Mimos para una imagen
La prevención es la mejor restauración Controlar la luz, la temperatura y la humedad es clave
ENCONTRAR ese equilibrio entre la función específica de la talla, que es el culto, y una correcta conservación, es lo primordial", explica Juan Manuel Miñarro, profesor de Bellas Artes e imaginero. Seguir unas pautas, que son de sentido común, ayuda a que las imágenes se preserven de la mejor manera. La prevención es la mejor restauración, por eso, cada vez que interviene una imagen, Miñarro incluye en la memoria que entrega a la hermandad un capítulo específicamente dedicado al mantenimiento y la conservación. Unos consejos que, asegura, deberían ser conocidos y transmitidos a todas las personas que tienen o vayan a tener contacto con la talla. Hace especial hincapié, como los técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), en cuidar el espacio en el que se encuentra la obra.
La ubicación de la imagen en un entorno de humedad relativa estable y con temperaturas moderadas es vital para su equilibrio. "Hay que evitar la sequedad excesiva que provoca una distensión que se transmite entre las distintas piezas; y la humedad excesiva, que ocasiona un debilitamiento de los adhesivos, pudrimiento de las colas, tirantez y movimientos de turgencia en las maderas, causando un cambio de volumen". También favorece la aparición de agentes biológicos. El profesor recomienda una humedad relativa entre el 45% y 55%. El efecto de la temperatura puede ser "dramático" para una imagen. Con su aumento se aceleran los procesos químicos y físicos. "Lo ideal es mantenerla en equilibrio con la humedad". Se debe situar en valores comprendidos entre los 15 y los 25 grados.
Para controlar estos parámetros es necesario instalar una estación medidora (las hay automáticas) donde se encuentre la talla. También hay que estar durante un año estudiando las condiciones existentes antes de tomar cualquier medida. La contaminación atmosférica influye en gran medida en los deterioros químicos. "El dióxido y trióxido de sulfuro, dióxido de carbono o las partículas de carbón producidas por la combustión tienen un alto valor corrosivo". El control del aire debe resolverse instalando sistemas de filtración en las zonas de entrada de aire. También es importante evitar ambientes enrarecidos y sin ventilación. Los efectos del deterioro que la luz produce en las obras de arte es algo que se estudia desde los años 50.
"Dentro del espectro luminoso las regiones del ultravioleta son las más peligrosas para los materiales, contribuyendo al cambio químico". Miñarro recomienda que la iluminación sea mediante lámparas de sodio, fotolitas o led. En cualquier caso, los factores del daño dependen de la susceptibilidad del objeto, la distancia de los focos", la longitud de onda de la luz incidente, el nivel de la iluminación y la duración de la exposición.
Además de estas recomendaciones para el entorno de las obras, es conveniente tomar una serie de precauciones a la hora de manipular las tallas o ponerlas en besamano, por ejemplo. "A nadie se le ocurre ir al Prado y besar un cuadro de Velázquez. Hay que tomar una serie de precauciones. Yo pondría un pañuelo sobre la mano para que lo besaran o, simplemente, bastaría con hacer el gesto sin llegar a rozar la mano", apunta Miñarro.
Una de las propuestas que lanza es la de hacer cursos de formación para los priostes y las personas involucradas en el contacto con las imágenes o el montaje de altares y pasos: "La idea es transmitir una serie de conocimientos que son de sentido común y básicos pero que nunca se siguen". Algunos de los consejos son: no forzar las articulaciones de las tallas sin aflojar antes los tornillos. Utilizar guantes de algodón cuando se vayan a tocar las imágenes. Colocar barreras resistentes a la acción de los alfileres, pero no directamente sobre la policromía, sino sobre chalecos de algodón. No rozar la policromía con pañuelos de hilo, utilizar siempre algodón y que no estén impregnados de colonia. Evitar la acción del carmín. Eliminar el polvo con plumeros o pinceles de pelo suave, al menos cada quince días ya que "una capa de polvo es capaz de absorber dos veces su peso en agua", advierte el imaginero.
Medir periódicamente las variaciones de humedad y temperatura, para realizar un gráfico de los parámetros anuales y actuar en consecuencia; realizar revisiones periódicas, por ejemplo cada cinco años, son algunas de las muchas recomendaciones.
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