Atletismo

La Media Maratón de Granada, por dentro: una carrera desde el corazón

El redactor J. J. Medina y su amigo Pablo Rubio, en los primeros metros de la carrera El redactor J. J. Medina y su amigo Pablo Rubio, en los primeros metros de la carrera

El redactor J. J. Medina y su amigo Pablo Rubio, en los primeros metros de la carrera / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Escrito por

· Juan José Medina

Redactor

Esta iba a ser la crónica de una derrota personal. A 48 horas de la Media Maratón Ciudad de Granada, la más bonita del mundo, un latigazo lumbar dejó a este atleta completamente paralizado. A pocas horas de las Cruces, mal asunto para encontrar a un fisio. Antonio, el mío habitual, lo tenía imposible, así que solo podía aconsejarme alguna medicación y darme algunas pautas. Sabio él, me dijo que llegaría a la carrera. Pero tenía mis dudas de acabar hasta incluso con el pistoletazo de salida detonado. Esta vez, correr la Media era muy necesario. Días atrás pensaba empezarla con la expresión correre per dimenticare (correr para olvidar), sacada de la canción Cosa ci ha fatto l'amore, de Nek. Necesitaba olvidar esas pequeñas derrotas de la vida de las últimas semanas, esas desilusiones, esos golpes de realidad que te ponen en tu sitio, y que aun siendo banales, socavan poco a poco la cabeza, y no te cuento ya el corazón.

Sin embargo, y sin obviar esas derrotas porque siguen estando ahí (y si no una story de Instagram te las recuerda), este relato al final va también de esos pequeños triunfos, al poder del empeño, y de las energías de las personas que, aunque no estén cerca todos los días, les planteas un problema y se preocupan por ti. Te sigue, te dan cariño, te dan ánimos. Los dolores, entonces, desaparecen, el desasosiego se convierte en rasmia, y el cuerpo cambia de una hora a otra. Hasta llegar a la meta bajando de las dos horas, haciendo récord personal, y pulverizando en seis minutos el tiempo del año anterior. Aún no me lo creo.

El dichoso lumbar

Todo lo preparé igual que el año pasado, en la que me ganó un tío descalzo y al cual no vi en este. Solo con el cargo de conciencia de saber que empezaría a correr pero no si terminaría. La lesión está y sigue ahí, y podía manifestarse en cualquier momento. Me pedí el pad thai vía Antonio Galiano, trabajé en un día de escasa actualidad, y llegaron mis padres con las sobris a casa. Oír "tito, tito", juguetear, y los besitos del "tú puedes" de Carolina y Regina funcionan el mejor de los geles energéticos.

Salida de la Media Maratón Ciudad de Granada 2024 Salida de la Media Maratón Ciudad de Granada 2024

Salida de la Media Maratón Ciudad de Granada 2024 / Jesús Jiménez / Photographerssports

Quedo con Elvira, del que me siento culpable por haberla metido en el marrón de apuntarse a la Media. Bueno, lo hizo ella sola. Yo solo sembré la semilla del mal. Y ya que venía, no podía tampoco fallar. Encima me abrió la puerta de su casa, junto con Aroa y Tata, que el año que viene nos va a dar una paliza a todos cuando la corra. Y en estas aparece Pablo Rubio con su amigo Carlos. La representación de Bosones Rugby no podía faltar.

Hago un poco de movilidad articular, con cuidado al hacer las aperturas de cintura, que el palo aún estaba dentro. Y va medio qué. Un trote y al cajón de salida. Elvira está "cagada", dice, pero con muchas ganas. Entra en crisis a un minuto de salir porque no se le escuchan los cascos. La cara de terror solo de pensar en hacer toda la carrera sin música se le notaba hasta detrás de las gafas. Pablo se hace la foto protocolaria en el cajón de salida... Y esto arranca puntual.

A tope de gente

Veo a Toni Juárez tomando fotos del inicio. Pablo se pega para chupar cámara y Elvira, a la que creía detrás, ya no está. Mira que iba a hacer el primer kilómetro con ella, pero creyendo que estaba justo a mi espalda, resulta que mi percepción falló. Zigzagueo para ponerme en el lado izquierdo de la calle para que las peques vieran a su tío. Mi madre me había dicho que estaban por el puente de Las Brujas. Le choco la mano a Carolina y al poco el chivato del reloj me salta "usted lleva un kilómetros". Me digo "¿ya?". Buen síntoma, porque el dolor de espalda no ha dado señales, las rodillas, que llevaban semanas sufriendo, iban sueltas, y el ritmo que llevaba era alto para mí. 

El camino por los Vergeles y el Zaidín, en llano, me confirman que voy bien, sin tampoco confiarme. Pero voy más pendiente de regularme que de lesionarme. Hay gente en cualquier lado. No solo en simples hileras sino en varias filas, algo que no recuerdo en estos tramos el año pasado. Hacer coincidir la Media con las Cruces ha tenido como consecuencia mucho más público que de costumbre. Se mezclaban los curiosos con quienes iban vestidas de flamenca, pero también de quienes iban más elegantes. Se veía animar a gente de boda, comuniones, y hasta de graduaciones. También muchos algo perjudicados de rebujito.

Un atleta pasa por el puente de la Torre del Agua Un atleta pasa por el puente de la Torre del Agua

Un atleta pasa por el puente de la Torre del Agua / Jesús Jiménez / Photographerssports

Velasco me caza la foto en el Jardín de la Reina mientras avanzo a buen ritmo por la parte llana de la carrera. Mis tiempos me van diciendo que voy a menos de seis minutos el kilómetro de media, pero no aflojo. Tampoco aprieto. Lo que me pide el cuerpo es agua, que llega a tiempo justo en los Agustinos. Llega la primera cuestecita en La Chana y me sorprendo adelantando y manteniendo la zancada. "Yo me voy a cambiar de club, que vosotros no me dais cerveza al final", bromea un corredor con sus compañeros de equipo en ese punto. 

También subo Severo Ochoa con buen paso. No podía ser que me viera tan bien cuando creía que ni podría terminar. Hasta en el paso inferior de la avenida de Madrid remonto plazas. A diferencia de la edición anterior, esta vez apenas me encuentro a conocidos por el camino. Una de dos: o yo no iba atento o no corrieron. O no me cogieron, ya que estamos... El kilómetro 11 es el psicológico porque es cuando empiezas a descontar. Coincide con el Paseo de Cartuja. Ahí tomé un pequeño sorbo de un gel de esos del Mercadona que llevaba preparado por si acaso. Uno nada más y lo deseché. Iba bien, iba hidratado, y además, estaba asqueroso, muy espeso. 

Albaicín, paradisiaco

En la Carretera de Murcia es donde empieza la Media. Se lo decía uno con camiseta de un club de Valencia a su compañero justo al final de la cuesta de las cervezas Alhambra. Primera prueba de fuego. Y a fuego es como iba. No me paraba en la curva para ver la increíble vista de la ciudad, que hacía pararse a equipos enteros a inmortalizar el momento. De entrenar, de ser de aquí, lo tenía muy visto, aunque siempre, siempre, siempre corres con el cuello girado a la derecha. Ambientazo en La Estrella por su cruz. Me topo con Vicente Gomariz. Luego a la noche, el Alberto Acho, el Princesa de Bosones, me dice que me vio, pero estaba a otros menesteres.

Se abre de par en par un Albaicín a rebosar, una plaza Larga con el sol de cara entrando desde la Cuesta Alhacaba que describen una tarde primaveral perfecta. En el Arco de las Pesas se monta un pequeño tapón para salir en tropel hasta el mirador de San Nicolás, que recibe a los atletas con sus mejores galas. Ahí se corre de nuevo con la cabeza a un lado, como registrando cada fotograma del momento. Como lo captaría cualquiera de Algeciras a Estambul, de Huelva a Granada...

Atletas a la salida de la Puerta de la Justicia Atletas a la salida de la Puerta de la Justicia

Atletas a la salida de la Puerta de la Justicia / Jesús Jiménez / Photographerssports

Llega el descenso por el empedrado. Los atletas, por lo que veo, estamos jodiendo la jornada de fotos de unas cuántas Instagramers. Haberse leído los periódicos. A las bajadas les temía por las rodillas, castigadas de 41 años de deporte pero sobre todo de sobrepeso. Pero nada, aunque controlando, no aminoraba el ritmo. Junto al Darro se vuelve a correr con el cuello girado, ahí a la izquierda y hacia arriba. La Alhambra, entonces, te parece más grande. Coincide con un momento donde tengo a pocos compañeros de sufrimiento cerca y no me preocupo por no mirar adelante para no tropezar. Gozo de una visión única y por la que merece la pena tanta fatiga.

El muro de la Alhambra

Plaza Nueva está inundada de gente. Por todos lados. Miles de granadinos dejan un pasillo estrechísimo para pasar. Chocas las manos de los niños. Los gritos abruman. Me abro un poco y ahí empieza Cuesta Gomérez, el Tourmalet de la carrera. La gente se abre, te anima aun sin conocerte. Veo a Víctor González. "¡Vamos Medina!", grita como si fuera Sandoval a Pellistri. Voy subiendo como si corriera en llano. "¿Pero qué haces, loco?", me chillo a mí mismo, sin creerme lo bien que iba. En la Puerta de las Granadas, al Tourmalet se le suma el Muro de Huy, sube el porcentaje y la gente empieza a andar. Adapto la carrera, pero un año más aguanto sin caminar. A mitad veo a Pablo y se me parte el alma porque iba súper bien preparado. Qué ingrato es a veces el deporte. Le toco por la espalda y le digo "va, va, que queda poco". Me dice que va "fastidiado". Lo dejo atrás porque había cogido marcheta y parar era peor.

Y llega lo nuevo, lo que a todos nos hizo animarnos a correr este año la Media: el paso por la Alhambra. En el fondo se hace fugaz, pero a mi se me quedará siempre grabado en mi cabeza estar de noche, en ese entorno tan mágico, con esa luz que, como en Roma, ilumina con elegancia, suavidad, sin querer deslumbrar de más, vayamos a que a alguien le ofenda tanta belleza. Pasar por la Puerta de la Justicia así no se olvida. Ni por la Puerta del Vino, ni junto al Palacio de Carlos V. Estoy en zona 5 cardiaca, ya no sé si por el esfuerzo o por la emoción.

Una mujer vestida de flamenca anima a los corredores antes de la Puerta de la Justicia Una mujer vestida de flamenca anima a los corredores antes de la Puerta de la Justicia

Una mujer vestida de flamenca anima a los corredores antes de la Puerta de la Justicia / Miguel Ángel Molina / Efe

Santa María de la Encarnación y la calle Real de la Alhambra. Corres sobre la historia. Y corres haciendo tu propia historia. Antes de salir por la Puerta Romántica efectivos de Protección Civil tienen cola para aplicar réflex a varios corredores. Empieza el largo descenso donde, de nuevo, hay que conservar la mecánica. En la Cuesta del Caidero me aprieto un poco el bazo porque noto un conato de flato. Un compañero que va de rosa me ve, sabe lo que me pasa, y me anima: "Estamos ya". Hacen la ola quienes están en la cruz de las Vistillas, donde el día anterior eché un ratini de cruces con María José, Laura, Leo, Cejudo, Irene, López, o Sandriw, Guille y Sara, competencia y sin embargo, amigos. Deserté precisamente por descansar ese lumbago.

La fuerza

Me avituallan de sorpresa mis bosoncitos Nando, el Bicho, y Migue, el Biyo (Gáldar presente). Miro el reloj. Quedan dos kilómetros y marco 1:50. "Puedes bajar de las dos horas", me digo. Y con una fuerza que, sinceramente, no sabía de dónde salía, aprieto. Dedo de recuerdo al 64 de calle Molinos y a dejarse la piel. La entrada a la plaza de Isabel la Católica parece un estadio, como calle Pavaneras. Se oyen las sevillanas en la cruz del Ayuntamiento entre los ánimos de la gente. Ya ni escucho al chivato del reloj. En el edificio Zaida vuelvo a cruzarme al tío de rosa, que me adelanta. Nos sonreímos. Susurra: "la tenemos".

Medina, y su amiga Elvira González, tras acabar la Media Medina, y su amiga Elvira González, tras acabar la Media

Medina, y su amiga Elvira González, tras acabar la Media / P. Rubio

La Carrera de la Virgen pone a prueba mis gemelos... Pero es que la meta está. Y en el puente Blanco encuentro la explicación a todo: las peques. "¡Tito, tito!". "Ahí está el tito". "¡Bieeeen!". No puedo parar ni de sonreír ni de correr. Lo tengo ahí. Llego al Palacio de Congresos. Veo el reloj: 1:59.35. "¡Corre, mamón, corre!". Cruzo la meta con 1:59.48. El tiempo neto es un minuto menos. He bajado de las dos horas cuando dos días antes no podía moverme de la cama. Lo celebro como un gol, con rabia. Estoy feliz. Llega Pablo, fastidiado, pero habiendo finalizado contento. Nos damos un abrazo. Al poco llega Elvira, también feliz y con tiempazo. Nos hemos ganado la cerveza de después: las promesas hay que cumplirlas. La medalla de finisher se vio el algún sitio con clicks de Playmobil....

Llama mamá. "Nos queríamos ir, pero tus sobrinas se han querido quedar hasta el final. Les decía que no sabíamos si el tito se había retirado. Pero ellas decían que no. Y cuando te han visto les ha hecho mucha ilusión". Me las pone al teléfono. No puedo parar de llorar y de decirles que las quiero. Creo que ya sé por qué hice así la carrera. La más bonita del mundo. Por tanto. Por todo.

La celebración final La celebración final

La celebración final

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