Cuando los hidalgos no pagaban impuestos
El Archivo de la Real Chancillería expone hasta el 28 de febrero ‘Hidalgos y ejecutorias’, un recorrido por la historia de esta clase nobiliaria
Si Vicente del Bosque hubiera nacido hace unos cuantos siglos, su título de marqués le sería mucho más útil. Hoy, dicho reconocimiento tiene un simple valor honorífico pero en tiempos de los Reyes Católicos el seleccionador nacional hubiera recibido a cambio de la copa del mundo privilegios fiscales y políticos.
La España que hoy sube impuestos se permitió en su día hacer la vista gorda con sus nobles. Había diferencias de clase. Duques, condes y marqueses no tenían nada que demostrar –simplemente gozar de serlo porque la suya era una nobleza de linaje–. En cambio, los hidalgos lo tuvieron un poco más complicado. A pesar de serlo por una serie de servicios a la Corona, ya fuera en razón de sus bienes, de méritos militares o de mercedes regias, debían demostrarlo a través de los Pleitos de Hidalguía que se solucionaban única y exclusivamente en la Chancillería de Valladolid –para los que vivieran en el norte del Tajo– y la de Granada –para los del sur–.
Una exposición en el Archivo de la Real Chancillería de Granada muestra hasta el 28 de febrero un recorrido por la historia de su lucha por conseguir ser hidalgos a través de trece documentos en pergamino que van del año 1431 al 1598 y que se escribieron en los reinados de Juan II, Enrique IV, los Reyes Católicos, Juana I y Carlos V. Si bien gracias a la literatura el más famoso será para siempre el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en un censo de la España de 1797 fueron calificados como hidalgos nada menos que 400.000.
El problema era que en un tiempo como aquel, donde eran comunes las repoblaciones sobre todo en el sur de España, los hidalgos que fueran a vivir a otro municipio que no fuera el suyo debían comenzar un pleito contra su Ayuntamiento para obtener el ascenso social que le correspondía puesto que podía haber fraudes y falsos hidalgos.
El director del Archivo de la Chancillería, David Torres, explica que aún hay mucha confusión en torno a los títulos nobiliarios y mucha gente que llama intentando completar su árbol genealógico, pero Torres avisa que ser hoy marqués, conde o hidalgo “no conlleva los beneficios que procuró hasta el fin del Antiguo Régimen”.
Hidalgos y ejecutorias, que se puede ver en visitas guiadas, ayuda al espectador a aclarar ciertas dudas mostrando los expedientes originales de ejecutorias de hidalguía que se conservan en el Archivo, algunas de ellas muy ricamente adornadas. “Hasta 1834, en el Antiguo Régimen, la nobleza fue un estamento privilegiado. Dentro de la nobleza había muchas escalas”. Torres aclara que la más alta era la nobleza titulada (los grandes de España, los duques de Alba o de Medinaceli...) y en la más baja estaban los hidalgos.
La hidalguía no suponía siempre un título, pero sí la exención de pagar impuestos y la posibilidad de acceder a la mitad de los oficios que componían un municipio; por eso los Ayuntamientos se tomaban muy en serio los pleitos. “Antiguamente había padrones tal y como los que existen hoy, pero estos padrones estaban divididos en dos estamentos: el pechero pagaba todos los impuestos y el noble estaba exento de las cargas municipales” .
Cuando un presunto hidalgo se iba a vecindar en una población tenía que demostrar que lo era. “Se ponía en duda que fueran nobles porque mientras los hidalgos que vivían en los señoríos del rey o los que se quedaban en su pueblo eran conocidos por todos, acudían a los llamamientos del rey para hacer la guerra y siempre se habían beneficiado de sus privilegios”, los que cambiaban de municipio eran extraños. Mientras demostraban la nobleza de su ascendencia, el Ayuntamiento les embargaba los bienes y les tachaba de pecheros hasta que no se demostrase lo contrario.
Aquí se pueden seguir los casos de los hermanos Juan y Francisco de Vera en el pleito con el concejo de Cervera (Cuenca) o el de Jimén Pérez Corella Fajardo en el de Lorca (Murcia). Como explica Torres, los futuros hidalgos debían pasar tres Actos Positivos o sentencias ante la Chancillería: en primera instancia, ante una sala de Hijosdalgo y notarios de los reinos; una segunda ante los Oidores (segunda instancia o de vista); y de nuevo ante los mismos oidores (en tercera instancia o de revista. Cuando era favorable se les concedía la ejecutoria, “siempre en pergamino porque era un privilegio tributario”. A partir de ese momento, estaban exentos de las cargas fiscales concejiles.
Dice la tradición que en el siglo X, en medio de la Batalla de Clavijo, apareció Santiago Matamoros con su caballo blanco y ayudó a los cristianos a ganar la batalla. El origen de los hidalgos está ahí: ellos eran quienes acompañaban a los reyes en las mesnadas. Cuando el rey hacía un llamamiento para la guerra acudían los caballeros con su propio caballo y su armamento. El rey les premiaba con otros favores. Entre 1834 y 1836 se produjo en España la denominada Confusión de los estados: el estado noble perdía sus derechos y privilegios. Sólo quedaba el título por hechos, que es el que el Rey Juan Carlos ha concedido a gente como Vicente del Bosque, Andrés Segovia o Mario Vargas Llosa.
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