Érase una vez
Agustín Martínez
Masoquismo andaluz
la colmena
LA 'primavera árabe' fue obra de "jóvenes y mujeres" pero se la han apropiado "los hombres y los militares". Era una periodista egipcia, Shahira Amin, quien denunciaba hace unos días en Córdoba cómo los mismos militares que mantuvieron a Mubarak en el poder se han hecho con las instituciones y están siendo responsables de un progresivo deterioro de los derechos civiles y humanos: "El día que el dictador abandonó el país doscientos hombres asaltaron sexualmente a una periodista en Tahrir; poco tiempo después volvieron a permitirse las pruebas de virginidad a las mujeres que habían hecho la revolución; volvieron las detenciones y las torturas".
Amin abandonó hace un año su puesto como responsable de la televisión nacional egipcia para contar de primera mano lo que estaba ocurriendo en la Plaza Tahrir. Lo que ocurre en Egipto, pero también en Afganistán, Mali, Georgia o Libia, los países en los que se ha jugado la vida la corresponsal de guerra Mayte Carrasco. La periodista granadina, que recibirá el próximo miércoles el premio del Club Internacional de la Prensa, regresaba esta semana a su ciudad para presentar su primer libro, La kamikaze, y lamentaba que en los medios nos sigamos ocupando más de lo "impactante" que de lo "importante".
Aunque en demasiadas ocasiones es el impacto de lo irrelevante lo que revela lo importante. Les pongo un ejemplo. La última polémica del Máster de Augusta. ¿Puede la actual directora ejecutiva de IBM ser miembro, de pleno derecho, del exclusivo club de golf? Irrelevante si lo comparamos con la sumisión de la mujer en el mundo árabe y de explotación en África. Superfluo si pensamos en la escalada de ataques de derechos que se está produciendo a uno y otro lado del Atlántico y en la involución que sufrimos en la 'civilizada' Europa respecto a conquistas democráticas que han costado siglos de lucha. Pero no es baladí. Hablo de igualdad. Y los gestos, los símbolos, ayudan a avanzar o a retroceder. En Augusta, primero fue el veto a los negros y hoy se mantiene la discriminación: ninguna mujer ha sido miembro del club desde que se fundó en 1933. Y así sigue. Virginia Rometty es una de las 50 mujeres más poderosas del mundo empresarial según la revista Fortune. Insuficiente para el Augusta National.
A unos meses de los Juegos Olímpicos de Londres, la FIFA acaba de permitir que las futbolistas musulmanas jueguen con un velo que les tape el cabello y el cuello. La decisión se tomará en julio pero ya se ha producido todo un movimiento de apoyo. Incluso la Human Right Watch ha presentado un informe denunciando las trabas que Arabia Saudí pone a sus mujeres para el deporte, los "pasos del diablo" que denuncian sus clérigos, y ha pedido al COI que vete su participación.
Otra cuestión menor al lado de, por ejemplo, los crímenes de honor. A la joven palestina K. K., universitaria, de 22 años, casada con su primo, la encontraron hace un mes con un supuesto amante en una playa al sur de la Franja de Gaza. Cuando llegó a casa la obligaron a beberse una botella de herbicida. Había que limpiar el honor de la familia. Pero no murió. Ingresó en el hospital y empezó a recuperarse. Su tío sólo se enfrenta a unos meses de cárcel por meterle una pistola en la boca y pegarle un tiro .
Pienso ahora en la Iglesia. En la nuestra. Fue el Jueves Santo cuando el Papa acallaba a los curas 'rebeldes', al grupo de trescientos sacerdotes austriacos que suscribieron un manifiesto en internet para renovar la institución defendiendo, por ejemplo, el sacerdocio de la mujer. ¿Es "desobediencia" pedir para todos esa promesa de trabajo fijo y vida apasionante que lanzaron en su última campaña para captar vocaciones?
Ni es irrelevante ni es menor la responsabilidad cuando nos callamos y convertimos en partícipes del retroceso. Hombres y mujeres. Porque donde no hay discriminación, precisamente, es en la perpetuación de la desigualdad. Ahí está el 'tea party' americano, ahí están las 'Aguirre' españolas y ahí están las diputadas de los Hermanos Musulmanes que están dando marcha atrás a los avances logrados. La igualdad sólo será efectiva cuando nosotras, las mujeres, no seamos cómplices y mucho menos protagonistas de la involución. Cuando sea cotidiana y mediocre. Cuando lo irrelevante deje de esconder lo importante. Cuando se sienten en el banquillo todas las monjas que se creyeron con derecho a 'robar' tu bebé.
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