María Escudero

Olvidadas

público y privado

17 de octubre 2012 - 01:00

LA represión franquista tuvo unas formas específicas cuando se aplicó a las mujeres. No me refiero a las esposas hermanas o compañeras de los que lucharon por las libertades, estaban con la República o eran represaliados políticos, ni tampoco a las mujeres que por sÍ mismas se atrevieron a mostrar su posición política contraria a la dictadura. Éstas padecieron toda suerte de humillaciones y castigos y además tuvieron que arrastrar durante años y años las consecuencias de la pérdida de los seres queridos, del exilio y del expolio económico. Aunque en nuestro país no hemos sabido aún hacer justicia a las víctimas del franquismo, empezamos a conocer la verdad de lo que sufrieron estas mujeres. Pero yo hoy quiero hablar de otras mujeres y de niñas y adolescentes que sufrieron brutalmente del aleccionamiento moral del nacional-catolicismo que se aplicó a través de instituciones franquistas, como el tribunal tutelar de menores o el patronato de protección de la mujer. Centros de acogimiento de niñas jóvenes o mujeres regidos por la Sección Femenina o Acción Católica y en otros casos por congregaciones religiosas que aplicaron las prácticas más degradantes que imaginarse puedan.

En un libro de Consuelo García del Cid recientemente publicado por la editorial Algón que se titula Las desterradas hijas de Eva se encuentran testimonios de niñas que estuvieron en el Preventorio antituberculoso de Guadarrama y de jóvenes internas en la Maternidad de Peña Grande. Las condiciones en las que estaban no eran sólo las derivadas de la privación de libertad, eran sobrecogedoras porque la violencia, el maltrato y los abusos, impropios incluso para los regímenes carcelarios más duros que se puedan imaginar, eran sus condiciones cotidianas de vida. Si terrible nos parece lo que padecieran chicas que, a veces pagadas por su familia, acudían a protegerse del contagio de la pandemia de tuberculosis que asoló a nuestro país en aquellos años, mucho más horripilante fue lo padecido por las jóvenes consideradas descarriadas cuyo delito podía ser un cierto grado de rebeldía juvenil, o tener compañías no aceptadas por la familia y sobre todo el más terrible de los delitos: estar embarazas, y ser por eso consideradas "putas", y en consecuencia la vergüenza de la sociedad y de sus familias.

La barbarie fascista puede explicar los castigos físicos y corporales, pero es necesario hacer un análisis basado en el género para poder entender por qué además se las castigaba moral y espiritualmente. Las niñas, las jóvenes , las mujeres eran víctimas desgraciadas de la alianza del franquismo y el machismo patriarcal que se sustentaba en un modelo de mujer que debía ceñirse a los estrechos patrones de objetos sexuales y madres y sobre todo ser las portadoras y defensoras del citado modelo.

Ya conocemos que muchas de estas chicas son las madres a las que se les arrebataron sus hijos bajo presión y engaño. El grado de sufrimiento y el largo tiempo que duró -los últimos centros se cerraron ya en democracia- nos obliga a investigar todos estos hechos y esclarecerlos, por justicia y porque forman parte de nuestra memoria colectiva.

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