Nunca te sueltes | Crítica
No te sueltes cuando el mal acecha
Venecia/La penúltima jornada de la competición de la Mostra tuvo a la mujer como protagonista. Era el día de la única realizadora que lucha por el León de Oro, la china Vivian Qu, y tanto su filme como el del franco-tunecino Abdellatif Kechiche, tienen a la mujer en el centro de sus historias y en ninguna sale bien parada.
La división de opiniones llegó con Kechiche, que ahonda en Mektoub, my love: Canto Uno en su brillante juego visual con la mujer como objeto de deseo que ya mostró en La vida de Adèle, por la que se llevó la Palma de Oro de Cannes en 2013. Los protagonistas de esta primera entrega de una futura trilogía son un grupo de jóvenes que pasan el verano entre la playa y las fiestas en un pueblo del sureste francés en 1994. Pero la cámara de Kechiche en lo que se recrea es únicamente en los cuerpos de las mujeres, algo que le ha valido bastantes críticas en Venecia, donde además su película fue abucheada tras el primer pase para la prensa.
No quiso entrar el realizador en esas críticas en una rueda de prensa en la que habló más del aspecto exterior que del contenido de una película a la que quiso dar un tono impresionista, de ligereza, contemplativo. Y afirmó: "no quiero explicar más de la película porque prefiero que se reciba el filme en lugar de razonarlo". Así que obvió la representación de la mujer como un objeto o la lectura política de una historia en la que muchos de los personajes son de origen árabe. En lo que sí hubo unanimidad es en la calidad de los actores, la mayoría debutantes, y especialmente de Ophélie Bau, que apunta al Premio Marcello Mastroianni que otorga la Mostra al mejor intérprete emergente.
Si la película gana el León de Oro es algo que resulta más complicado de prever, pese a sus muchos defensores, y más en una jornada en la que la china Vivian Qu ofreció la película más desoladora de este festival. Angels Wear White comienza con la violación de dos niñas de doce años a manos de un hombre de mediana edad que resulta ser un alto funcionario del gobierno. La ausencia total de imágenes de violencia hace más dura de ver una narración bastante aséptica, en la que la realizadora trata de ser testigo de lo que pasa sin entrar a juzgar a ninguno de los personajes. Ni la inacción de una adolescente que es testigo indirecto de los hechos, ni la corrupción del funcionario, ni siquiera la posterior colaboración de los padres con el violador. Un tremendo retrato de la sociedad china actual que es todo un manifiesto de intenciones de Vivian Qu en su segundo largometraje tras su aclamado Trap Street (2013).
Dos historias que podrían tener un hueco en el palmarés que mañana anunciará un jurado presidido por Annette Bening.
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