Diez años puño en alto
'Operación Triunfo', un programa por el que en principio pocos apostaban que iba a superar la primera temporada, se estrenó el lunes 22 de octubre de 2001

2001, odisea del espacio de TVE. El espacio más visto en la historia de las audiencias de la televisión en España, fútbol aparte. Su primera triunfadora, la granadina Rosa López, aquella chica tímida de gafas que se sacaba del bolsillo un vozarrón sobrecogedor, llegó a reunir a 14,4 millones de españoles en torno al televisor (25 de mayo de 2002) para ver si ganaba Eurovisión. Pese a que estaba cantado por muchos, Rosa de España no ganó. Pero ha quedado a unos metros de Iniesta en cuanto a audiencias. Mañana sábado se cumplen diez años del estreno de Operación Triunfo, un talent show por el que pocos apostaban, que es uno de los grandes fenómenos del catodicismo español y que acabó siendo exportado a más de 50 países. El proyecto de Gestmusic (Endemol) disfrutó de una segunda etapa, en principio muy dorada, en Telecinco, pero a principios de este año sufrió la humillación pública de ser cancelado por bajos índices de audiencia a las pocas entregas y tras ocho ediciones que fueron languideciendo. Pilar Rubio no pasó el aprobado de tomar el testigo de Jesús Vázquez, su antecesor en Telecinco, y de Carlos Lozano, quien estuvo al timón durante las cuatro temporadas de la cadena pública. Poco más hizo el chico del hoyuelo en la barbilla.
El 22 de octubre de 2001 era lunes y aquella noche aparecían contoneándose en las casillas del escenario los figurantes que daban paso no a los habitantes de un reality, sino a los alumnos de una academia. Joan Ramón Mainat, quien concibió la idea originaria, tomaba la inspiración del fulgurante Gran Hermano, el pelotazo del nuevo siglo. Mainat, embelesado con el canal de 24 horas del reality, pensó que era un desperdicio que los concursantes no aprovecharan el tiempo. De ahí nació la academia de cantantes y la gala semanal donde los rivales, convertidos en hermanos y también en ídolos, se batían ante el público con sus versiones.
En la tercera entrega se terminaron de disparar los índices y OT tuvo una primera edición más que dulce, para lucimiento en especial de un puñado de andaluces: de la granadina de Armilla, Rosa, que se ganó el reconocimiento nacional; del almeriense David Bisbal, quien partió con más ventaja para convertirse en la estrella española exportada al público latino; o el sevillano, y especialista en baladas Manu Tenorio. Como si fueran la selección de fútbol, el memoria están las intervenciones de la malagueña Nuria Fergó, de la sanluqueña Natalia y Javián, de Dos Hermanas. Quien parece haber sido el alumno más aventajado de aquella edición que cumple un decenio, con permiso de Bisbal, es tal vez el cántabro David Bustamante, quien también se hizo popular por sus lloriqueos. Puño en alto con el micrófono, emblema del programa, el triunfo parecía fácil.
Con Nina como la directora entre severa y Ángel Llácer como estrepitoso asesor y pañuelo de lágrimas, OT vivió unos meses de continua apoteosis, en los que cada grabación que lanzaban sus intérpretes se convertía en disco de oro. Aquella productora que se encontró inesperadamente con el filón, Vale Music, cerró recientemente.
El programa que llegó a ser mostrado como ejemplo de modelo educativo por el Gobierno de Aznar, parecía incombustible, pero sufrió un paulatino declive porque el público no podía consumir tanta estrella saliente. Murió de éxito.
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