Cambio de sentido
Carmen Camacho
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NO son muchos los actos que hay convocados por el aniversario del fallecimiento de Morente, pero nosotros nos detendremos en uno concreto, quizá el más entrañable. Lejos del ruido atronador de los acontecimientos que fija el calendario, en las inmediaciones de la Calle San Matías, calle donde por cierto también naciese el embrión de la Peña de la Platería, se ubica la guitarrería de Rafael Moreno. Su taller, donde se confunde el aroma de las maderas con el de viejos retratos que acarician el recuerdo de innumerables vivencias a lo largo de tantos años de afición, era un lugar frecuentado por Enrique Morente, quien encontraba en este entrañablemente flamenco que es Rafael Moreno a un cómplice y a un amigo.
Hace unos veinte días se reunieron en este enclave musical el entorno más íntimo de amistades del añorado cantaor. El anfitrión de la casa, Rafael Moreno, otro peso pesado del flamenco granadino, el guitarrista y también guitarrero Francisco Manuel Díaz, y junto a ellos, el gran aficionado Antonio Sánchez, su compadre Felipe, arquitecto y entrañable amigo de Enrique Morente, José Antonio Soler, asiduo acompañante y amigo personal del cantaor, el ex presidente de la Platería, Antonio Gallegos y el productor Juan Mesas, que también formaban parte del círculo más cercano a Morente, entre otros.
Irrumpimos en su rememoración, un acto sencillo e íntimo, donde a penas hubo lágrimas ni excedencias patéticas, en medio del vino, de las jarras, de las risas, del cante... Robamos un cacho de intimidad para contarlo en estas páginas, y un par de palabras a los guitarreros Moreno y Díaz. Este tipo de reuniones era en las que el maestro albayzinero se sentía especialmente a gusto, y ahora, algo suyo hay esparcido entre sus amigos más cercanos. Francisco Manuel Díaz nos comenta: "Lo hemos rememorado antes de un fecha tan grave para nosotros, como es el año de la muerte de Enrique. Hemos estado a gusto, ha sido beber y beber, que de llorar ni una lágrima". En medio de la reunión, Aurora Carbonell, viuda de Morente, llama a Rafael Moreno para agradecerle el motivo.
Francisco Manuel Díaz recuerda que la última vez que vio a Enrique Morente fue "un par de meses antes de que muriera, poco después del mismo verano de ese fatídico invierno, fue de estas cosas tan impensadas, y de buenas a primeras dice Enrique, el primero, siempre era el primero, coge la guitarra, y yo, Enrique que llevo quince años sin tocarte y dice ¿y qué?", nos cuenta Francisco Manuel entre la emoción y el humor del recuerdo. De ese encuentro ha quedado una grabación privada donde Morente canta acompañado por Francisco Manuel Díaz por seguiriyas, fandangos y tientos. "Y te deja planchado", relata Díaz "y luego la suerte es que dentro de lo que es una fiesta, lo escuchas a toro pasado y dices joder qué documento más bonito".
Rafael Moreno conserva tazas con los nombres de todos los personajes que visitan su guitarrería. La jarra de Morente aguarda escondida en su rincón. "Porque yo tengo la impresión de que Enrique cualquier día aparece por la puerta", comenta Rafael Moreno, en consonancia a lo inesperado de su desaparición. "¿Sabes cómo nos llamábamos Morente y yo?", espeta Francisco Manuel iluminado por el recuerdo. "Cuando nos encontrábamos decíamos, ¡cucha, el hijo de la Engracia! Y yo le contestaba, ¡mira el hijo de la Encarna!". Las madres de Morente y Díaz tenían su trabajo en las inmediaciones de la Plaza de las Pasiegas, y de ahí vienen los primeros recuerdos de ambos, jugando de pequeños en esta plaza.
Rafael Moreno nos cuenta con ese humor socarrón del que hace gala que el encuentro ha sido así: "Yo sabía lo que a él le gustaba, entonces a los íntimos pues los llamé y nos tomamos una copa en memoria de Enrique, puse una foto de él que está muy guapo en el centro, y ya está, su música, su cante, estuvimos hablando y cantando hasta que nos emborrachamos y punto". Le preguntamos por una grabación que hace mucho tiempo escuchamos en su guitarrería y nos asegura que es la misma que Morente escogió más tarde para su disco en directo. "Me dijo que por favor no saliera de aquí, y no se la presté ni a Pepe Habichuela que luego el mismo Enrique me dijo, hombre Rafa, no seas tan duro, y yo le dije, Enrique me has dicho a nadie y es a nadie", comenta entre risas el guitarrero. La grabación pertenece a un festival que celebró un colectivo de asociaciones de la guitarra del que Morente era el presidente de honor, y el cante es una espectacular soleá en la que Morente echa mano de su personalidad más profunda "Que hasta que la noche llegue/ nadie hable mal del día/ hasta que la noche llegue/ yo he visto mañanas tristes/ tener las tardes alegres".
Poco antes de culminar la reunión, Rafael Moreno propuso a los presentes organizar un encuentro de estas características todos los años pero alguien dijo que mejor cada tres meses, y en eso concluyó. Morente tendrá un pequeño y entrañable homenaje cada tres meses, en la intimidad de cualquier rincón que ellos mismos escojan, aquellos que compartieron con él tantos y tan buenos momentos de cante, en las noches en que el maestro se hacía grande en el rito sagrado que es en sí el cante flamenco y que brota especialmente cuando el artista se encuentra a gusto, bien rodeado por finos oídos y paladares exquisitos para el cante.
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