enriqueta garcía de la plataLa zapatera del Albaicín
Memoria histórica La escritora Marta Osorio se adentra en la vida de una de las mujeres granadinas que fueron vejadas en la Guerra Civil
Comunista convencida y una figura popular en el barrio, fue fusilada en el barranco de Víznar un 6 de octubre de 1936 · En la comisaría, como a tantas, le dieron a beber aceite de ricino y le raparon la cabeza
Enriqueta García de la Plata, cuando estalló la guerra civil en 1936, vivía con su numerosa familia -nueve hijos y un marido enfermo- en el barrio de San Lázaro, calle Marmolillo, número 2. Enriqueta era una comunista convencida y una figura popular en el barrio, pues asistía a todos los mítines y convocatorias en la casa del pueblo con brazalete rojo y pañuelo del mismo color al cuello. Como su marido era de oficio zapatero a ella la solían llamar 'La Zapatera del Albaicín'.
Las primeras noticias sobre la historia de esta mujer, una de tantas víctimas anónimas de la durísima represión sufrida en Granada durante la Guerra Civil, las dio una hija suya, Rosario Lozano García, nacida en las Veredillas de San Agustín, entre el Albaicín y el Sacromonte, conocida en el mundo artístico como 'Charito de Granada'.
Una de las declaraciones que sobre su madre hizo Rosario publicadas en el Diario de las Palmas en 1984, fue que era parienta de García Lorca (sobrina por parte de primos segundos), como así podría ser, parentesco lejano y no en línea directa, pues Federico y Enriqueta pertenecieron los dos al mismo viejo tronco de los García, aunque descendientes, cada uno, por ramas distintas.
Rosario Lozano García, 'Charito de Granada', afirmaba en esta entrevista que su madre murió fusilada en el camino de Víznar, igual que Federico García Lorca, en los comienzos de la Guerra Civil.
Y todavía conmovida, a pesar de los años trascurridos, pues ella tenía solo 13 años al comienzo de la Guerra, recordaba el día en que entraron en su casa y se llevaron a su madre: "Mi madre tenía puesto un vestido azul marino con unos lunares blancos, todos los hermanos nos echamos a llorar cuando vimos los fusiles de los guardias".
A Enriqueta García de la Plata, en la comisaría, como a tantos, le dieron a beber aceite de ricino, y le raparon la cabeza. Luego la trasladaron a la cárcel de mujeres, que -según cuenta su hija- estaba por la Calderería, en un antiguo convento de monjas.
Todos los hermanos al enterarse en donde la tenían quisieron ir a verla, y allí se fueron aunque no los dejaron pasar. Una dama Apostólica se lo impidió diciéndoles que se fueran, que iban a pasar un mal rato. Pero ellos no se movieron y pudieron ver pasar a su madre a los lejos, a través de unos cristales.
Iba en una fila con las otras presas que como ella estaban en capilla. Todos los hermanos la llamaron llorando, pero su madre no los vio ni pudo escucharlos. La mataron el día 6 de octubre de 1936, era la víspera de la festividad de la Virgen del Rosario. La familia supo a los dos días que habían visto el cuerpo de Enriqueta García de la Plata entre los fusilados en el camino de Víznar: llevaba el mismo vestido color azul marino con lunares blancos con el que había salido de su casa.
(He podido comprobar como cierta la fecha del fusilamiento de su madre que da Rosario Lozano, pues entre las listas que se conservan de los fusilamientos en Víznar, está la de doce mujeres todas ellas de profesiones modestas que fueron entregadas para ser fusiladas el 6 de octubre de 1936, y en la que figura el nombre de Enriqueta García Plata).
La historia hundida en el anonimato de Enriqueta García de la Plata y la de su hija Rosario Lozano García, 'Charito de Granada', es muy representativa de tantas tragedias ocurridas en aquellos años aciagos, en los que aparte del dolor por la muerte de los asesinados, caía sobre las familias el baldón de ser parientes de fusilado y en unos tiempos tan difíciles quedar sin recursos ni amparo.
Rosario Lozano García, en esa misma entrevista, conmovida y llorosa aseguraba que cuando fusilaron a su madre ella tuvo que ocupar su lugar cerca de sus hermanos, pues estando el padre enfermo quedaron en la más absoluta miseria: "Yo incluso llegué a robar por los campos -y no tengo ningún reparo en decirlo- para que mi familia pudiera subsistir".
Y cuenta que en aquellos años de hambre, ella empezó a cantar por los bares y cafés para ganar algún dinero que poder entregar a su casa. Pasado un tiempo decidió trasladarse a Madrid, haciendo el viaje en un camión en el que trasportaban azúcar y allí se hizo "artista", asistiendo a la Academia del Maestro Legaza y consiguiendo acreditar su formación con el carnet profesional.
Los exámenes los pasó en el Teatro Calderón, en el que actuaban por entonces Marisol Reyes y Angelillo, consiguiendo la mejor puntuación y así se convirtió Rosario Lozano García en 'Charito de Granada', pues ella también debió tener, como tantos otros miembros en la larga saga de los García, esa predisposición especial para la música y la poesía que en Federico García Lorca se convirtió en genialidad.
'Charito de Granada' cantó en teatros y en salas de fiesta por toda España durante muchos años. Al final llegó a Canarias y se afincó en la ciudad de Las Palmas, donde siguió cantando mientras pudo. Ya muy enferma, fue ingresada en una residencia en donde ha pasado sus últimos días.
Dicen que hasta el último momento recordó los años terribles de Granada, y sus últimas alegrías se las dieron unos folletos y libros enviados desde el Museo Casa Natal de Federico García Lorca, al que nombró muchas veces y del que ella decía en una carta reciente, que lo vio en su casa alguna vez y que le decía a su madre: "Vamos Enriqueta a los canturriales del Sacromonte", y su madre le decía, "primo que eres lo mejor de la familia".
Y su admiración por Federico, que había muerto en el mismo camino que su propia madre, no tiene límites, cuando escribe en esa misma carta que: "era el poeta más grande del mundo".
Este año, en el que se sigue luchando por confirmar la recuperación de la memoria histórica, quisiera que en el recuerdo de estas dos mujeres, Enriqueta García de la Plata, fusilada, y el de su hija Rosario Lozano García 'Charito de Granada', que a los 13 años tuvo que enfrentarse a unas circustancias tan dolorosas y difíciles, quedaran representadas tantas historias de otros olvidados que ahora empezamos a conocer y que van surgiendo poco a poco, traspasando esa pesada capa de miedo, silencio y olvido, que las cubrió durante décadas, para recuperar su individualidad, su nombre y su sitio.
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