Nunca te sueltes | Crítica
No te sueltes cuando el mal acecha
Pedro Garciarias. Pintor
Granada/Su humanidad desbordante se derrama en sus pinturas llenas de color. Pequeños paraísos que juegan con el jardín, con las flores, con la naturaleza y con la música dejando escapar rayos de sol. Contemplar la obra de Pedro Garciarias es como transportarse a mundos mejores donde brillan la ilusión, la belleza, la poesía y donde no hay atisbo de maldad. Mundos que aportan placer para los ojos y el espíritu. Su última exposición Acordes cada 20 minutos mantiene intactos sus principios pictóricos de siempre, los que le han aportado miles de admiradores. Puede contemplarse en la sala del Centro Cultural Gran Capitán hasta mitad de febrero.
-En usted, música y pintura van de la mano. ¿Fue siempre así?
-Siempre, desde niño, mi madre me decía: "naciste con un pincel bajo el brazo". La música en casa ocupaba todo el espacio y así se fueron tejiendo en mi imaginario ambas realidades, hoy en mi presente las abrazo a las dos. En música Falla, Messiaen y Takemitsu son mis referentes, luego los impresionistas, sobre todo, Debussy. Los compositores rusos me fascinan todos, no podría elegir uno. De los contemporáneos, Alfredo Aracil y Luis de Pablo.
-¿Qué escucha cuando está en su estudio?
-Mientras trabajo hay un silencio absoluto. Por respeto a la música, la oigo antes de ponerme a pintar porque merece toda la atención.
-De su Cuba natal, ¿qué le ha quedado además del acento y la arrolladora simpatía?
-El color, los trazos negros de las ventanas que encuadraban cristales de colores. El río Almendares y el Jardín Botánico, el azul del mar de La Habana. Varios olores, el de la guayaba y el olor del mar de la Bahía. Sensaciones como la primera vez que vi el mar y la última, la víspera de volar a España. Eran las 4.30 de la tarde y había tormenta, de esas tormentas del Caribe que duran ocho minutos.
-Y ahora que ha muerto Fidel Castro, ¿qué ha sentido?
-No puedo hablar de los muertos.
-¿Merecen la música, las flores y los jardines más pinturas que las personas?
-Cada pintor selecciona y combina los elementos de su imaginario. Si me he dedicado al paisaje es porque pienso en quien lo mira, es lo más importante del cuadro, no aparece en el espacio, está mirando como aquel que desde una ventana mira el mundo. Mis cuadros, cada uno de ellos, son personas. La experiencia más hermosa es cuando las personas aparecen, miran el cuadro, se identifican, se emocionan con él y entonces uno comprende que pintaba para esa persona en concreto.
-Háblenos de sus maestros, de sus influencias.
-Amelia Peláez, Mariano, Guayasamín, Portocarrero. De los europeos, Monet sobre todo y de contemporáneos, Baselitz, Soulages, los pintores gestuales, Miró de los 60 y José Guerrero, naturalmente.
-La música y la jardinería podrían haber sido sus otras profesiones dada la admiración que les profesa en sus lienzos.
-Pues sí, no tuve la suerte de estudiar música, en Cuba durante mi infancia era complicado. Siempre recuerdo el piano de juguete que me regalaron mis padres en un cumpleaños. Luego he hecho con el dibujo y el color la música que yo habría compuesto. Siempre que me encuentro con Alfredo Aracil que conoce muy bien esto que te digo, le pregunto: ¿sigue apareciendo la música en mis cuadros? y espero su veredicto como el que espera un aprobado o un suspenso. Afortunadamente, siempre me aprueba. Respecto a la jardinería me encantaría saber cuidar mi jardín, lo hacen otros, yo hago lo que hacía Miró: colgaba de los árboles los cuadros para ver si desentonaban. Cuando hice la exposición de Las Rosas dejé colgando, un buen rato, las pinturas de todos los rosales del huerto de Yegen, en pleno mes de julio, bajo la potente luz del mediodía para ver el resultado. No hubo quejas cromáticas.
-¿Qué vamos a encontrar en su nueva exposición?
-Los doce cuadros de las convocatorias que Don José Vallejo ha organizado en Granada: Acordes, la música vista por los pintores. He participado en las tres y este es el resultado, inspiradas en los Bocetos Japoneses de Olivier Messiaen, los Sept Haïkai. Van acompañados de otras pinturas de la serie Acordes que no se han podido exhibir, así como de otras que son mi proceso de acercamiento a la música desde la pintura, serán en total unas 35 obras. Esta parte se llama Pentacordes para unir el pentagrama con los acordes. Como verás en el título aparece Cada veinte minutos, porque hace referencia al paso de la luz sobre un iris, cada veinte minutos, es algo así como una instalación. Los dibujos de los iris recorren, además, todos los cuadros.
-¿Dejan más huella los paisajes soñados o los reales?
-Decía Aristóteles que la mente ve lo que el ojo todavía no ha visto, luego esto se descubre y es una maravilla. Klee también lo escribió en sus consideraciones sobre lo espiritual en el arte. Vemos, elegimos, combinamos. Se ha dicho que ya nadie puede ver un almendro como después de que Van Gogh lo pintara. Es verdad. Desvelamos otra realidad, escondida en la visión del paisaje.
-Un consejo para los jóvenes pintores.
-Libertad, no querer contentar a nadie sino a la verdad interior, independencia, sustancialidad. Alejarse del mercado y de los filibusteros, de eso que se llamar marca o cualquier forma de vanidad que es siempre destructiva. Aprender siempre y, sobre todo, trabajo diario. Nulla dies sine linea que escribían los antiguos, "ningún día sin línea..." no puede permitirse uno aquello de "es que ahora no tengo inspiración", ¡cuento chino!, que la inspiración, cuando llegue, nos encuentre trabajando.
-Lo más bello que le han dicho.
-Desde hace años vivo marginal, algo así como un cartujo laico. Un crítico de arte escribió lo que más me ha gustado en mis cuarenta años de profesión y encuentro muy hermoso y auténtico. Comentaba que no se me veía por ninguna parte: "A Pedro no se le ve pero todo el mundo sabe que está pintando, pintando en alguna parte".
-Y a pesar de estar casi fuera del mundo, usted tiene miles de amigos...
-Quiero expresar mi gratitud a Granada, que es mi patria: yo soy del lugar donde me quieren. Gratitud a mis amigos, tan generosos, excelentes, que me han dejado una huella que me ha hecho mejor ser humano, han apoyado mi pintura, me han abierto puertas y en los momentos bajos... han estado siempre ahí. Siempre he dicho y ahora lo repito que mis amigos son la historia de mi pintura.
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