Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Niño-Dios de esta noche
Esta boca es tuya
Se acerca el primer aniversario de la detención de José Torres Hurtado que permitió el acceso de Francisco Cuenca a la Alcaldía de Granada y resulta que el PSOE tiene el mismo proyecto de ciudad que el PP: ninguno. A no ser que se entienda como tal la improvisación continua y la condena a seguir viviendo de las rentas del Antiguo Reino, de la Alhambra y el Albaicín que nos dejaron en herencia los musulmanes y de la ciudad cristiana identificada con los Reyes Católicos y Carlos V. Los representantes públicos locales, provinciales y andaluces van de foto en foto, obsesionados con la promoción de una ciudad que ha sido un faro en la historia, que se vende sola y que no necesita de la imagen de ninguno de ellos, ni de los cocineros de Masterchef, para seguir titilando y atrayendo gentes de los más remotos confines del mundo. Lo bueno de esto es que las visitas están aseguradas y, hagan lo que hagan, nunca se equivocan. Y lo malo, que están privatizando a marchas forzadas una ciudad entregada a los hosteleros y el monocultivo turístico. Como Venecia, Granada se está convirtiendo en un decorado, en una ciudad objeto de cartón-piedra de cuyo centro huyen los vecinos espantados por los precios de los alquileres y en el que las terrazas invaden todos los espacios públicos con superficies que superan la de los locales a los que pertenecen.
Granada posee un enorme encanto histórico y arquitectónico, pero, por más que nos engatuse el alcalde, muy difícilmente puede optar a la capitalidad cultural europea. Esta no es ya una ciudad puntera en materia cultural y así lo evidencian todos los estudios que se realizan al respecto. Mientras en Málaga se abren museos, aquí se abren bares sin cesar y se multiplica el número de camareros y auxiliares de cocina, uno de los colectivos profesionales más esclavizados de Occidente, con sueldos míseros, una jornada laboral infinita y contratos eventuales a tiempo parcial. Esa es la única apuesta de nuestros desnortados dirigentes políticos, sean del partido que sean: el empalagoso aumento de las pernoctaciones y la promoción del choto al ajillo, la tortilla Sacromonte, la morcilla de Güéjar, las habas con jamón y las papas a lo pobre. Todo a la sombra de la Alhambra y la Universidad, las joyas que nos legaron nuestros bisabuelos en el mil quinientos y aún antes. Lo saben nada más que dos: los vivos y los muertos.
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