La ciudad y los días
Carlos Colón
El avestruz y los tres monos sabios
La columna
A UNQUE es cierto que ya han brotado los primeros azahares y eso ayuda un poco, sigue sin estar el horno para bollos y el cuerpo para alegrías o bulerías o fiestas, por generalizar los palos, y es que es verdad que amanece más temprano pero también lo es que sigue sin haber manera de que arranquen los días con calor, como arrancaban antes por estas mismas fechas y no con este frío y esta lluvia que hiela la sonrisa y hasta la risa si es que a alguien le quedan ganas de reírse porque ¿quién se va reír después del terremoto o el maremoto o el tsunami o las centrales nucleares a punto de terminar de hacer la gracia en ese país tan simpático, joder?
Y eso por el sol naciente, que por la parte de aquí del sur, el siniestro Gadafi y el más siniestro aún de su hijo dilecto, dan cada día un pasito más para dar por concluida la lucha final o, mejor, la masacre final de su propio pueblo, mientras el concierto internacional no termina de decidir si habrá o no exclusión aérea que, cuando llegue la decisión, sólo van a terminar por excluir las moscas sobre los cadáveres que el baño de sangre gadafiano promete y seguro que cumple.
Total, que ánimo y confianza quedan poco, por muchos azahares que broten por los jardines y es que además, el valido Sebastián quiere subir la luz antes de que la primavera asome por si queda aun algo por rebanarnos, que ya con la gasolina nos está dejando listos este gracioso y sus amigos que se tiran de la risa todas las mañanas, cuando se acuerdan en el bar, en torno al cafelito con leche y el mollete con aceite, de lo de cambiar las ruedas para ahorrar gasolina que, hay que joderse, la gracia que tiene el chaval, casi la misma que el maremoto.
Y no contentos, aun nos tenemos que tragar en Andalucía, el campo de minas que el ocurrente Chaves ha dejado escondido por los sembraos en nuestra tierra, que ya se podría haber ido el hombre a Madrid cinco o diez años antes, que si no son los y pico mil empleados de las empresas públicas que nadie sabe ahora de quiénes son, son las y pico mil viviendas ilegales que han ido naciendo de la nada y que la culpa va a ser ahora de doña Josefina Cruz, con lo seria que es ella o los intrusos de los ERE que ahora van a ser de doña Carmen y, a todo esto, Chaves, en Jerez, bailando por fiestas y haciendo de las suyas. Ole.
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