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AL pie de la torre de la iglesia de San Bartolomé jugaban unos chiquillos hacia mediados de los años sesenta. El tráfico y las nuevas tecnologías no habían irrumpido aún en nuestras vidas y lo más común era ver a los niños diableando en las calles. Todo se muestra en calma. Una imagen similar a la que podemos encontrar hoy, aunque con algunos matices.
La población de este histórico barrio ha disminuido. Principalmente, debido a las incomodidades que impone la Administración a los vecinos. Un simple hecho cotidiano como realizar la compra puede convertirse en una aventura debido a las restricciones de tráfico o los cambios en la línea de transporte urbano. A ello hay que añadir el lamentable estado de algunos de los rincones de este espacio urbano.
En varias ocasiones hemos aludido a este problema desde esta sección. No nos cansamos de lamentar el deterioro que sufren algunos edificios históricos, solares abandonados o casas en ruina, por no citar las numerosas pintadas que nos encontramos por las calles del Albaicín ocasionando un impacto visual que rompe con la estética de este histórico barrio. No se percibe una intervención general por parte de la administración. Eso sí, las zonas más transitadas por el turista intentan mantenerse con un buen aspecto.
Esto no es sostenible. El barrio necesita una intervención integral. Como siempre, en lugar de intentar una solución consensuada, el Albaicín se convierte en el arma política arrojadiza entre unos y otros. Sin ir más lejos, en los últimos meses se ha puesto en entredicho la declaración del Albaicín como Patrimonio de la Humanidad. Este argumento ha sido utilizado para arremeter contra el Ayuntamiento ante el malestar, con razón de los vecinos, por el deterioro que está sufriendo el barrio.
En los últimos días, hemos conocido que el Albaicín no perderá este título. Así lo ha reconocido la presidenta de Icomos España, María Rosa Suárez-Inclán: "En este momento no hay peligro de que salga ningún bien español, andaluz o granadino de la lista. Si por mí fuera sí sería así, pero no uno granadino, precisamente".
De momento, el próximo año la Agencia Albaicín tendrá que elaborar un documento con los edificios y su estado de conservación. El objetivo es renovar el compromiso de 1994 con la Unesco y que el Albaicín no pierda el título de Patrimonio de la Humanidad.
Una acción conjunta entre las administraciones para preservar este espacio de gran interés turístico pero que a la vez mantenga su imagen tradicional, sería lo más deseable. Propuestas como la construcción de hoteles con encanto en el Albaicín podrían convertir el barrio en un escenario sólo para turistas, desplazando a la población y a los comercios que aún permanecen abiertos.
Lejos nos quedan imágenes como las que captaba Pepe Romero a finales de los años sesenta con los chiquillos jugando en la calle San Bartolomé o la tranquilidad absoluta de la calle Capellanes cuando asomada al balcón, una señora esperaba a su panadero y como fondo, la Torre de la Vela. Un bello paisaje urbano Patrimonio de la Humanidad.
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