Unas manos prodigiosas al servicio de la música
Programa: Johannes Brahms, Variaciones sobre un tema de Haydn para orquesta en Si bemol mayor op. 56a; Camille Saint-Saëns, Concierto para piano y orquesta núm. 2 en Sol menor op. 22; Joseph Haydn, Sinfonía núm. 90 en Do mayor, Hob. I/90. Director: Paul Mann. Solista: Marcos Raúl Madrigal Soto (piano). Lugar y fecha: Auditorio Manuel de Falla, 13 de abril de 2013
Como viene ya siendo una tradición, la Orquesta Ciudad de Granada participó como orquesta de repertorio en la 55 edición del Concurso Internacional de Piano Premio Jaén, colaboración que le brinda la oportunidad de presentar, en primicia, al ganador de tan prestigioso galardón dentro de su temporada de conciertos. Este año, al quedar desierto el primer premio, fue el premiado en segundo lugar quien visitó Granada, interpretando junto a la OCG el Concierto para piano núm. 2 de Camille Saint-Saëns, la obra con la que llegó a la final. El nombre de este pianista es Marcos Madrigal, cubano de veintinueve años que, pese a lo relativamente corto de su carrera, ha grabado junto a Claudio Abbado y ha obtenido algunos premios internacionales con antelación a éste, entre los que destacan el primer premio internacional Città di Avezzano.
No es muy frecuente que un prestigioso premio de piano quede desierto hoy en día. La creciente competencia a nivel internacional, unido al aumento en el nivel formativo de las escuelas de música por todo el mundo, hacen presumible la existencia de una considerable cantera de premiados. En el caso del Premio Jaén, que lleva ya cincuenta y cinco ediciones, tan sólo ha sido declarado el primer premio desierto en siete ocasiones, la última de las cuales fue hace ya más de una década. Sin embargo, a ojos del jurado este año no había ningún candidato para ocupar lo más alto del palmarés, por lo que hemos tenido la oportunidad de escuchar al segundo premio, que desde luego no suscitó duda alguna de los méritos con los que defendió su posición de finalista y gracias a los cuales finalmente obtuvo el galardón.
El concierto se abrió con las Variacionessobre un tema de Haydn de Johannes Brahms, dirigidas magistralmente por Paul Mann. Este director, que ya ha participado junto a la OCG en anteriores ediciones del Premio Jaén, acometió la interpretación de las variaciones de Brahms con decisión y una claridad motívica digna de una batuta experimentada. A la bondad melódica de la obra y el ingenio de su construcción podemos añadir la oportunidad que nos brindó para escuchar los viento-madera de la OCG en un pequeño consort en varias ocasiones, o el dúo de Yorrick Troman al violín y Arnaud Dupont al chelo en otra de las variaciones.
Como plato fuerte, el anunciado Concierto para piano y orquesta núm. 2 de Saint-Saëns, que en manos de Marcos Madrigal fue todavía más espectacular de lo que de por sí resulta esta partitura. Madrigal es un pianista con temperamento y fuerza, y esa fuerza se transmite directamente al piano sin aparente esfuerzo a través de un movimiento mágico de sus manos; sus dedos, alargados y de óseo perfil, se deslizan ágilmente por las teclas en frenéticos movimientos melódicos del mismo modo que se hincan en profundidad para construir las más sonoras armonías. Todo este alarde de fuerza y control fueron puestos al servicio de la música para construir, de manera ejemplar, un concierto para piano que, por su virtuosismo y compleja escritura, está entre los más difíciles del repertorio. Desconocemos cuáles fueron las motivaciones del jurado para no darle el primer premio a Marcos Madrigal, pero desde luego el segundo premio lo tiene más que merecido, a lo que se unió el prolongado aplauso del público asistente que obligó al pianista a salir para saludar hasta cuatro veces; finalmente, el pianista cubano ofreció una propina de un compatriota suyo: la Malagueña de Ernesto Lecuona.
La segunda parte del concierto estuvo dedicada por completo a la interpretación de la Sinfonía núm. 90 de Haydn. Paul Mann, que ya conoce bien la OCG, abordó esta sinfonía con unos tempi dinámicos y alegres, resaltando el protagonismo de la orquesta y demostrando su capacidad para dibujar en cada movimiento perfiles melódicos claramente definidos e identificables, que se mostraban ante el oyente con nítida belleza y equilibrio. En el último movimiento, a modo de broma musical, el director repitió hasta tres veces la resolución y cadencia final, dejando que entre sendas repeticiones el público iniciara su aplauso, como si de un efecto sonoro más de la música se tratase. En cualquier caso, la ovación final resultó a la par sincera y llena de simpatía, pues esa noche todos salieron con una sonrisa esbozada.
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