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Una vez más se unen en las bonitas calles albaicineras el arte, el embrujo y el recuerdo de artistas ilustres. En este caso es el escenario la recoleta Placeta de la Gloria a la que se llega por la pintoresca calle del mismo nombre desde la Carrera del Darro dejando la Alhambra a la espalda. Subir la calle Gloria y volver la cara cada tres pasos es todo un ejercicio de sensibilidad y buen gusto por la sorprendente vista del monumento nazarí que atrás va quedando aunque parece que se nos viene encima.
Nos acompañan en la subida las tapias del convento de San Bernardo que anuncia con modesto cartelillo los elaborados dulces de las monjas; enfrente los muros de un museo arqueológico lamentablemente callado y la preciosa casa morisca en la que un día vivió una entrañable mecenas granadina, doctora en Historia del Arte y mujer de sensibilidad exquisita, Angelina Torné.
A punto de terminar la calle se abre la callada y casi desapercibida Placeta de la Gloria. Al fondo asoman las ventanas de un templo del arte; nunca ví tanta joya en tan pocos metros cuadrados: es el Museo de Juanma Segura y Paco Jiménez. La nutrida colección particular esmeradamente cuidada tiene su entrada por la calle Zafra. Espectacular pinacoteca que sirve de magnífico retablo de fondo a la empedrada y silenciosa Placeta de la Gloria. Solo y nada menos que por esto merecería la placetilla más gloria.
Queda el recoleto recinto presidido por la elegante figurilla que representa al pintor inglés, nacido en isla de Wight. Vino a Granada George O. Apperley hace exactamente un siglo, corría el año 1914. Se enamoró, no sé muy bien si de la belleza del Albaicín o de la joven y guapísima granadina Enriqueta Contreras, o de las dos. Desde entonces aquí se quedó, aquí vivió y aquí pintó hasta su marcha a Tánger en 1932. Murió en 1960.
Dejamos para los especialistas la amplia biografía artística de Apperley y nos quedamos con el recuerdo de su figura en la Placeta de la Gloria. Allí también se presiente la mano de otro gran artista tan vinculado a Granada, Mariano Benlliure, aunque sea por estas cuatro huellas de su arte que para nosotros resultan entrañables: el monumento al granadino Álvaro de Bazán en la Plaza de la Villa de Madrid, el simbólico monumento a Isabel la Católica y Colón en el corazón de Granada, el busto en mármol del Duque de San Pedro de Galatino conservado en el Museo de la Casa de los Tiros y la preciosa figurilla del pintor inglés "granadino del Albaicín" Jorge Apperley que preside la Placeta de la Gloria, expuesta tanto a ser admirada como a ser agredida. Gamberros vandaloides, generalmente de importación, nunca faltan en las noches albaicineras. Aún lamentamos las agresiones que el bonito rincón ha sufrido.
Todavía recuerdo la curiosa anécdota que me contó el dependiente Julio en la pastelería López Mezquita en 2008. Los llamados "apperleys" eran unos pasteles rellenos de mermelada con pistacho arriba, bautizados con ese nombre desde que el pintor inglés, allá por el año 1925, mandó que le subieran a su casa de la Plaza de San Nicolás. Pasteles que él mismo dibujó en un papel al no conocer su nombre. Aún se conservan la "obra" manuscrita en la que se lee "6 pastelicos de estos" y los dulces a diario en el obrador.
Placeta de la Gloria, escondida, agredida y admirada a la vez. Tienes el embrujo del Albaicín en tus piedras, la sombra de casas moriscas y de conventos de monjas calladas; arte y artistas te vigilan; un museo espectacular abre a tu fuente sus ventanas desde la calle Zafra y la huella inolvidable de dos artistas en envoltura de hiedras y reja barroca: Apperley y Benlliure. Placeta albaicinera, mereces más respeto, más miradas, más gloria.
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