Insectos de compañía
El Insectarium Lorca que dirige Antonio de la Blanca cuenta con una de las mejores colecciones del país
Donde unos ven unos 'bichos' a los que no cabe sino espachurrar con una zapatilla otros encuentran su gran pasión. En el Parque García Lorca, en uno de sus bajos, se encuentra el Insectarium de Antonio de la Blanca, un rincón casi tan oculto como un escarabajo en la tierra. Desde pequeño le llamaron la atención los insectos y la curiosidad le ha llevado a tener cerca de 2.000 ejemplares de 63 especies distintas. Y los alimenta a diario como un restaurante de cinco tenedores para insectos.
Aunque no todos tienen la misma dieta. Ahora, en invierno, los insectos herbívoros tienen el metabolismo algo más parado, pero a los depredadores hay que mantenerles una dieta especial. Otro ejemplo son las larvas de los escarabajos, que se alimentan sólo de madera en descomposición. Además, De la Blanca les suministra unas proteínas adicionales para acelerar su desarrollo y completarlo en un año.
Otro ejemplar es lo que parece una vulgar hoja en un primer vistazo. En un examen más detallado asoman las patas y la cabeza. Esta especie pertenece al género filium, un animal "muy llamativo" que presenta un mecanismo de partenogénesis para reproducirse. Es decir, que no existe el macho. "El desconocimiento de los insectos es muy grande y necesitamos un mayor apoyo", reclama con un ojo casi cerrado. De la Blanca acaba de regresar del médico porque un insecto palo le escupió un líquido en el globo ocular. Pero vuelve cada tarde a los bajos del Parque García Lorca para alimentar su pasión y el estómago de sus insectos.
Además, a la primera oportunidad, De la Blanca empaqueta su equipaje y se va al Amazonas, El Dorado de cualquier entomólogo. Aunque cada vez le resulta más complicado hacer el camino de vuelta con nuevos amigos diminutos. "Me resulta más fácil intercambiar con otros aficionados a nivel europeo", cuenta.
La selva amazónica no es la Gran Vía de Madrid por mucho que se hable de la jungla de asfalto. "He estado a punto de morir en varias ocasiones", confiesa. El entomólogo vivió en Venezuela 18 años y , en sus incursiones por la selva llegó a contagiarse de malaria. En resumen, no viaja a Sudamérica hospedándose en hoteles con spa. "Me alejo de la civilización y si veo un hotel a la derecha yo tiro por la izquierda". Son periodos de unos veinte días observando y recogiendo material. En su próximo viaje tiene pensado estudiar los "complejos miméticos", cuando ciertos órdenes imitan a otros. "Los saltamontes llevan este mecanismo al extremo y llegan a confundirse a veces con las avispas", dice.
Otro de los temas en los que ha posado últimamente su mirada inquieta, los hongos cordiceps, que atacan a muchos insectos y se desarrollan sobre ellos, creando una estructura muy compleja. Por ejemplo, una mariposa afectada por este hongo cambia radicalmente y tiene una forma "impresionante", muy vistosa.
Porque no se trata de cazar insectos y guardarlos como quien colecciona estampitas. Hay que contemplarlos. Como el saltamontes de Malasia. Tras una larga observación, De la Blanca comprobó que pone los huevos en una hoja, entre la cara superior e inferior pero sin dañarla, de manera milimétrica, sin que el huevo asome por ninguno de los dos lados.
Después de hablar con él da casi pena matar a una hormiga. "Es que son fascinantes", dice para poner como ejemplo la especie alomerus, de tamaño insignificante pero que "crea una estructura muy elaborada para cazar la comida".
Entre los ejemplares disecados tiene unas 1.200 especies, entre ellas una de las avispas más grandes de las que existen, capaz de cazar una tarántula. También tiene una de las chinches más descomunales del planeta, de unos diez centímetros, ejemplar que necesitaría casi una cama de matrimonio para anidar a gusto. Se trata de insectos más cómodos que no necesitan comida diaria y una particular 'granja de cucarachas' como sus parientes vivos del Insectarium Lorca.
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