Reflejos, sombras

Ignacio F. Garmendia

12 de marzo 2017 - 02:38

La ficha

'A través del espejo' Varios Autores.Antología a cargo de Andrés Ibáñez. Atalanta. Vilaür, Gerona, 2016. 392 páginas. 25 euros

En la línea de aquellas otras antologías temáticas que su fundador promovió en la antigua Siruela, esta nueva y no menos excelente de Atalanta, al cuidado de Andrés Ibáñez, rastrea la huella que los espejos han dejado en la literatura universal -en la narrativa o el ensayo, aunque la colección aparezca presidida por uno de los Sonetos a Orfeo de Rilke, el que cierra aludiendo a la "claridad del Narciso liberado"- como una de las imágenes más ambiguas y poderosas del repertorio simbólico, incesantemente reelaborada y portadora de significados que se refieren -ya desde las Metamorfosis de Ovidio, el primero de los antologados- al ensimismamiento, el enigma de la identidad, la duplicación halagadora o monstruosa o el acceso a realidades o mundos otros. Sean los de bronce o cobre, turbios o medio opacos, en los que nos miramos durante siglos o los posteriores cristales con azogue de propiedades casi sobrenaturales, los espejos -también los hubo de agua o de piedra- devuelven la propia imagen o la apresan o conducen, como puertas o ventanas, a no se sabe dónde.

La generosa introducción de Ibáñez, que no elude la evocación autobiográfica y vale por una completa monografía, repleta de pistas no recogidas en la selección, trata en profundidad de un motivo que como es sabido fascinó a Borges -inevitablemente citado y representado, junto a su cómplice Bioy- y ha perseguido al antólogo desde su juventud, hasta convertirse en una obsesión que tiene que ver con los reflejos, pero también con las sombras. Lo maravilloso da el tono general de una antología en la que aparecen románticos (Hoffmann, Poe), simbolistas (Schwob), maestros del horror o la fantasía (Lovecraft, De la Mare) o modernistas (Woolf), entre otros autores menos conocidos -impagables las inquisiciones históricas de Rank, Ley o Baltrusaitis- que inciden en lo que la condición especular tiene de inquietante. Pensamos que somos lo que vemos y siempre cabe el temor de que aparezca lo que no puede verse.

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