Una sonrisa, por favor
En el blog www.elchistedeloslunes.blogspot.com, el dibujante Pablo Guarnido invita a comenzar la semana con historietas y pequeñas dosis de buen humor
Cuando uno se decide por liberar ciertas pulsiones entregándose a un arte o artesanía debe obligatoriamente fijarse dos metas contrapuestas: hallar una voz propia -y esta sola tarea puede llevarle una vida- y encontrar un escaparate donde mostrar su trabajo, una empresa no menos ardua. El primer objetivo compete al interesado, el segundo al mercado. Por eso hay quienes alcanzan lo primero, pero no lo segundo -o sea, conquistan un estilo, no un público-, y hay quienes, por contra, pueden presumir de lo segundo, pero no de lo primero; la mediocridad no impide a más de un chamán contar con un púlpito a su entera disposición. En el mundo del cómic, esta función de vitrina la cumplieron durante décadas periódicos y revistas; un mostrador drásticamente reducido, hoy, a causa de la práctica desaparición de publicaciones ad hoc. El arte o la artesanía de la viñeta se ejerce donde buenamente se puede, contrarrestando la parquedad de la demanda con dosis sobrehumanas de paciencia. Así las cosas, no es de extrañar que esté cobrando pujanza ese pozo sin fondo, ese Niágara cotidiano, ese escaparate de 360º que hemos dado en llamar Internet.
Éste ha sido el camino emprendido por Pablo Guarnido, cuya historia es la de toda una legión de dibujantes. Guarnido se recuerda a sí mismo de pequeño tirado por los suelos, rodeado de rotuladores y folios, en compañía de su hermano mayor, Juanjo Guarnido, dibujando ambos "como posesos" (son palabras suyas). Debemos imaginárnoslos abismados sobre esa página en blanco que tanto miedo da a los poetas, llenándola de garabatos que poco a poco irán pareciéndose a lo que pretenden dibujar (Al principio, cuando un niño dibuja un vaso y una botella, sólo él ve ese vaso y botella). Mientras estudiaba Bellas Artes en Granada, Pablo Guarnido fundó un fanzine en colaboración con unos compañeros de Facultad; en sus páginas fue sumando horas de vuelo a una trayectoria que, profesionalmente, ha terminado encaminándose hacia la enseñanza. Son ritos de paso orientados a la consecución del primer objetivo señalado, labrarse un estilo propio, en el que, en el caso de Guarnido, ha prevalecido la historieta sobre el relato de largo aliento. La segunda meta, como no depende de cuánto te exiges, sino de una complicada conjunción de factores, ha sido más dificultosa de alcanzar.
A Pablo Guarnido no se le abrieron las puertas a las que llamó (periódicos, suplementos dominicales) y decidió crear su propio blog y fraguar una sección, El chiste de los lunes, desde la cual invita a empezar la semana con una sonrisa en los labios. La práctica se remonta a tiempo atrás, cuando asistía la Universidad, durante una de esas clases agónicas en las que el alumno mata el tiempo haciendo como si escuchara al profesor. Hoy, en circunstancias similares, el estudiante huye del aula agarrado al hilo de algún SMS, pero hace unos lustros o te aburrías como una ostra o combatías el tedio contándole una chorrada a tus compañeros. A Guarnido, un amigo le contó un chiste, lo dibujó y el folio corrió entre los bancos cosechando lo que el profesor no había conseguido sembrar. La cosa cundió, acaso porque nunca faltaron clases mortecinas, y al final del curso, si no otra cosa, había aprendido a poner en imágenes una anécdota cualquiera.
En El chiste de los lunes, se lanza un órdago al internauta: "Cuéntame un chiste y yo lo dibujo". Entre las propuestas recibidas, Guarnido elige las mejores y, a continuación, las desarrolla en una única página. Esto lo obliga a una nada despreciable labor de síntesis a fin de conseguir el deseado efecto cómico, que debe ser inmediato, pues el humor se basa, en buena medida, en la sorpresa (Cuando adivinamos el final, el chiste deja de tener gracia). A ello debemos añadir un trabajo de caracterización que suele recurrir a tipos populares -una opción legítima, dada la naturaleza "popular" de la historieta- y una reconstrucción de ambientes caracterizada por la economía gráfica. Gracias a esta iniciativa, Guarnido ha satisfecho esa pulsión que decíamos: poner los cinco sentidos en los dedos de una mano y que el mundo, a través de ellos, impregne la página. En su caso, la carcajada respondería a una doble función catártica. Si a través del humor arremetemos contra la sociedad y nos desahogamos, gracias a esta humorada, él ha sacado la lengua a la adversidad. Las moralejas son dos en vez de una:
La vida es cosa de risa y la risa, cosa muy seria.
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