
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un cowboy iluminado de otra época
El Observatorio
NOS duela más o menos a algunos, es innegable que las sociedades reciben una impronta demasiado grande, yo diría que determinante en muchos aspectos, de la religión. Tanto es así que aún hoy en día hay zonas del mundo que no han superado la Edad Media. ¿Cómo es posible que se admita como democrática una constitución que establece la igualdad entre hombres y mujeres salvo en aquellos casos en los que se conculque la ley coránica? ¿Qué ley coránica? ¿La que interpretan los iluminados imanes, únicos con la razón suficiente para comprender los textos? El común de los mortales no puede entenderlos en toda su extensión y, por tanto, es hasta recomendable que no los lea. Así se le pueden contar adecuadamente. (Eso me recuerda mi infancia y adolescencia en la que crecíamos, sin ir más lejos, con el mito de Job como el paradigma de la paciencia. Sin embargo, si alguien se lee detenidamente el Libro de Job, comprueba cómo sus reacciones ante un Yahveh insidioso, cruel y caprichosamente despiadado son las normales: las de la queja, la rabia y casi la blasfemia porque este señor era humano). Pero es más, para deshonra y vergüenza de occidente, se confunde tolerancia con modernidad y se permiten tales prácticas medievales en medio de nuestras calles. Que una mujer no solo acepte sino que desee llevar un burka, o incluso un simple pañuelo sobre su cabello, como muestra de su modestia, castidad y sumisión al varón debería ser motivo de bochorno colectivo y erradicado de nuestra vida diaria, de la misma forma que fue erradicada la esclavitud: no olvidemos que había esclavos -y sobre todo esclavas- que adoraban a sus amos. Por eso admiro los valores republicanos franceses que, simplemente, han prohibido semejantes manifestaciones en lugares públicos. Que los países supuestamente democráticos toleren en otros la aparición y juego en las urnas de partidos semi o totalmente religiosos simplemente mirando hacia otro lado no deja de ser una muestra hipócrita de que lo que de verdad interesa a los políticos: el equilibrio de fuerzas necesario para mantener el statu quo inclinando siempre la balanza a los intereses de quienes los mantienen en el poder. Si algo ha supuesto el alcance paulatino de la modernidad en occidente, siempre lento pero progresivo, es en desprendernos del poder terrenal del clero, en la separación de lo divino y lo humano. Pero aún queda mucho por recorrer y muchos son los intentos de involución. El otro día, por ejemplo, el obispo de Sant Felíu de Llobregat decía que los fetos no son posesión de sus madres. Estemos atentos.
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