Espléndida Histrión al grano con Pinter

Mónica Francés

20 de octubre 2011 - 05:00

Compañía: Histrión Teatro. Autor: Harold Pinter. Versión/traducción: Rafael Spregelburg. Intérpretes: Gema Matarranz, Constantino Renedo y Manuel Salas. Escenografía: Álvaro Gómez Candela. Iluminación: Juan Felipe Tomatierra. Dirección: Marcelo Subiotto. Teatro Alhambra. Fecha: 18-23, 28-30 de octubre de 2011.

Sin apuntar al Harold Pinter (Premio Nobel 2005; Londres, 1930-2008) más brutal, pero sí al incisivo. Con esa dentellada al gremio de la intelectualidad de clase media alta (del mundo editorial y las galerías de arte) que es Traición, y continuando con la frucífera conexión hispano-argentina en la puesta en escena de Histrión (que inauguraron con Los corderos), se inicia esta nueva y menguada temporada en el Teatro Alhambra -que sortea los recortes dignamente programando menos y nacional-.

El montaje, ensayado como el anterior entre las ciudades de Buenos Aires y Granada, deja al espectador con la miel en la boca. Sabe maravillosamente a lo bueno, si breve, dos veces bueno. Trae al mejor Pinter condensado, despojado de todo lo superfluo posible, ya sea textual o escenográfico. Un montaje absolutamente fiel al discurso de Pinter que toma palabra y puesta en escena para ir al grano: es un inmenso trabajo de actores.

Un sofá, dos cojines, alfombra y dos paneles verticales de fondo son toda la escenografía y atrezzo (en realidad, podría decirse simplemente, un sofá) que el actor y director argentino Marcelo Subiotto precisa para encarnar actores y discurso en la multiplicidad de espacios en los que se desarrolla Traición: la calle, un restaurante, la casa familiar del matrimonio con un par de hijos formado por Emma y Robert, el apartamento -en jerga, el picadero- de Emma y su amante Jerry, el mejor amigo de Robert (casado a su vez y con hijos).

Diálogos cortos, intensos, secos, de emocionalidad contenida y un ritmo casi trepidante de escenas cortas nos va desgranando la historia de este triángulo de traiciones -que no son solo privadas, sino también sociales y producto de contradicciones ideológicas- contada, además, con el sentido inverso al de la progresión lineal y cronológica. Absolutamente al margen de la noción histórica del progreso, Pinter nos invita a una historia en la que empieza por el final, para terminar por el principio. Todo un hallazgo creativo concienzudo en el que no hay suspense del tipo qué va a pasar urdiendo la trama, sino cuestiones que atañen al cómo, tal vez por qué, manteniendo fuertemente en vilo la atención del espectador.

El inmenso trabajo de actores que es la pieza deviene por el minucioso trabajo de fondo y la apuesta fuerte que los apuntala desde la dirección. No hay distracción posible en escena a ese trabajo espléndido. Los personajes, la historia, atrapan por completo a cada espectador. Es fascinante ver cómo resuelven escenas, cambios e intervalos, cómo toman a Pinter y van al grano. Un estreno para abrir temporada a celebrar.

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