La justicia inclemente

La participación de los ciudadanos en la justicia

El jurado cumple su 20 aniversario en Granada con 143 juicios y una elevada tasa de culpabilidad. La institución funciona, aunque los expertos creen que es susceptible de mejorar.

La justicia inclemente
La justicia inclemente
Y. H.-J.m.

06 de diciembre 2015 - 01:00

Sentarse en un banquillo de los acusados frente a un jurado popular supone afrontar una más que probable condena. La estadística así lo atestigua. Desde que se creó la figura del jurado popular, en 1995, se han dictado en Andalucía 1.135 sentencias de estos procedimientos, que han acabado con 1.020 condenas y sólo 115 sentencias absolutorias en estos 20 años. Así consta en las estadísticas hechas públicas por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). En ellas se revela que el porcentaje de condenas se sitúa en el 89,9%, lo que demuestra la extraordinaria dureza de estos tribunales compuestos por ciudadanos de la calle. Es la justicia del pueblo. En Granada, el número de procesos de jurado que han aterrizado en estos 20 años en las dos secciones penales de la Audiencia Provincial (Primera y Segunda) ha sido de 143.

Aunque la ley del jurado entró en vigor en 1995, en la Audiencia de Granada no se celebró el primer juicio hasta el año siguiente, 1996, desde entonces ha habido una media de siete casos al año. El magistrado José Juan Sáenz Soubrier ha presidido la Sección Segunda durante los últimos años y ha sido magistrado presidente del Tribunal del Jurado en unas 20 ocasiones.

Sobre las dificultades técnicas, procesales, de los casos de jurado, el magistrado advierte de que "todo se ralentiza mucho", pues hay que seguir un procedimiento que en sí mismo es complejo, aparte de que también sea especialmente complejo constituir un jurado. "El juicio tiene que ser fundamentalmente didáctico y se impone un ritmo más lento y mucha meticulosidad", señala. Además hay que ir orientando al jurado sobre lo que está viendo y lo que va a ver, lo que provoca que el enjuiciamiento dure varios días en lugar de una mañana.

Sáenz Soubrier recuerda que en sus orígenes más primitivos el jurado era "un modo de administrar justicia que pretendía prevenir cualquier ánimo tendencioso de un juez y evitar una sentencia tiránica o arbitraria". Con el tiempo se ha convertido en una institución que permite al ciudadano participar en la justicia y que, a su juicio, presenta "algunos problemas". El principal es que "en una sociedad cada vez más técnica en todos los aspectos, la presencia de un ciudadano lego en derecho chirría". De hecho, al ciudadano hay que darle "un cursillo acelerado", de escasos minutos, sobre lo que significa interpretar una prueba, efectuar un análisis lógico de una situación y ser capaz de fundamentar un veredicto condenatorio sobre la base de una interpretación de las pruebas para las que muchas veces no están preparados. "Es un inconveniente de primer orden y hay mucho riesgo de que el jurado se equivoque", indica. "Mi experiencia con el jurado -agrega- es que el jurado no es útil cuando el asunto es complejo y no es necesario si el asunto es simple". Y es que, como subraya, el principio in dubio por reo -en caso de duda, a favor del acusado- puede ser tomado como una válvula de escape ante un jurado que no sabe seguir porque las pruebas le desbordan. El magistrado reconoce que a lo largo de estos años ha habido veredictos injustos y hay, como destaca, sonados ejemplos a nivel nacional.

De los casos en los que ha actuado como magistrado presidente -en la Audiencia de Granada, como en otras, hay un turno de reparto- recuerda algunos en los que se han podido apreciar algunas circunstancias de exención de la responsabilidad criminal "con mucha generosidad". Está convencido de que el objeto del veredicto es la "pieza fundamental del jurado". Es un puzzle y las piezas tienen que encajar, por lo que un objeto del veredicto mal hecho "necesariamente va a conducir a una sentencia desastrosa".

Si Sáenz Soubrier pudiera cambiar la Ley del Jurado, haría "un jurado consultivo", es decir, que el jurado estableciera cómo ve el enjuiciamiento de un caso, qué es lo que piensa y que el magistrado pudiera apartarse de ese criterio fundamentándolo debidamente. "Sería una buena manera de contrastar la opinión popular con la decisión técnica de un juez", apunta.

En 20 años ha habido muchas anécdotas. El juez recuerda que una vez se agotaron los suplentes porque a dos de los jurados les entró dolor de muelas. "Fue como una epidemia de problemas odontológicos y se pudo resolver in extremis", comenta entre risas, a la vez que considera "muy llamativo" que desde que empezó la crisis "ningún candidato rechaza ser jurado". Como es sabido, ser jurado conlleva una retribución. Antes de la crisis, entre un 40 y un 50% pedía no tener que formar parte.

En Granada, prácticamente ningún jurado ha pasado más de dos noches en un hotel. A sus miembros les quitan los móviles y duermen sin televisión ni radio en la habitación para evitar que tengan contacto con el exterior. Su jornada es completa: de 09:00 a 21:00 horas, y la comida se les lleva al edificio judicial. Todos, una vez emiten su veredicto, se van muy satisfechos. "Pensamos que actúan honestamente; no hemos descubierto nunca un asunto sospechoso de algo extraño, ni siquiera de pasotismo o desinterés", indica. Eso sí, todo creen tener el asunto resuelto "con mucha precipitación". En sus veredictos, en opinión del magistrado, el jurado "a veces sorprende", aunque en líneas generales, pese a la inclemencia que arrojan las estadísticas, la considera "una institución más benévola que la justicia técnica".

Las sentencias de jurado se pueden recurrir ante el TSJA. En la Sala de lo Civil y lo Penal aterrizan todas las apelaciones contra las sentencias emitidas por los tribunales populares en la Comunidad Autónoma. Muchas de ellas han sido resueltas en los últimos 14 años por el magistrado Miguel Pasquau Liaño. En su opinión, la Ley del Jurado, tal y como está pensada y salvo algunos detalles que se pueden cambiar, está bien, pero funciona con una condición que es "muy exigente": que el magistrado presidente sepa hacerlo muy bien, sobre todo en la redacción del objeto de veredicto. "Si sabe preguntar secuencialmente, de manera bien estructurada, con precisión, por cada uno de los hechos y ordenarlo de una manera lógica, el sistema funciona bastante bien, si no, el modelo no funciona". Por eso, cree que simplificaría las cosas "que el jurado no tuviera que motivar el veredicto, por que lo pone en un aprieto". Pasquau Liaño considera que los jurados pueden ser magníficos jueces porque lo importante no es la sabiduría del juez, sino el juicio. "Hay una frase de la cultura jurídica anglosajona que a mí me gusta mucho y es que una buena sentencia es aquella que no sorprende en absoluto a quien ha seguido atentamente el juicio", señala. Él también quitaría algunos delitos que no tienen tanta importancia y para los que considera "desproporcionado" montar un jurado, como, por ejemplo, el allanamiento de morada. Sí dejaría los homicidios, los asesinatos y los cometidos por funcionarios. "La verdad es que el porcentaje de revocación total o parcial es alto", reconoce, mientras calcula que aproximadamente una tercera parte de las sentencias es revocada en algún punto. Por su mesa pasan unos 35 recursos al año y en lo que más se falla es "la apreciación de circunstancias atenuantes o agravantes".

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