Diez años en Planta

Juan Planta rememora la primera década del local de referencia de la cultura underground en Granada. Planta Baja fue el origen del resurgir de una nueva cultura tras la Transición.

Diez años en Planta
Diez años en Planta
Juan Luis Tapia

12 de mayo 2015 - 05:00

LA modernidad, la transgresión, la colocación de las interrogaciones a comienzos de la transición democrática, cuando los ochenta daban sus primeros pasos, tuvo en Granada como escenario un local llamado Planta Baja. Era un local, en sentido estricto del término, una especie de cochera, donde empezó a emerger la trastienda cultural granadina, todo aquello que había estado dormido y que la democracia despertó. Juan Planta, el apellido-apodo lo define, fue uno de aquellos locos pioneros que se embarcaron en la aventura de un espacio totalmente distinto a todos los que había en la ciudad, cuajada de pubs y discotecas, muy en la estela de un John Travolta febril en un sábado noche. El próximo día 16, en el mismo local, será presentado Planta 1983-1993, un libro colectivo sobre la historia del mítico espacio.

Planta Baja abrió sus puertas un sábado, el 23 de abril de 1983. "Aquella noche, en el Festival de Eurovisión, Remedios Amaya hundía su barca hasta el último puesto de la lista; pocas horas antes, por la mañana, la censura había sustituido el recién estrenado programa de música Caja de ritmos por una corrida de toros", rememora Juan. A los herederos mojigatos del régimen, todavía enquistado en la sociedad, en aquellos tiempos de mayorías absolutas, no les gustó la emisión anterior, en la que la banda de punk-rock Vulpes interpretaba Me gusta ser una zorra, una versión del I wanna be your dog de The Stooges. El asunto llegó a los tribunales en la forma de una querella criminal por escándalo público contra el presentador Carlos Tena.

Para entender el proyecto Planta Baja, en plan flashback, hay que retroceder seis años y algunos meses. Juan Planta pegaba carteles en la clandestinidad, con lemas como 'Abajo la ley de peligrosidad social', una iniciativa más del FHAR (Frente Homosexual de Acción Revolucionaria). "Se trataba de un cartel rosa, apaisado, con la foto de una lesbiana ahorcada por el nazismo, cuyo autor era mi amigo Julio Espadafor, profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Granada. Julio tenía un estudio en la Cuesta de las Arremangadas, la zona donde vivíamos, entre otros, Paco Doncel, Antonio Alvarado y yo mismo, todos pertenecientes al frente. Como muchos otros colectivos progresistas, luchábamos para suprimir la Ley sobre el Escándalo Público, que sería modificada en 1983, pero no derogada definitivamente hasta el 23 de noviembre de 1995", rememora este fundador del mítico local.

Hay que situarse. En la Granada de 1983, el PSOE disfrutaba de su mayoría absoluta. Eran todavía años de transición y los últimos coletazos del franquismo, "durante la noche 'granaína' cobraban la forma de fantoches llenos de chapas y pistolas que te hacían cantar el Cara al sol a la vuelta de una esquina… Eran tiempos de curas y monjas que, salidos de un mal cuento gótico, rezaban ante cualquier manifestación popular. Pero también eran tiempos del todo por hacer, de la urgencia de vivir, de la identificación con esta o aquella tribu urbana, tiempos de experimentar. Muchos se quedaron en el experimento", recuerda Planta.

En aquellos tiempos en los que permanecía imborrable el rostro de Franco en las pesetas, afloraron nuevas caras en la cultura, sobre todo en Madrid, con la movida. Granada, gracias a aquel grupo de artistas, músicos, poetas y algún que otro periodista, empezó a ser sede de aquellos nuevos aires madrileños, pero en el Sur. En ese contexto, hace ahora treinta años, Miguel, Marino y yo concebimos el proyecto Planta Baja. La decoración del local se debió al arquitecto Luis López Silgo, quien antes se había encargado de la del pub Silbar. Nosotros, como él, éramos primerizos y llevar a cabo el proyecto en aquellos tiempos y con los exiguos recursos con los que contábamos fue una ardua tarea. Basta recordar que los azulejos de estilo modernista fueron traídos de un pueblo de Castellón y los focos futuristas nos los hizo un hojalatero del Albaicín; eran también tiempos de contrastes...", señala Juan. Pero el trío fundador del Planta solo duró quince meses, porque Miguel Benlloch abandonó el proyecto, "aunque siempre estuvo con nosotros en calidad de socio. Su amistad y su apoyo en tiempos difíciles, a los que me siento agradecido, se cuentan entre los recuerdos más emotivos que guardo de estos treinta años", apunta el creador de este espacio.

El primer Planta fue el escaparate perfecto para aquellas nuevas especies urbanas que querían ser vistas, que pretendían reivindicar su espacio, su sexualidad y su arte. "También era un lugar donde podías dar a conocer tus ideas en campos como el teatro, la videocreación, la literatura, el diseño de ropa, las acciones, el estilismo de peluquería, la fotografía, las reivindicaciones ciudadanas y, sobre todo, la música", relata Juan Planta.

Al mes de su apertura se presentó Rimado de Ciudad, el miércoles 11 de mayo de 1983, a la intempestiva hora de las doce de la mañana. El local se llenó de músicas y músicos de todas las tribus granadinas. En aquel proyecto ideado por Mariano Maresca confluyeron la poesía de Luis García Montero, el diseño de Juan Vida, las fotografías de Pepe Garrido y Javier Algarra y, sobre todo, la música de dos grupos llenos de ilusión y ganas: T.N.T. y Magic. Entre el público se encontraban Javier Egea, Juan Jesús García, José Antonio y Tacho de 091, los KGB en pleno, La Visión y muchos otros. TNT interpreta Coplas a la muerte de un colega. "Jesús Arias, a la guitarra y voz, desgarraba un Canallas que nos devolvía una ciudad herida por el tiempo. Para sorpresa de todos, el batería en esa actuación fue Eric, uno de los mejores de su instrumento en el panorama nacional, si no el mejor", recuerda Juan.

Pocas semanas después se hacía patente que un local responsable de la 'subcultura' no dejaba indiferente a nadie. La noche del lunes 28 de mayo de 1984, coincidiendo con el Festival Internacional de Teatro de Granada, Els Comediants representó en la Plaza del Triunfo Dimonis, una fiesta pagana, lúdica y sensorial donde el fuego era el protagonista. La ultraderecha, encabezada por un cura alto con cruz en mano, irrumpió en la plaza intentando interrumpir la actuación. "Hubo una serie de disparos que crearon el caos y, tras ellos, aquella noche, el punto de referencia y encuentro, una vez más, fue Planta Baja. "Aquel cura espigado, muy parecido al siniestro personaje de la película Poltergeist, volvería a rezarnos, siempre acompañado de sus fieles acólitos, durante las fiestas contra el sida celebradas en 1985 y 1991. La Iglesia estaba muy interesada en nosotros, tanto que en la misa de un colegio religioso de la zona decían a los alumnos que Planta Baja era un lugar de pecado… ¡y qué pecados, Dios!", rememora Juan Planta.

La fama de Planta Baja crecía paralela a su compromiso con movimientos sociales como la Asamblea de Mujeres de Granada, NOS (Lesbianas y Homosexuales), Comité Ciudadano Anti Sida, SOS Racismo, "así como con músicos y profesionales del teatro a los que el escaso apoyo institucional mantenía en una precaria y difícil situación". Fueron los años en los que se pasó del apoyo a la cultura como bien común a su politización a través de las tan manidas subvenciones, de este modo, según Juan Planta, los diseñadores fueron primero artistas y después estrellas, los músicos y sus bandas pasaron de hacer pocos conciertos, por falta de locales, a llenar plazas de toros, ferias y festivales con un caché que nunca habrían soñado. Todo valía para la cultura del voto".

La música fue y sigue siendo el distintivo y principal activo del Planta. Los comienzos, además de nutrirse de los grupos locales, se construyeron gracias a los viajes a Londres de Juan Planta en busca de las novedades. Y así fue como llegaron a Granada The Smiths. "Fueron ejemplo de independencia: sus letras, escritas por Morrissey, su cantante, eran un reflejo cáustico y de profundo calado social de la situación de la juventud inglesa: trataban asuntos como el paro, la educación, los recortes de la administración de Margaret Thatcher o la realeza -el dinero gastado en la realeza es dinero quemado, rezaba uno de sus versos-. Para nosotros, sus canciones aludían también a lo que vivíamos en España", dice el activista cultural. "El público de Planta Baja -añade- era muy parecido al de The Smiths: gente que, varada por la castrante Ley de Peligrosidad Social, tenía un allí lugar en el que mostrarse y expresarse libremente".

Los años ochenta estuvieron marcados por el resurgimiento de las revistas autoeditadas para fanáticos, como Blanco y Negro, Tomando Pentotal u Ornamento y Delito. Esta última, nacida en 1985, fue, desde su primera hoja, una crítica reivindicativa contra la falta de locales en Granada en los que pudieran actuar nuestros grupos y los de fuera. ¿Les suenan de algo estas protestas? "El fanzine se prodigó en agradecimientos hacia sus colaboradores: a Alfonso Sánchez (Ciudad y Diseño) por la portada, a Rubens Garrido por su cómic, pintura o como se le quiera llamar, a Luis García Montero por su poema, a Paco Ramírez, mánager de 091, a Mariló García Cotarelo por sus entrevistas sobre el SIMA y el disco de 091 Más de 100 lobos y a Miguel Ángel por su collage", afirma Juan quien colaboró en la publicación junto a Marisa y Nacho.

En 1993, Carmen, Marisa, Gracia y Juan emprendieron el fanzine Mestizo, de corta vida, cuyo primer y único número homenajeó al desaparecido grupo TNT. "La fiesta de presentación giró en torno a la música y los vídeos del grupo, aunque también participaron otros músicos y grupos (entre ellos Los Planetas o D. Friends), algunos coetáneos como Paco Chica, miembros de KGB o la productora Ático 7, que presentó un montaje audiovisual".

Un colectivo destacado en la historia del Planta Baja fue La Visión, que estaba formado por espíritus viajeros que abrieron Granada a las nuevas tendencias musicales y acercaron muchos grupos de Londres y Manchester a la ciudad. El arte nuevo llegó de la mano del Gabinete de Diseño Gráfico e Industrial Ciudad y Diseño, con Valentín Albardíaz, Julio Juste, Alfonso Sánchez Rubio, José María Rueda y Pablo Sycet. El lema era "empezar desde cero". En los ochenta, Ciudad y Diseño era sinónimo de modernidad, sus carteles eran llamativos, diferentes y llenaban Granada de color. "La Galería Palace de Pablo y Julio nos dio a conocer los trabajos de artistas de fuera, en una Granada que despertaba del sueño eterno de la Alhambra. Planta Baja fue su escaparate; allí presentaron varias exposiciones y montajes, como Sótano Plástico, actividad paralela en el marco del Festival Internacional de Teatro", recuerda Planta.

También el Planta fue escenario de todo lo literario que se movía en la ciudad, el lugar en el que acababan los poetas y escritores reunidos en el Aula de Literatura de la Universidad de Granada. Por aquel primer espacio y siempre de la mano de Luis García Montero pasaron desde Rafael Alberti a Luisa Castro, Mercedes Abad, Luis Muñoz y muchos otros nombres. Todo aquel autor, poeta o escritor acababa en el Planta.

El 29 de enero de 1989 se inauguró el nuevo Planta Baja en la calle Horno de Abad. En los inicios de la década de los noventa se desató una crisis sin precedentes en la historia de la joven democracia española, con su punto más alto en 1993. La recesión económica obligó al gobierno a devaluar la peseta, esta vez en un 8%. Fue la tercera devaluación en nueve meses, un 13 de mayo de 1993, el llamado jueves negro. El 27 de mayo de ese mismo año, en ese contexto crítico para todo el país, una luz brilló en Planta Baja: habían pasado dos semanas del citado jueves negro y ese día 27 fue el jueves de Los Planetas. "Eran las diez y media de la noche cuando cuatro jóvenes que hacía poco se llamaban Los Subterráneos estrenaban premio y nombre: Los Planetas, en ese momento formado por J, Florent, May y Paco llenaron el Planta de magia ante sus fans. En primera fila estaba Antonio Arias, productor, algunos músicos allegados -también unos pocos detractores- y mi amiga Gracia Gámez, fotógrafa, que inmortalizó el concierto", señala el espectador privilegiado de aquel momento.

Es en esta segunda etapa cuando el Planta convoca sus famosos concursos de maquetas. "Una de las acciones que más satisfacciones, trabajo y quebraderos de cabeza me proporcionaba en aquellos años eran los concursos de maquetas. Fue sin duda el proyecto más difícil y emocionante de Planta Baja. Marino y yo teníamos muy claro que el nuevo espacio de Planta Baja tenía que ser diferente, que debía ser un espacio para conciertos", recuerda Juan. El concurso se realizó en tres ediciones consecutivas a lo largo de seis años y contó con el apoyo de críticos musicales como Juan Jesús García y de escritores como Luis García Montero, "a los que siempre estaré agradecido por haber sabido alzar sus plumas contra las injusticias en tiempos de cierres". Este nuevo Planta fue el escenario de una presentación de Las flores del frío, el libro de Luis García Montero, con la exhibición de un audiovisual a cargo de Ático 7 y Mariano Maresca, una jornada a la que no faltó lo más Cul, entre ellos Antonio Muñoz Molina.

A finales de 1992 nacía, fugaz y fuerte, el peculiar cabaret Derribos Chari, integrado por las gemelas María y Belén Fernández Jiménez, José Ángel Arias, Gracia Gámez y Juan Planta. En 1984, coincidiendo con el Festival Internacional de Teatro, presentaron en Planta Baja la acción Sótano frío, acompañada por El Estado y la Historia, compuesta por Jesús Arias. Otro espectáculo que representaron fue Viva Zapata, una serie de sketches ácidos y críticos sobre la crisis de los noventa. "Ángel y yo escribimos el guion, que tocaba los temas de actualidad: la mili, el uso del preservativo, los cierres de fábricas, los fondos reservados, las puertas giratorias, las promesas incumplidas de los políticos, las drogas, la iglesia… temas tan actuales que hacen que el guion parezca escrito hoy", destaca este actor del mítico grupo.

El local también fue centro de las actividades del Comité Ciudadano Antisida de Granada durante 1993 y 1994, "una asociación que supuestamente carecía de ánimo de lucro y cuya presidenta y secretaria eran personas no infectadas por el VIH", apunta Juan. "Dentro del grupo surgió uno paralelo en el que yo colaboraba: La Bisagra. Allí se encontraba mi amigo Pitu y otras personas portadoras del VIH. Era una curiosa paradoja: el comité estaba formado por personas que no eran portadoras del virus mientras esta escisión estaba formada por portadores, exceptuándome a mí. En La Bisagra nos dedicábamos, entre otros menesteres, a ir por los barrios periféricos, a los puntos calientes, a repartir jeringuillas. Fue, sin duda, una de las experiencias que dieron más carácter a mi vida", relata Planta.

"Treinta años son muchos y es natural olvidar algunas cosas, pero lo que resulta inolvidable es el trabajo diario, la disciplina de un horario, el vértigo por no llegar a final de mes para pagar las letras… como tampoco la iniciativa diaria para aprender a dinamizar a esos sectores creativos que dieron imagen y contenido al espacio de Planta Baja", señala Juan a modo de conclusión.

El precursor de este espacio destaca a la música como amalgama y alma del Planta: "Hay que tener presente que el pegamento que nos unía a todos y todas era la música, música que tenía que contentar a un público tan variopinto y exigente como radical en algunos casos. La música que allí se sentía transcendía de alguna manera inexplicable… poseer la sensibilidad para percibirlo era un don compartido, como lo era la empatía a la hora de afrontar proyectos culturales y sociales como los que abanderó Planta Baja".

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