
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un cowboy iluminado de otra época
El Observatorio
UNA de las principales recompensas -extrínsecas a la investigación- que me ha otorgado mi trabajo científico ha sido, sin duda, la oportunidad de viajar por casi todo el mundo. El beneficio que uno obtiene de los viajes siempre supera las molestias y cansancios. Las tierras que observa, las formas de vida que aprende, las obras de arte que atestigua, la fisonomía de las gentes ensanchan el horizonte vital y nos ayudan a vivir constatando el hecho casi mágico de miles, de cientos de miles, de millones de vidas paralelas a la nuestra. ¿Se ha parado Vd. a pensar que mientras que está leyendo esta columna el resto de los habitantes del planeta están realizando alguna otra función que Vd. mismo desempeñará en breve, o lo afortunado que es por no tener nunca que llevarla a cabo? Vidas que caminan por senderos en apariencia distintos pero que guardan con los nuestros paralelismos inexcusables. Vidas tan libres o tan cautivas, tan gozosas o a veces tan tristes, tan afortunadas o no dependiendo de los ámbitos geográficos, económicos o políticos. Con idiosincrasias tan diversas que uno aprecia acaso más proximidades culturales en el Extremo Oriente que en la propia Europa.
El embeleso por los nuevos paisajes, la sorpresa por las viejas (o nuevas) urbanizaciones, la benignidad o inclemencias del tiempo, la forma de reírse de las gentes, sus fórmulas de cortesía, los prejuicios comunes a cada sociedad, las maneras de comportarse en público, la sonoridad del lenguaje -alguna tan próxima, otras tan lejanas-, todos y otros muchos más son elementos enriquecedores que solo los viajeros pueden apreciar. Siempre me ha gustado decir que viajar es la mejor vacuna contra el ombliguismo, contra la estrechez de miras que nos conduce a pensar que vivimos en el paraíso. Como aquí no se vive en ningún sitio. Pues no, oiga, como aquí y mejor que aquí se vive en muchísimos sitios y la pena es que no podamos disfrutarlos todos. Porque, además, los juicios son relativos. Lo que es mejor para mí ahora, puede no serlo para Vd. mañana. Viajar nos previene de pensar que somos distintos porque hablamos diferente o comemos distintos alimentos o poseemos más variadas tecnologías. Nos hace ver que, en realidad, esos argumentos pueblerinos con que demagógicamente nos asedian de cuando en cuando los políticos, solo obedecen a razones de poder y, por tanto, económicas. Y es que son esas diferencias las que nos hacen ser iguales sin ser los mismos. Por eso, justamente porque he vuelto a ver diferencias en mi último viaje, porque he visto diferencias y también similitudes es por lo que he decidido escribir esta columna.
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