La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
el que apaga la luz
UN arenal de Barcelona contiguo a una zona industrial es popularmente conocido como Playa Chernobil. En el litoral granadino Albuñol se hace acreedor del sobrenombre de Playa Fukushima.
La agricultura intensiva y de invernadero es depredadora por naturaleza, y más si desprecias las normas y te trae al fresco abandonar tus residuos en playas y campos. Pero peor es la autoridad competente colaborando en la destrucción, haciendo la vista gorda ante los desmanes o con soluciones aún más dañinas que el problema.
El efecto de los invernaderos en el paisaje de la Costa se parece a la mañana después del botellón; hasta carritos del Alcampo aparecen junto a los residuos agrícolas, plásticos, alambres, fertilizantes y pesticidas. Se culpa a los agricultores a quienes Costas deja sin invernaderos, pero ellos alegan que no es suya toda la basura que baja por las ramblas de Huarea y La Rábita, que otros convirtieron a El Pozuelo en la Playa Tóxica o que las mismas prácticas devastadoras se dan en el Poniente almeriense. Y es cierto que a irresponsabilidad y desidia Costas, Medio Ambiente y el Ayuntamiento de Albuñol les ganan de largo.
Los terrenos ganados al mar por la trágica riada de 1973 fueron ocupados irregularmente por quienes lo habían perdido todo. Mientras, en Almería el régimen franquista entregaba parcelas en las salobres tierras del Campo de Dalías a los damnificados, que años después se harían ricos adaptándolas a la agricultura bajo plástico -¿Por qué creen que queda por allí tanto bobo que aún piensa que debe su riqueza a Franco?-. Los invernaderos de los albuñolenses eran ilegales pero su ayuntamiento no tenía escrúpulos a la hora de cobrarles impuestos; notarios y registradores tampoco los tuvieron para escriturar fincas. Ahora cambian invernaderos por paseo marítimo, cuya sostenibilidad no tiene mucha mejor prensa.
A la alcaldesa de Albuñol y a su antecesor -su padre- les importó un rábano que sus playas fueran vertederos tóxicos. Hicieron oídos sordos a la Fiscalía que exigía informar y actuar, y culparon a los agricultores eludiendo las responsabilidades municipales. No se interesaron por dotar al pueblo de un punto de tratamiento de desechos agrícolas. El colmo ha sido la atrocidad que desveló Granada Hoy con profusión de fotografías: Las excavadoras abren zanjas en la playa y entierran los restos de los invernaderos desmantelados, una fosa común tóxica que un día algún temporal hará aflorar. Medio Ambiente y Costas son cómplices del desaguisado en nombre de un plan de regeneración sin proyecto ni presupuesto claros, que ni siquiera analiza la arena sometida a contaminantes. Albuñol podrá ser Playa Fukushima; bañarse en sus orillas requerirá escafandra, katiuskas y guantes de látex, pero tengan claro que los menos culpables son los agricultores.
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