La saludable cantera granadina
El Corral del Carbón cierra su segunda semana de la Muestra Flamenca apostando por lo local

Hace años por estos rincones se andaba diciendo que Granada atesoraba la mejor cantera flamenca de la historia y posiblemente de las más considerables de Andalucía. Hoy sentimos que esa premonición se ha hecho realidad y que al menos una docena de artistas granadinos se barajan entre los grandes carteles de este arte. Salvo el primer día, con La Lupi, venida de Málaga, pero relacionada con la ciudad vecina, todos los actuantes fueron granadinos.
La sangre y la madurez artística de Susana Lupiañez, 'la Lupi', es innegable. Bailaora malagueña autodidacta y con oficio, lleva años en escena y, aunque siempre ha sido corredora de fondo, ahora es cuando empieza a 'deslumbrar'. Es quizá, a raíz de una llamada reciente para acompañar a Poveda, que el retumbar de su nombre se ha hecho campana. En el Corral presentó Retorno, una mirada hacia esas bailaoras de siempre, flamencas que, como ella, no han aprendido de nadie, de lo que han visto, de lo que han ido experimentando.
Cargada de comicidad, hace un recorrido por la forma de bailar en los diferentes centros neurálgicos de Andalucía, exagerando los tópicos, haciendo un guiño grotesco a las expresiones de cada pueblo. A la larga esta parodia sin embargo resultaba cansina. Las escobillas y los desplantes de la bailaora, tienen doble mérito, la defensa de un baile por derecho y su extensión cómica. Los cantaores, Antonio Campos y Antonio Núñez 'el Pulga', no estuvieron al cien por cien. Curro de María, a la guitarra, es el alma, junto a la protagonista de esta historia. Nelson Doblas tuvo memorables 'quejíos' de violín. La Lupi fue desorbitada, graciosa y provocativa en los tangos del Camino, en las alegrías de Cádiz o en la caña, en la que, con vestido negro, chaqueta corta y sombrero cordobés, se asoma a la ciudad de la Mezquita. Termina la noche con la malagueña dándole juego a un mantón mientras Antonio Núñez interpreta una zambra caracolera.
Anabel Moreno se fue a Madrid hace años y, aunque ha venido en momentos puntuales, no es hasta el martes que trajo espectáculo propio a las maderas del Carbón acompañada, como pareja de baile, por el gaditano Jesús Fernández. Su seguridad en el escenario, su identidad artística y su convencida madurez son evidentes.
Comienza su entrega por seguiriyas, un primer paso a dos original y despierto, donde se prueban las voces de los cantaores, Trini de la Isla, El Mati y Alfredo Tejada, que, con sus palmas y jaleos hacen innecesaria la percusión. Componen un buen cuadro de temple y facultad, aunque, el exceso de grito, a veces desdibuja toda intención. Un nuevo paso a dos, en forma de tangos de Granada, dan juego a un versátil bastón que sirve de excusa y suaviza el frío de un comienzo. Jesús Fernández, en unas prolongadas bulerías por soleá, detenta un claro sentido del ritmo y una técnica cuajada de brío, pero es en los silencios, en los guiños de un cuerpo en reposo, cuando este bailaor rubrica con notoriedad. Anabel Moreno firma a los postres una soleá con nota alta, donde sin ninguna duda trasluce su origen sacromontano.
Touché, una apuesta rompedora y vanguardista, es el espectáculo que estrenó Patricia Guerrero el miércoles. El violín eléctrico de Bruno Axel cobra un protagonismo especial y sinuoso paralelo a la apuesta sin fisuras de la bailaora (sin duda lo mejor de la semana), aunque a veces abusa de él. Comienza por seguiriyas, donde demuestra su delicadeza y madurez. Le acompañan José Ángel Carmona al cante, Paco Iglesias a la guitarra y Agustín Diassera a la percusión. La soleá es 'apolá', cercana a la que cantaba Cobitos, con un 'efecto moviola' a su final bastante considerable.
La sorpresa viene con violín clásico. Axel interpreta el segundo movimiento de La Chacona de Bach, mientras un romance 'por tonás' lo aflamenca. Acaba la noche por tangos, donde Bruno vuelve a enchufarse, incorporando el loop, y la bailaora, con vestido rojo de corte helénico, rebusca en pasos conocidos y de libre creación, exponiendo una coreografía de bastantes quilates.
El jueves, último día de la semana, tuvo lugar la presentación de cinco jóvenes flamencos que, como digo, atacan con fuerza. Marta 'la Niña' y Alicia Morales, al cante, nos dejan voces bien templadas, ricas en altibajos y de gran conocimiento. Eficaces por separado, pero al unísono no terminaron de cuajar. Alicia, consciente y modulada, acompañada por Álvaro 'el Martinete' a la sonanta, hace granaína y abandolaos, y, seguidamente, seguiriyas. Marta, más clásica, con una voz más aguda y potente, hará una milonga y una caña, donde se acuerda del maestro Morente. Estuvo arropada por Antonio de la Luz. Álvaro y Antonio, presumen de un toque limpio y lleno de matices. Mientras el primero, con la fantasía Benamargosa de Riqueni, se inclina a la guitarra de concierto, Antonio, con una rondeña, goza de las bondades del Sacromonte, con el rasgueo y los arpegios especiales de sus convecinos.El baile, la naturalidad y la gracia se llamó Rocío Montoya. Es una bailaora creativa y eficaz. Su entrega por levante y tangos supuso un ejemplo del arte por el arte, donde su disfrute fue extensivo. A los postres dio una pincelada por bulerías.
También te puede interesar
Lo último