Sale a la luz un manuscrito que faltaba de 'Poeta en Nueva York'
El hispanista Christopher Maurer descubre en la Biblioteca del Congreso de Washington el original a lápiz del poema 'Oficina y denuncia' de la obra con tachones para ocultar los primeros versos en los que pensó
Donde Lorca dio por bueno finalmente ofrecerse "a ser comido por las vacas estrujadas", llegó a pasársele por la cabeza al poeta ofrecerse "a ser devorado por los campesinos españoles". Semejantes frases eran posibles, ambas, en el poema Oficina y denuncia de Poeta en Nueva York. No se sabe por qué -ni se sabrá-, Lorca decidió finalmente ofrecerse a las vacas y tachar aquella otra idea que fue la primigenia de los últimos versos del estremecedor poema donde habla de los excesos de la ciudad que nunca duerme.
Andrew A. Anderson y Christopher Maurer trabajan desde hace tiempo en el libro biográfico Federico García Lorca en Nueva York y Cuba: Cartas y recuerdos, una obra que reúne documentación inédita del poeta y que publicarán con ocasión de la apertura del Centro Federico García Lorca en Granada. Cuenta Maurer que un día "buscando no sé qué cosa de García Lorca en la red, vi con gran sorpresa que había un manuscrito suyo, de Poeta en Nueva York, en la Biblioteca del Congreso de Washington". Se trataba de uno de los autógrafos que faltaban del manuscrito de Poeta en Nueva York, tres folios escritos a lápiz por Lorca y con múltiples tachones que, aunque desconocidos hasta ahora, poseen la misma riqueza que los restos que finalmente vieron la luz.
El hispanista fue a Washington para verlo y, "claro, el tener en las manos el manuscrito fue emocionante. Ver un borrador nos crea la ilusión -y es sólo eso, una ilusión- de seguir paso por paso el proceso de la creación. Plantea muchas veces problemas filológicos interesantes. En el caso de un poeta como Lorca, a veces no hay una versión final, sino distintas versiones, como es el caso de algunas de las obras de teatro, y lo mejor que podemos hacer es presentar cada una de esas versiones, tratando el texto no como un texto definitivo sino como una secuencia de textos. La creación como sucesión. En el caso de Oficina y denuncia hay una versión posterior, corregida por García Lorca".
Maurer describe el tiempo en que el poeta escribió a lápiz aquel poema. "Es un momento interesante en la vida de García Lorca. El manuscrito nos sitúa, con casi total seguridad en enero de 1930. Ha vivido en persona el crac de la bolsa, y ha cambiado su primera visión risueña de Estados Unidos". Sin embargo, subraya el hispanista, "cuenta a su familia que 'han transcurrido las festividades de Pascua con gran brillantez', y que ha dividio su tiempo entre los amigos españoles y norteamericanos'. Recuerda con nostalgia las 'inolvidables' nochebuenas de Asquerosa y de Granada. En enero escribe y revisa varios poemas de su libro sobre Nueva York, entre ellos Oficina y denuncia, y comunica a su familia que está componiendo 'un libro de poemas de interpretaciones de New York que produce enorme impresión... Yo creo que todo lo mío resulta pálido al lado de estas cosas, que son en cierta manera sinfónicas, como el ruido y la complejidad neoyorquina'.
Pero ¿cómo llegó aquel manuscrito hasta la Biblioteca del Congreso? "Lorca regaló el manuscrito a un amigo, el crítico musical Miguel Benítez-Inglott que, a su vez, alrededor de 1951, lo regaló al poeta canario José María Millares Sall, cuya obra Liverpool tiene tanto en común con Poeta en Nueva York. No se sabe en qué circunstancias volvió el manuscrito de Oficina y denuncia a Nueva York, pero en 1964 el musicólogo Hans Moldenhauer lo compra por 230 dólares en una subasta de las galerías Charles Hamilton. Este entendía poco de la poesía de García Lorca, y al leer un texto declara, en su catálogo de 1964, que Lorca había compuesto el poema en una especie de neblina alcohólica! No sé por qué, pero Moldenhauer añadió el autógrafo lorquiano a su colección, importantísima, de autógrafos musicales, y antes de su muerte lo donó a la Biblioteca del Congreso".
Ahora sale a la luz gracias a un hallazgo casual pero pormenorizado que permite a los lectores sentirse partícipes de aquel momento en que Lorca lo escribió algún día de enero de 1930.
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