso a la función docente. "Deja bastante que desear". "Si el sistema MIR funciona en Medicina, quizá habría que probarlo. Es algo que nunca se ha hecho aquí".

Pablo Serrano, director del Soto de Rojas, coincide en la necesidad de quien se tiene que enfrentar a diario con el reto de enseñar tiene que tener un mínimo de experiencia previa. "La formación inicial es fundamental. En Medicina vemos imposible que alguien recién salido de la facultad se incorpore al trabajo de un hospital de un día para otro". Este razonamiento se basa en su experiencia. "Este año he recibido a un profesor que va a cubrir una vacante durante todo el curso y jamás ha pisado un aula".

Serrano también apunta al máster de Secundaria como ineficaz. En su opinión, está diseñado por las universidades de tal manera que pese más la teoría que el trabajo a pie de campo, ante los alumnos. ¿Cómo se podría mejorar? "La formación inicial podría ser unas prácticas con tutor", desarrolladas a lo largo de un tiempo suficiente para que, al final, el futuro docente sepa que ese trabajo sí le gusta y que además está capacitado para ello.

La necesidad de una mejor formación y selección de los profesionales de la enseñanza lleva a Marina a proponer que se evalúe regularmente a los docentes. Nada nuevo bajo el sol. La Lomce recoge tal requisito en el artículo 132.h: "Impulsar las evaluaciones internas del centro y colaborar en las externas y en la del profesorado".

"Nadie entiende que un médico que comenzara a trabajar hace 30m años no se ponga al día", razona Pablo Serrano, que puntualiza que esa labor de formación a lo largo de la carrera profesional "tendría que tener algún reconocimiento". En esta línea, el autor del Libro Blanco deja entrever la conveniencia de "premiar" a los maestros y profesores que más se esfuercen en su tarea, para que ésta se dignifique más en la sociedad. En suma, la administración otorgaría un incentivo económico a los docentes que mejor desempeñen su labor. Pero, ¿qué criterio se sigue para valorar este trabajo? La idea de establecer incentivos económicos en función de los resultados académicos de los alumnos se ha materializado ya en otros países desde los años 90, como en el caso de EEUU. En Andalucía ya se tuvo una experiencia similar hace pocos cursos con el polémico Plan de Calidad u orden de los 7.000 euros.

Con una nueva propuesta sobre la mesa, la principal duda es "¿quién decide quién es buen profesor?", añade Serrano, que reconoce que uno de los principales problemas de la profesión es que "no hay expectativas de carrera docente", da igual si cumples con tus obligaciones o no. "De Primaria, por lo general, no se puede pasar a Secundaria, ni de Secundaria a la educación superior...". Así que ofrecer un aliciente a los docentes "si estuviera bien planteado, podría ser una buena idea", apunta el máximo responsable del Soto de Rojas.

"Debe valorarse el trabajo" de los docentes, añade Fornieles, que aparte del quién, ve un problema en el cómo medir la competencia del profesor. "En el sistema de medición no debe entrar sólo la nota del alumno", especifica, también sería necesario tener en cuenta "otro tipo de factores", desde la participación en los programas puestos en marcha por el centro a la implicación en la vida académica o incluso en las actividades extraescolares. "Eso debería ser valorado", apunta el director del Hermenegildo Lanz, ya sea por un equipo de inspectores o por el equipo directivo. ¿Y si un docente no pasa el examen? "A lo malos habría que apartarlos, pero esto no es una empresa privada".

Para José Madero, responsable provincial de la Asociación de Directores de Instituto de Andalucía (Adian), "el problema" es también medir "el rendimiento" de un docente. La única medida que no es subjetiva es la nota del alumno, recuerda Madero, que puntualiza que hay quien puede "tirar por la calle del medio y aprobar a todos". En opinión del director del IES Arjé, el Plan de Calidad de la Junta adoleció precisamente de "dar la imagen de que se quería comprar la profesorado para que pusieran mejores notas, aunque no era ese el objetivo".

Para Germán Girela, de CSIF, "hay que ver la materia prima" con la que el docente trabaja. En este sentido, recuerda que el Plan de Calidad partía de una evaluación previa del centro. Se sabía cuál era el punto de partida y a partir de ahí se establecían los objetivos y se evaluaba. Además, la remuneración económica era para toda la plantilla de docentes del centro, no se premiaba a unos y a otros no.

Desde la asociación de profesores Apia son mucho más críticos. Pablo Quesada incide en que medidas como las propuestas por Marina o el mismo Plan de Calidad -que finalizó el pasado curso- apuntan al profesor como el "problema" no el sistema, "y a cambio de dinero la educación mejorará". "Siempre que hay elecciones se habla de dos cosas, de la mala calidad del profesorado y de la mala preparación del mismo", critica Quesada, que recuerda que "la mayoría de los centros" rechazaron en su momento el Plan de Calidad (que suponía 7.000 euros en cuatro años) por "intentar comprar aprobados".

Un aspecto en el que también incide el libro de Marina es en la necesidad de que el director de un centro educativo cuente con cierta libertad para configurar la plantilla docente, aspecto relacionado con la autonomía de los colegios e institutos recogida en las leyes más recientes pero que en la mayoría de las ocasiones se queda a mitad de camino.

Antonio Carrón, director de un centro concertado, recuerda que en el Reino Unido "todos los directores pueden remodelar su equipo docente". En su centro se hace un seguimiento de la labor de la plantilla, se realizan encuestas entre familias y alumnado, y se actúa como en las empresas privadas en la contratación de nuevos enseñantes, por lo que el equipo directivo se rodea de profesionales elegidos en buena medida por él mismo.

No ocurre así en los centros públicos, aunque "sería totalmente necesario", según Fornieles, que los directores eligieran a sus profesores, "Si me nombran para ser director y desarrollar un proyecto educativo, puedo necesitar un determinado perfil de profesorado para llevarlo a cabo", resume el responsable del Lanz, que reconoce que actualmente la ley posibilita esto, pero "de una forma muy escasa" y con la necesidad de "armonizar" las demandas de los directores con las bolsas de profesores que existen en las delegaciones provinciales de Educación.

Para Serrano, "actualmente, llega lo que llega, y no es lo mismo trabajar en un centro como el nuestro que en Almanjáyar. El profesor debe tener un perfil distinto". "Estaría muy bien poder diseñar" las plantillas, "con todos los controles necesarios" para evitar que un director acabe "rodeado de amigos". Serrano recuerda que en aquellos centros en los que se ha alcanzado un claustro con un perfil determinado "se ha avanzado mucho".

El Libro Blanco no se olvida de la función de los inspectores. Marina también sugiere que, además de su cometido para hacer cumplir la normativa, se conviertan en asesores pedagógicos de los docentes. Para el director del Soto de Rojas, esta figura "se ha ido vaciando de competencias", algo en lo que coincide Antonio Carrón, y la tendencia actual es que asuman una función "asesora más que vigilante, aunque también tengan ese papel". Para Fornieles, los inspectores han sido una figura clave en su centro, que está dentro del programa de Intervención en torno a Factores Clave (IFC). "Durante dos cursos no han valorado y asesorado, y nunca nos pusieron en un aprieto". Carrón recuerda que a los inspectores "les gusta decir que son el servicio de inspección, es decir, que su función es la de servir". Sobre el trabajo pedagógico que podrían desempeñar, Carrón destaca que "la labor en ese sentido ya se ha iniciado, pero estamos lejos".

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