Milena Rodríguez Gutiérrez

'Jamais vu'

Mar adentro

El impresentable absoluto se ha presentado como impresentable absoluto desde el principio

16 de noviembre 2016 - 02:33

Lo estamos viviendo cómo esa experiencia que se ha dado en llamar jamais vu; es decir, algo que no recordamos que haya sucedido antes, aunque, quizás, sí que haya ocurrido alguna vez.

Lo cierto es que nadie sabe cómo pero ha sucedido. El próximo inquilino de la Casa Blanca (la Casa más céntrica en el barrio más céntrico de ese país que se llama Mundo) será un impresentable absoluto. La novedad es que no se trata de un total impresentable al que descubriremos como tal algún tiempo después, en medio de su mandato, que ha sido lo habitual hasta ahora, y lo admisible y entendible en la conducta humana (ser engañados por alguien que parecía o fingía ser lo que no era, o al que no supimos identificar a tiempo como lo que era). No, en este caso el impresentable absoluto se ha presentado como impresentable absoluto desde el principio y no ha dejado de serlo durante toda su campaña electoral. Es más, ha presumido de ser un impresentable absoluto en numerosas, casi todas las ocasiones en las que ha podido.

Aunque parezca raro, dicen que mucha gente lo ha votado precisamente por ser lo que es. ¿Quién mejor que un impresentable absoluto -se dicen algunos, muchos- para incomodar a las élites -o castas- corruptas (¿no son acaso sinónimo?) que ostentan el poder político? Que al impresentable absoluto lo adornen el racismo, el machismo, la xenofobia, la ignorancia, la mentira, la grosería o la zafiedad parecen ser motivo para la simpatía y el aplauso, según indican los resultados de las elecciones. (Toda esa corrección o buenos modales que muestran los de arriba de las élites -o castas- políticas aburre; provoca, incluso, burlas).

No parece casual que en la era de los reality shows vayamos a tener un showman como inquilino de la Casa Blanca. En un reality show, ya se sabe, todas estas "cualidades" del próximo casablanquino son aplaudidas. Como lo son otras que también ostenta: el grito, la irracionalidad, el odio, la ofensa al contrincante.

Desde luego que hay motivos para la inquietud. Lo han dicho todos sus no-votantes, que siguen todavía protestando en las calles o se preguntan si ha llegado la hora de emigrar a Canadá. Pero también es tiempo de preguntarnos cuándo olvidamos palabras como educación, conocimiento, razón, humanidades, valores, cultura. Cuándo fue que esas palabras dejaron de importarnos, dejaron de tener valor. ¿Cuántos Trump hacen falta para que lo hagamos?

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