Radiografías de temporada
Rafael Calero presenta 'Versos de alambre de espino', donde reconoce la devoción explícita a Lorca, Pavese o Bukowski
A partir del siglo XX, con el boom demográfico y democrático de las sociedades, las líneas paralelas de lo culto y lo popular han engrosado tanto que por fuerza se tocan en algunos puntos, intentaré explicarme. Si por un lado el aperturismo informativo está aniquilando el valor del conocimiento, el acceso a la educación ha invertido la pirámide de analfabetismo global; si por un lado las tradiciones ya no son unívocas (ni por géneros, ni por naciones ni por épocas), ese mismo eclecticismo está borrando las huellas de la identidades colectivas en favor de las individuales: los grupos ahora están compuestos de una suma de unidades.
Y esto, en el caso que nos ocupa, se traduce en una multiplicidad de voces tal que hoy resulta imposible distinguir una poesía genuinamente española, o americana, o francesa. Y no sólo porque entre ellas, repito, prime más un espíritu de época que una idiosincrasia cultural, sino porque incluso dentro de cada rótulo habría que distinguir casi tantos epígrafes como autores. Ya digo, cada cual se va modulando su propia multitradición a partir de la cultura que consume.
La última entrega de Rafael Calero Palma, presentada hace unas semanas en Granada, es un ejemplo claro de libro hijo de su tiempo: desestructurado, elíptico, comprometido. Y, claro, mestizo: en sus poemas reconoce explícitamente la devoción a autores tan dispares como Lorca, Carver, Alberti, Umbral, Pavese, Bukowski, Miguel Hernández, Kerouac; asoman músicos como Neil Young, Elvis, Tom Waits, Mozart, Bob Dylan, Kurt Cobain o Fito Páez; cineastas (Coppola, Jessica Lange, Jack Nicholson), personajes de ficción (James Bond, don Quijote), personajes históricos (Judas Iscariote), pintores (Picasso), etc. Digamos que el poemario viene rabioso de modernidad. Y si sus palabras quieren tomar el pulso a lo inmediato lo hacen en línea recta, sin merodeos, en un descarado tú a tú: referencias deportivas (el Barça, Roland Garros), histriónicas citas de Pedro Solbes o de Ana Blanco (presentadora del telediario), líricas denuncias a los contratos basura, etc. El culturalismo de esas referencias junto a lo políticamente incorrecto de su idioma. Lo popular y lo culto, como decía al principio.
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