Un torrente de emociones llamado Cuarteto Bretón
La agrupación de cámara española de fama internacional exhibe sin grandes alardes su calidad y versatilidad en el Hospital Real
Lo hacen en compañía del virtuoso pianista Ludmil Angelov
Beethoven, Mahler, Monteverdi. El Festival de Música y Danza ha arrancado su programación con clásicos de una exquisitez y finura inconmensurables, un vivo reflejo de los últimos suspiros de unos genios a veces atormentados, otras colmados de amor y humanidad. La última jornada, celebrada ayer en un entorno idílico como es el Patio de los Mármoles en el Hospital Real con algo menos de fresco que antesdeayer y el aforo lleno, vino a dar una vuelta de tuerca a los sonidos que se habían escuchado estos días. El internacional Cuarteto Bretón aterrizaba en tierras granadinas ayer con "el deseo" de ilusionar al público granadino, y así lo dejaron claro en una entrevista previa con este periódico, donde decían sentirse "muy afortunados por participar en un festival tan hermoso".
Las oportunidades de innovación que ofrece el cuarteto de cuerdas desde su nacimiento en el periodo clásico lo han llevado a alcanzar tal grado de perfección y complejidad que inspiró a Anne-Marie North, Antonio Cárdenas, Iván Martín -esta vez reemplazado por Alberto Cle- y John Stokes a crear la agrupación de cámara en 2003. Desde entonces, no han parado de girar por toda la geografía española e internacional, y también de defender un repertorio donde los compositores españoles tienen un gran protagonismo. Aún así, no se cierran puertas. Hace un año, tenían el honor de tocar el Cuarteto de cuerda nº 6, "una pieza tonal y post-minimalista", en palabras de su autor, el minimalista Philip Glass, por primera vez en este país.
"La reacción que causa esta música en la gente se divide en dos: o te gusta muchísimo o lo detestas", adelantaba Stokes. El cuarteto iniciaba su recital precisamente con una pieza de Henryk Górecki, considerado uno de los pioneros del minimalismo. La obra diseñada al principio como una oración que se le recita a los niños antes de ir a la cama dejaba hipnotizados a los asistentes -el minimalismo era esto, algo desagradable al oído a veces aunque tremendamente bello-. Poco a poco, el carácter y la melodía del rezo popular se transformaban a través de un lenguaje moderno y minimalista en una composición "muy loca", como señaló Stokes. El compositor polaco buscaba así transmitir una realidad dura y al mismo tiempo sutil, reflejo de su mundo interior.
A partir del Quinteto para piano en sol menor op. 49, de Enrique Granados, se incorporaba -al fin- tras un largo aplauso Ludmil Angelov. El pianista búlgaro exhibió con creces su virtuosismo al compás del cuarteto, que operó durante todo el recital con una jerarquía no muy marcada. Algo que ocurre ahora. "Hace siglos era el compositor famoso de turno el que guiaba a los demás músicos", explicaba la formación. La pieza del español, de enorme belleza y complejidad, causaba furor entre el público, que se le llegaba a escapar un aplauso antes de tiempo. El colofón llegaba con una obra del ruso Dmitri Shostakóvich, Quinteto para piano en sol menor op. 57, en la que se debe resaltar el uso percusivo del piano y la retención de la emotividad de las cuerdas para ceder ante un sonido áspero, reflejo del carácter de Shostakóvich. North, que llevaba esta vez la voz cantante, erizaba el bello de los presentes con su técnica al servicio de su enorme sensibilidad. Un versátil torrente de emociones llamado Cuarteto Bretón que se despedía, visiblemente emocionado, entre calurosos aplausos y alguna ovación.
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