Miguel Caballero

Asesinatos viles y alevosos

17 de agosto 2016 - 01:00

Los viles y alevosos asesinatos del maestro republicano Dióscoro Galindo, de los fontaneros y banderilleros ocasionales, los anarquistas Galadí y Melgar junto con el poeta Lorca, fueron perpetrados con al menos nocturnidad en una noche sin luna. ¡Hasta la noche de las primeras horas de la madrugada del día 17 de agosto de 1936 les negaría su luz y sobre todo al poeta que tantas veces la cantó en sus versos!

En aquellos Llanos de Corvera, pertenecientes a la sierra de la Alfaguara hace 80 años, una escuadra compuesta por guardias de asalto, algunos voluntarios de gatillo fácil -como Benavides, cuyo deseo era el de ingresar en el cuerpo de la Guardia de Asalto y ademas sobrino nieto de la hermana de la primera mujer del padre del poeta-, otros por ser buenos tiradores -como Jiménez Cascales, el cual pidió el relevo de aquella cruel misión en cuanto pudo-, de edad ya avanzada para estar en activo en misiones de guerra como el cabo Ajenjo y algunos otros con otras motivaciones configuraron en los días de aquel agosto de 1936 aquella escuadra con aquella misión de ejecutores. Un sobresueldo de 500 pesetas y un ascenso de un grado en el escalafón fueron sus exigua recompensa, además del hecho de seguir a su antiguo jefe en la policía de Granada, el capitán Nestares, al único frente consolidado en Víznar por la primera bandera de falange -mandada por el propio Nestares que ejercía un carisma importante sobre ellos- completaban las motivaciones de cada uno de ellos. Alguna ampliación y aclaración de estos temas tuvieron cabida en sendos reportajes del día 3 y 4 de mayo de 2015 en este mismo medio gracias a la oportunidad que me ofreció la dirección de Granada Hoy, por lo que me siento agradecido por ello.

Pero, por desgracia, con cada uno de los nuevos y desgraciados aniversarios de la muerte de todos ellos, surgen nuevas serpientes de verano, una manera muy frívola de definir el fondo y la finalidad honrada de tales actos conmemorativos - perdón de antemano por ello-, nuevas elucubraciones, nuevas imposturas, nuevas fabulaciones, nuevas falsedades que surgen de deseos de protagonismo y de ocupar un podium entre los especialistas rigurosos y científicos en estos temas, que surgen de supuestas y casi siempre falsas declaraciones de tradición oral y de la imaginación más o menos calenturienta de según quien quiere subirse a ese podium de una manera fácil y oportunista. Y si se sigue por el camino iniciado solo lograremos tapar los hechos reales con las más tupidas y oscuras cortinas que harán imposible saber que pasó, si no se ha conseguido ya por desgracia. El proceso de enturbiar esta historia esta muy avanzado y solo conseguiremos aguas turbias con olor a cloaca en vez de aguas transparentes y limpias en las que podamos ver su fondo y ver la verdad. La tradición oral sin comprobación documental y científica ha sido más que nefasta en este tema, aunque en algunas ocasiones se realice con buen fin, aunque el resultado final no sea tan bueno. Urge por tanto poner sentido común a todo este sinsentido, hasta el bueno de don Quijote, en sus momentos de lucidez lo aplicaba con todas sus consecuencias.

Los temas históricos como los que nos ocupan hay que encararlos desde la investigación histórica más rigurosa, con muchísimas horas de estornudos, aspirando los ácaros que contienen los documentos. La investigación de estos hechos históricos no debe de realizarse tampoco con bibliografía, salvo honrosas excepciones en las que las afirmaciones vertidas en ellos ha de referenciarse forzosamente la fuente, para que el lector con ganas de profundizar en el tema pueda realizarlo con toda fiabilidad. Hay que indicar al lector dónde puede encontrar cada documento, interrelacionarnos con el mismo. Hoy en día la historia no debe escribirse para que guste a unos u otros, sino con rigor y contando los hechos sin apasionamiento personal y relatando los hechos con neutralidad, no intentando dirigir al lector a ninguna conclusión. Debemos de tener claro que el lector es lo suficientemente inteligente -o más que el que escribe- para sacar sus propias conclusiones, sin que tengamos que fabricárselas con posicionamientos políticos que deben estar en las antípodas de este tema en concreto. La historia, afortunadamente, no se puede construir ni fabricar, solo se puede narrar. La ciencia y la política, arte noble la primera y a la segunda al menos se le supone, en este tema que nos ocupa no tienen una buena relación.

El rigor en la investigación sobre la muerte del poeta por desgracia no ha existido de una manera general salvo excepciones. Los que se quieren subir a ese podium del que hablaba antes son en su inmensa mayoría opinadores, cuya opinión tratan de revestir con pluma fácil y elocuencia vacua, intentando encajar las piezas de los puzzles a golpes de martillo sin tratar de encajarlas de manera natural y lógica, y de los que hay que huir, si queremos tener una opinión certera. Urge por tanto una manera nueva de historiar este lamentable y doloroso suceso con nuevos métodos y mucha honradez histórica, y no con lo ya conocido desde hace ya unas décadas que ha perdido vigencia y está ya en periodo de obsolescencia gradual. Por tanto mi ruego para estas jornadas de aniversario es la petición de rigor y cordura, que se investigue de manera científica, sin oportunismos y con trabajo, porque el rigor surgirá sin ningún genero de dudas porque lo chabacano y lo escrito sin el mismo tiene el tiempo contado por el reloj de la historia.

Y un ultimo ruego: que la búsqueda de las personas asesinadas a instancias de sus familiares no se vean boicoteadas insolidariamente por otras familias, que cada familia, como depositarios de los restos, haga, como así marca la ley, lo que consideren oportuno, pero que tampoco intenten frenar un proceso de investigación histórica sobre los hechos que tienen una proyección mundial. No nos olvidemos de la cantidad de investigadores y universidades de todo el mundo que están en esa misma actividad, por eso permítanme utilizar la sentencia que don Quijote dijo a Sancho en una de sus muchas peripecias por los campos manchegos en la magistral novela: "Amigo Sancho, no podemos poner puertas al campo". Porque poner puertas al campo es imposible, añado, y la sabiduría popular es la madre de todas las sabidurías, sobre todo por lo práctica que resulta al estar trufada de sentido común en todos sus extremos.

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