Mapa de Músicas | Isabel Dombriz. Pianista
"En pandemia tuve la mente más libre que nunca"
Fernando González Viñas. Escritor
-Acaba de publicar Manual del aficionado taurino (Editorial Almuzara), pero tras leerlo tengo la sensación de que es un libro distinto a los manuales taurinos que ya existían. Es un manual pero no es un manual, pues está repleto de digresiones e ironías.
-Bueno, la idea de la que parto es que, cuando escribimos de tauromaquia, hay que cambiar el lenguaje que se venía empleando hasta ahora. Algo así como lo que decía Lampedusa: que aquí hay que cambiarlo todo para que todo siga igual. Mi objetivo cuando comencé a escribir este libro no era por tanto crear un manual descriptivo al uso, pues de esos ya hay unos cuantos, como usted dice, y no tendría sentido, sino algo distinto. Aunque tenga la estructura de un manual, creo que este libro también se puede leer como un ensayo o como un libro de lectura. Creo que puede abrir una puerta para la lectura de otros libros de toros.
-Si uno escribe un manual taurino es porque entiende que hay nuevos aficionados. ¿Se considera un optimista?
-No, no, porque sí que los hay. Mi propia editora es una recién llegada a la tauromaquia y está muy interesada. Los toros ya se sabe que tienen una oposición muy gritona y hay gente que, entre tanto griterío, entre tanto ruido, siente interés por conocer de primera mano la tauromaquia para forjarse una opinión personal. En muchas ocasiones se quedan sorprendidos y se aficionan. A mí me llegan algunos, y sé que son además aficionados muy comprometidos, valiosos, y por eso hay que cuidarlos.
-Hablaba antes de la literatura taurina y su desfase, pero tengo la sensación de que eso viene de lejos.
-Claro, no es algo nuevo. El lenguaje de la tauromaquia hace tiempo que se había ido quedando anticuado, viejo, pero algunos aficionados parecen felices ahí y desdeñan las nuevas ideas. Quiero decir que si les hablas de la tauromaquia como un rito ancestral que proviene de la cultura clásica pues no se sienten cómodos. Profundizar en las ideas que hay detrás de la tauromaquia no les interesa. Y eso no es nuevo. Los mejores libros de toros están escritos por intelectuales y tampoco fueron bien recibidos. Le pongo ejemplos: La caza y los toros, de Ortega y Gasset; las obras sobre el tema del antropólogo Manuel Delgado Ruiz; la excelente Historia del Toreo de Néstor Luján; o Los toros, acontecimiento nacional de Enrique Tierno Galván, por citar algunos. Estos libros que afrontan la liturgia taurina de otra manera se desdeñan. Al escritor que se adentra en la tauromaquia se le examina a fondo.
-En su libro, al hablar de los empresarios taurinos, los asemeja irónicamente con el terrible John Williams de Thomas de Quincey, uno de los grandes criminales de la historia literaria. ¿Tan malos son?
-En el libro hablo de los empresarios desde el punto de vista del público, y desde esa perspectiva la empresa es el poder, mientras que los que estamos en los tendidos somos el Lazarillo de Tormes, siempre tirando de picaresca, siempre intentando entrar gratis o intentando mejorar la localidad respecto a la que hemos pagado. La contrabarrera de una plaza de toros es el gran símbolo de la picaresca, pues nunca verá a nadie que haya comprado una entrada ahí pero siempre está llena. Los empresarios es normal que quieran ganar dinero y son además fundamentales para el desarrollo de la fiesta, pues ponen en riesgo su dinero. Pero es importante que mantengan la labor más social y filantrópica de su oficio, pues tradicionalmente han sido sensibles con las causas benéficas y las necesidades de las ciudades y de sus gentes.
-Usted escribió una muy aplaudida biografía sobre Manolete hace unos años, en la que desmontaba varios tópicos. ¿Qué piensa cada vez que se relaciona al torero cordobés con el franquismo?
-Pues pienso que los que dicen eso son cuatro gatos que demuestran no haber leído nada de nada. Desde hace 20 años hasta ahora se ha escrito mucho sobre Manolete y ya se sabe la verdad histórica de su figura, de su anecdótica participación en la Guerra Civil, de su distancia con el franquismo y de su relación con exiliados republicanos en México. Quien reitere hoy los antiguos bulos sobre Manolete demuestra ser un inculto. Se retrata.
-Acabemos con su cartel soñado. ¿Cuál sería?
-La ganadería la tengo clara, Miura. Y en la terna incluiría sin dudarlo a Manolete y José Tomás. Y también a Juan Belmonte, al que me habría encantado ver torear pues fue un revolucionario absoluto. Un tipo que se sitúa a la contra de su época, fuera del canon, como hace unas décadas hicieron Curro o Paula. En fin, que mi cartel sería Belmonte, Manolete y José Tomás con toros de Miura. Menudo cartelón, ¿no?
González Viñas nació en Villanueva del Duque (Córdoba) en 1966, aunque se crió en Alemania, donde sus padres habían emigrado. Años después regresó con su familia, se licenció en Historia y, ya loco por la tauromaquia y desde un punto de vista muy singular, creó junto a unos amigos el ya clásico Boletín de Loterías y Toros. González Viñas es autor de una biografía esencial de Manolete y un monográfico sobre José Tomás y de la novela Esperando a Gagarin. También ha escrito sobre Japón, país en el que vive buena parte del año.
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