Mi amiga lesbiana
Sala Planta Baja. Fecha: Martes, 17 de noviembre de 2009. Aforo: Medio lleno.
Y mientras en un escenario noble de la ciudad la intelectualidad aplaudía las reflexiones de Lorca al marchar a Estados Unidos, en un sótano del centro una chica con algunas analogías con él se disponía a compartir las suyas, con talento y expresividad, al tiempo que daba una lección de independencia y autogestión.
Melanie Valera creció en Burdeos, la ciudad donde se instalaron sus abuelos españoles huyendo de la Guerra Civil. Hace unos años se trasladó a Portland, Oregón y desde allí comenzó a poner en circulación canciones bajo el nombre de Tender Forever. Su hoja de promoción dice que toca como si cada canción fuera su última oportunidad para convencerte de que te quedes. Y doy fe de que todos se quedaron. Hasta el final. Su propuesta musical es sobria y primaria. Le basta un conjunto de cacharrería electrónica como andamiaje sobre el que construir sus canciones. Y vuela sobre esos andamios, con la soltura de un primate en la jungla. No tiene problema en tocar sus ritmos con los mandos de una Wii. Porque son más fáciles de llevar contigo si piensas atravesar el Atlántico y porque es un juego al fin y al cabo. En el escenario se desnuda y reflexiona en voz alta sobre la identidad, la sexual, la nacional… sobre las relaciones y la aceptación. Lo hace con sus canciones pero también con sus palabras y con sus miradas, con todo su cuerpo. Y se involucra de tal modo que no se puede apartar la vista de ella. Se ayuda de unas fotografías que ella misma va proyectando para ilustrar sus ocurrencias. Y estas se presentan tan inocentes y tan genuinas que acaban por conformar a una iconoclasta desposeída de temor. Su percepción de la Reina Sofía, a la que acabó llamando mi amiga lesbiana tras varias inferencias, resultó tan políticamente incorrecta que a ningún monologuista de aquí se le permitiría. El día anterior había tocado en Hipersounds, un festival de sonidos contemporáneos que se celebra estos días en… el Museo Reina Sofía. Y encima no tiene prejuicios a la hora de elegir sus versiones. Así canta a Justin Timberlake acompañándose con un ukelele, lo mismo que a Ryan Adams o el Do you believe de Cher que acabó coreando toda la sala.
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