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UN poeta es alguien que nunca sabría precisar los conceptos, que no podría definir nuevos matices de las categorías antiguas; alguien que escribe a partir de nada. Son palabras de Adam Zagajewski, el gran poeta polaco que el pasado sábado leyó sus poemas en el Centro Lorca. Es la primera lectura de poesía en el Centro, después de una obra de teatro y dos exposiciones; la última, Teoría del duende, recientemente inaugurada, con cuadros de Picasso, Dalí, Miró, Juan Gris, Guerrero, Roberto Matta.
Adam Zagajewski, digo, es el primer poeta que lee en el Centro Lorca; y han escogido bien quienes lo han elegido. Lo demuestran sus poemas, que podemos encontrar en Deseo, Antenas, Mano invisible, traducidos al español y publicados en Acantilado, o su antología de Pre-Textos, o su hermosa memoria-diario-apunte-ensayo (todas estas cosas podría decirse que es) En la belleza ajena, en la misma editorial. Por no hablar de sus numerosos reconocimientos literarios. Y, también, de sus pérdidas (a menudo, las pérdidas contribuyen a hacer a un poeta); un poeta que perdió, lo dice él mismo, no una sino dos patrias en su infancia: su ciudad natal (¿puede haber pérdida mayor?), primero polaca y después ucraniana, y la segunda, provocada por lo que él llama el "estilo soviético de gobierno" que lo privó (¿hay mejor manera de decirlo?) del "acceso a la evidencia universal a la verdad".
No éramos muchos el sábado en el Centro Lorca, dato inquietante cuando hablamos de la oportunidad, no muy frecuente en Granada, de escuchar a un poeta como Zagajewski. Porque como él mismo dice "lo peor no son los panfletos contra los poetas; lo peor es cuando nadie escribe panfletos contra la poesía. Lo más peligroso es la indiferencia, la ilimitada indiferencia de los pasajeros de los trenes suburbanos y de los fanáticos adictos a la televisión". ¿Indiferencia ante la poesía en Granada? ¿Demasiada adicción a la televisión o quizás a Facebook? ¿O acaso un inexplicable desinterés de quienes deberían difundir la cultura y las actividades del Centro Lorca?
Quedémonos con el duende de Zagajewski; con su palabra luminosa y profunda: "Poetas fotografiados, / pero nunca / cuando ven realmente, / poetas fotografiados, / estantes con libros como fondo, / pero nunca en la oscuridad, / nunca en silencio, / en la noche, en la incertidumbre, / cuando vacilan, / cuando la felicidad, como el fósforo, / cubre la cerilla".
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