La última voz de Morente
El Parque de las Ciencias acoge el estreno en Granada de 'Morente. El barbero de Picasso', el musical en el que estaba trabajando el cantaor granadino cuando le sorprendió la muerte en una clínica de Madrid el pasado diciembre
Ayer hubo lágrimas. Y emoción. Y nudos en la garganta. Y un buen puñado de corazones encogidos cuando, sobre la pantalla del Auditorio del Parque de las Ciencias apareció de pronto, vivísima, la imagen de Enrique Morente, convertido ahora, tras su muerte inoportuna y absurda, en una leyenda del flamenco de todos los tiempos. Una complicación médica en una intervención que debía ser rutinaria lo dejó en coma durante diez días y se llevó su vida el 13 de diciembre. La película Morente. El barbero de Picasso, el proyecto más reciente en el que estaba trabajando el cantaor granadino se ha convertido, por desgracia, en su testamento. Y ese testamento despertó ayer muchas lágrimas.
A estreno en Granada asistieron los guitarristas Miguel Ángel Cortés y Juan Habichuela nieto, el director del Festival de Música y Danza, Enrique Gámez; Juan Mesas, Judea Maya, Curro Albayzín y numerosos amigos del barrio del cantaor.
"Yo digo muchas veces que en el cante no hay maestros: hay discípulos". Ésa es una de las muchas reflexiones que Enrique Morente hace en la película, una cinta musical que pretendía captar el día a día del cantaor, su forma de trabajar y la relación con sus amigos y su familia. "No es una necrológica, ni un homenaje ni una biografía", explicaba hace unos días el director de la cinta, Emilio Ruiz Barrachina. "Es, desafortunadamente, el último trabajo de Morente". Por eso el cineasta no ha querido añadir ni una sola toma posterior a la muerte del cantaor, ni escenas de su funeral o su velatorio. Se ha limitado a seguir lo que estaba pactado con Enrique Morente: el proceso de creación de un disco sobre la relación de Picasso con su barbero.
La película está dividida en cuatro partes: una dedicada a la Tierra, como referencia al proceso creativo y de ensayo con sus músicos. Otra dedicada al aire, que simboliza a su familia, a Granada, al Albaicín y el Sacromonte. Otra dedicada al agua como origen de todas las cosas, y una última relacionada con el fuego, que incluye la actuación que Morente ofreció en el Liceu de Barcelona y que hizo que el público quedara rendido ante él.
Uno de los momentos más emocionantes por todo lo que sucedió después es la secuencia que presenta a Enrique Morente en el Centro Reina Sofía de Madrid cantando ante el Guernica, de Picasso. Esa escena se grabó tan sólo dos noches antes de que ingresara en la clínica privada La Luz, de la que ya no saldría. Igualmente emotiva es la escena en la que Morente canta Ángel caído, un tema de Antonio Vega, acompañado al piano por Federico Lechner. Es la última grabación de la voz de Morente.
El musical es un documento fehaciente de la fuerza y de la vida de la que gozaba Morente en los últimos tiempos y en nada hace presagiar el desastroso resultado de la operación a la que fue sometido. Ahí se encuentra un Morente creativo, ingenioso, siempre destilando sentido del humor y curiosidad por todo lo nuevo. El cantaor hace continuas referencias a su pasión por Picasso y su admiración por la manera de romper fronteras del pintor.
Un concierto en Buitrago de Lozoya, lugar de nacimiento del barbero Eugenio Arias, un exiliado español que terminaría siendo uno de los grandes confidentes de Picasso, pretende homenajear la relación entre los dos a lo largo de los años, el motivo del próximo y póstumo disco de Morente, El barbero de Picasso.
La película es el resultado de un año de trabajo entre el equipo de Ruiz Barrachina, que contaba con hasta siete cámaras distintas, y el propio Morente. Ruiz Barrachina quiso limitarse a seguir, sin interferir, el quehacer diario del cantaor y plasmar de la forma más absoluta la libertad de éste a la hora de trabajar. Las circunstancias de la muerte de Morente han hecho que ahora tenga un significado especial pueda ser considerado en el futuro como una suerte de legado creativo, algo que no estaba en las pretensiones ni del cantaor ni del director.
En todo momento Morente exhibe su poderío como uno de los más grandes del cante de todos los tiempos, su dominio de todos los palos y su capacidad para emocionar al público en sus actuaciones en directo o hipnotizar a alguien en el cara a cara de su vida diaria.
Morente pasea por el Albaicín, saluda a sus amigos, tiene siempre un comentario jocoso o lleno de finísima ironía, y una filosofía en la que para él, la familia y la amistad eran lo más importante.
Aparece un Morente sagaz, intuitivo, sensible ante las grandes obras de arte, sean del género que sea, presintiendo siempre la fuerza que hay oculta en algo nuevo o distinto. Todo eso lo vuelca en su propia familia, con la que por primera y última vez aparece cantando en los Baños Árabes, arropado por su mujer y sus tres hijos. Ése es su gran legado.
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