Pequeños rehenes de la alta política

La agridulce historia de Belinda y Celedonio, que al apoyar una moción de censura en Morelábor desataron una tormenta desmesurada para un pueblo tan pequeño · A estas alturas, lo que ellos piensen bien poco importa

Pequeños rehenes de la alta política
Pequeños rehenes de la alta política
Guillermo Ortega / Granada

11 de abril 2010 - 01:00

Según el censo de 2009, Morelábor tiene una población de 774 habitantes. Bueno, las hay que tienen todavía menos, como Rubite (432), Polícar (202), Turón (301) o Lobras, que con sus 131 ciudadanos ganaría el premio gordo.

Hasta ahí, los datos. Ahora, la reflexión: con lo chico que es Morelábor, y el porsaco que está dando...

Por obra y gracia de los políticos, amplificadas convenientemente sus ocurrencias por ese gremio al que pomposamente llaman algunos notarios de la actualidad -aunque me gustaría ver a algún notario mileurista- la vida y obra de Belinda Clares y Celedonio Jiménez, el celebérrimo dúo de tránsfugas, ha sido difundida aquí y acullá. Tan famosos son que hasta les grabaron un disco, aunque al final parece que las voces no eran suyas o algo así. Una cosa como la de los Milli Vanilli, para entendernos.

Una vez escribí, a cuenta de una trifulca, que Válor (726 almas allí, según el mismo censo) debía ser una jungla política en la que o comías o te comían. Porque así se pintaban las cosas desde Granada, por lo menos. El PSOE decía que el "deterioro" de la situación política exigía "un nuevo y sólido gobierno" y el PP replicaba que los socialistas no iban a ser "capaces de gestionar" un municipio como ése.

Pero es que lo de Válor, bien mirado, es de patio de colegio en comparación con lo de Morelábor, un sitio capaz de generar denuncias que afectan a los más altos dirigentes de los más potentes partidos, un lugar cuya sola evocación ya saca de sus casillas hasta al hombre más calmo.

Si algo enseña la experiencia es que las cosas hay que tomárselas con cierto desapego; que hay que tomar distancia respecto a ellas si realmente se quiere mantener la intención de ser imparcial. Bien, pues desde esa distancia, desde ese desapego y desde la convicción de que Morelábor ni da ni quita escaños, por la sencilla razón de que no puede, llego a la conclusión de que, mientras los medios nos empeñamos en hacer internacionales a Belinda Clares, Celedonio González y demás protagonistas de este cotilleo, el partido hegemónico y el que aspira a serlo se lo pasan en grande porque consiguen lo que siempre quieren: que se hable de ellos.

Morelábor no sería ni el primer ni el último municipio donde la concesión de un puesto de trabajo en el Ayuntamiento dependiera del color político de quien lo solicitara. Y quien dice un empleo, dice una subvención, o la firma de unas cuantas peonadas no realizadas. Esas cosas pasan en los pueblos pequeños, lo sabe todo el mundo. Como pasa también que a uno le recomienden por su bien apoyar a tal o cual, o le hagan llegar sibilinamente que no es buena idea aliarse con éste o el otro. Son terrenos donde se vive la política del día a día, la de pelear con el pueblo de al lado a ver quién construye la pista polideportiva, o de unir fuerzas con ese mismo pueblo enemigo para pedirle a la Diputación que arregle de una vez la carretera.

"¿Por qué nos denuncia el PP y no lo hacen los tránsfugas?", preguntaba el otro día Mercedes González, secretaria de Organización del PSOE, toda ingenuidad.

¡Sí, vamos, estaría bonito! Celedonio y Belinda no tienen otra cosa que hacer, con lo que les está cayendo, que enfrentarse al aparato socialista. Qué absurdo sería meterse en ese zarzal. Ahora hay gente que lo hace por ellos. ¿Para qué tienen al primo de Zumosol, que además está deseando llegar a las manos?

Dios me libre de meterme con Belinda y Celedonio. Tengo para mí que son buenas personas, gente que se presentó a las elecciones con ganas de aportar y que al ver que las cosas no marchaban, cambiaron de bando, con el eximente de que ni siquiera tenían por qué seguir directrices, porque se presentaron como independientes bajo el paraguas -y sólo bajo el paraguas- de unas siglas.

Ahora, como Belinda cobra la friolera de 800 euros, son rehenes de la... (pausa para ponernos intensos)... alta política. Que no es más que una gran bola de porquería. Al verla venir, hay dos opciones: meterse en ella o apartarse. Tratar de deshacerla es inútil.

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