La Rayuela
Lola Quero
Tierra de espías
La esquina
EL Partido Comunista de Andalucía lanzó ayer una arriesgada propuesta: la creación de un bloque social y político que concurra a las elecciones municipales y, más tarde, a las generales, con el decidido propósito de disputarle el poder a los partidos hasta ahora mayoritarios. Se trataría de unir las fuerzas de la izquierda radical (IU, Podemos, Equo y otros colectivos) con un objetivo absolutamente claro, que no es otro que acabar con el "bipartidismo monárquico" y abrir "un proceso constituyente en España". En otras palabras, liquidar el sistema democrático nacido de la Transición.
Si el comité central del PCA aprueba la iniciativa y la asamblea de Izquierda Unida la hace suya -y todo apunta a que ambas cosas ocurrirán más pronto que tarde-, la coalición que dirige Antonio Maíllo habrá dado un paso de gigante hacia su consolidación como partido antisistema. Y también hacia la incongruencia, porque con esa vocación ¿qué hace gobernando la Junta de Andalucía con los socialistas que defienden la Constitución y la monarquía parlamentaria? Le da nueva munición a Susana Díaz para acabar con el bipartito.
Para que no quede lugar a la duda, el secretario general del PCA, José Manuel Mariscal, que es quien ha adelantado la iniciativa, titula su informe Por un frente popular para la revolución democrática. Ponemos la expresión en mayúsculas, Frente Popular, y ya tenemos atemorizada a la mayor parte de la población, pero eufóricos hasta el orgasmo a los ex jóvenes comunistas que abominan del viejo PCE de Santiago Carrillo y su pactismo y abrazan el dogma de la Memoria Histórica para inventarse una ruptura con el régimen franquista con efecto retroactivo.
Todos los partidos se han sentido lógicamente interpelados por la irrupción de Podemos en las elecciones europeas y en todas las encuestas posteriores. Pero de entre todos ha sido Izquierda Unida la que más miedo ha demostrado y con más precipitación y atolondramiento ha reaccionado. Al borde de la histeria, ha decidido ya que Podemos, que es un movimiento de indignación y no un partido en sentido estricto, le hace la competencia directa como referente de la izquierda radical.
Cree que esta radicalización le acercará al poder. Seguramente ocurrirá lo contrario. La España de los años treinta del siglo XX se parece poco a la del año catorce del siglo XXI, un país de clases medias moderadas, ajenas a Frentes Populares.
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