La Rayuela
Lola Quero
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ME ha llamado siempre la atención la facilidad con que se colocan los que cesan en sus cargos políticos, especialmente si son de alto rango -caso de ministros o ministras- y no lo han sido por el vuelco político tras unas elecciones. Hay una especie de blindaje que hace menos duro los relevos y evitan que vayan directamente al paro, como el resto de los ciudadanos cuando son despedidos. Así, por ejemplo, la que fuera excelente vicepresidenta primera del Gobierno de Zapatero, la señora De la Vega, tendrá un retiro de oro, como permanente miembra -ZP dixit- del Consejo de Estado. Las ministras de Vivienda e Igualdad, que han pasado a secretarias de Estado, se les respetará igualmente su salario. El comentarista, a lo largo de su dilatada vida profesional, en tantas etapas históricas, ha podido constatar como los personajes de los distintos gobiernos han engrosado los consejos de administración de empresas privadas, han presidido entes diversos, algunos han regresado a sus cátedras o despachos, pero ninguno ha ido al paro.
Otra cosa llamativa es la frivolidad con la que hablan los políticos y hasta los banqueros, de disminuir sueldos o congelar pensiones. Los sueldos en España son de los más bajos de la UE, donde el salario mínimo duplica o triplica el español. Estos salarios no les afectan a muchos políticos. La señora De Cospedal, por ejemplo, gana al año más de 240.000 euros. Pero no es la única: en el PSOE hay gente que cobra cifras muy elevadas con la acumulación de sus sueldos, rentas, etcétera. ZP va a congelar las pensiones y rebajar salarios y despidos, pero, mientras tanto, se producen las pensiones millonarias que se reservan los altos directivos de los bancos o los emolumentos que reciben por despidos, gracias a sus contratos blindados, y otras menudencias que irritan, sin duda, a los ciudadanos, sobre todo cuando se producen en situaciones donde los miopes gobernantes de turno los eligen para que paguen los platos rotos, con sus recortes, con lo que aumenta ya hasta el 20% los que están dentro del umbral de la pobreza en el país. Es decir, más de nueve millones de personas.
Escribí en tiempos de la dictadura -allá por los años 60- un artículo que distribuyó la agencia Logos por casi toda España, titulado Los demagogos', que era como nos llamaba el régimen a los que señalábamos las diferencias sociales abismales existentes entonces. Podría repetirlo hoy íntegramente, porque muchos gobernantes siguen calificando de demagogos a los que hablan de la realidad social y de las desigualdades actuales. Sólo es necesario asomarse al exterior -cosa peligrosa, según advertían en los tranvías de los años cincuenta- para ver los desniveles y comprender como desde ciertas ópticas privilegiadas pueden aplaudirse las medidas restrictivas que, sin duda, no van a afectar a los que están en órbitas muy distintas a las del españolito de a pie.
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