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CUANDO se debate sobre el gasto y la orientación de las políticas públicas en cultura, no son pocos quienes cuestionan el beneficio e impacto ciudadano real de las inversiones millonarias que se realizan para conservar y restaurar el patrimonio. Y lo cierto es que hay decenas de ejemplos en nuestra provincia que justifican tales planteamientos: las iglesias, conventos y monumentos que están cerrados al público y que, aún habiendo recibido una importante inyección económica para su rehabilitación (por ejemplo a través del 1% Cultural), permanecen 'exclusivos' para sus dueños. Lo fue en su momento la Iglesia de San Juan de los Rey y lo ha sido hasta ahora la Abadía del Sacromonte, que por fin abrirá sus puertas a finales de febrero y mostrará sus tesoros, incluidos los libros plúmbeos. La Alhambra ha cerrado ya un convenio con el Arzobispado para combinar el acceso al conjunto nazarí con la visita de algunas iglesias y conventos del Albaicín. Un paso pequeño, pero reseñable, en un camino sobre el que no debería haber ninguna duda: el patrimonio es de todos.
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