Hawking plantea que "no hace falta un Dios para la creación del Universo"

En su último libro, 'El Gran Diseño', el científico alude a las leyes físicas como origen

El científico Stephen Hawking, en una imagen reciente.
El científico Stephen Hawking, en una imagen reciente.
A. Quincoces (Efe) / Madrid

14 de noviembre 2010 - 05:00

El último libro de Stephen Hawking, El Gran Diseño, que sale a la venta esta semana en castellano, plantea que "no hace falta un Dios para la creación del Universo", sino que surgiría de leyes físicas con distintos universos que aparecerían como fluctuaciones cuánticas espontáneas de un vacío primordial.

La mayoría de esos universos sería de tamaño microscópico y de duración inferior a la billonésima de segundo, con leyes físicas diferentes a las del Universo, según expone Hawking en esta obra editada en castellano por Crítica.

"El hecho de que nuestro Universo parezca milagrosamente ajustado en sus leyes físicas, para que pueda haber vida, no sería una demostración concluyente de que el Universo ha sido creado por Dios con la intención de que la vida exista, sino que sería resultado del azar". Así lo explica el traductor de esta obra, el catedrático de Física de la Materia Condensada David Jou, de la Universidad Autónoma de Barcelona, para quien el último libro de Hawking es científicamente "apasionante" pese a que discrepa respecto a algunas de sus conclusiones.

Por ejemplo, Jou opina que las conclusiones de Hawking sobre la no existencia de Dios son "precipitadas", ya que se basan en "teorías provisionales", y añade que la ciencia es "neutra" sobre la existencia de Dios y otros problemas metafísicos.

Hace 22 años, en su libro Breve historia del tiempo, Hawking veía en la racionalidad de las leyes cósmicas una "mente de Dios" y pensaba en un universo único regido por dicha "mente". Hawking cree ahora que las propias leyes físicas producen los universos, sin necesidad de que un Dios exterior a ellas "prenda fuego" a las ecuaciones y haga que sus soluciones matemáticas adquieran existencia material.

Así, aquella "mente que regía nuestro mundo" se pierde en la lejanía de esa multiplicidad cósmica, según el traductor de este libro.

Hawking admite la existencia de las ecuaciones como fundamento de la realidad, pero desestima preguntarse si tales ecuaciones podrían ser obra de un Dios que las superara y que trascendiera todos los universos.

Según Jou, si el lector toma al pie de la letra el libro de Hawking en el aspecto metafísico, en vez de creer en la existencia de Dios habría de hacerlo en "dimensiones ocultas, partículas todavía no observadas, universos no observables y teorías matemáticas muy complejas aún no corroboradas experimentalmente, y que, a su vez, serán superadas por teorías futuras". Así, añade el experto, el hombre, la sociedad, no necesitaría creer menos ahora, sino "creer en más cosas" al menos por el momento.

Cree que todavía se ignora de qué está constituido el 95 por ciento del contenido del Universo, y por ello, parece precipitado sacar consecuencias definitivas sobre Dios a partir de las teorías actuales. Un Dios entendido según la religión "estaría más allá del espacio y del tiempo que forman la base de las ecuaciones humanas", advierte.

Por otro lado, Hawking afirma en el inicio de su libro que "la filosofía ha muerto", algo que el traductor no comparte, ya que cree que la filosofía sigue recordando que "la razón humana es más amplia que la razón científica". Pese a todo esto, opina que las menciones de Hawking a Dios son una muestra de la pasión con que el científico ha vivido siempre la física, como un gran reto vital para encontrar lo más profundo de las raíces de la realidad.

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