La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Esta boca es tuya
En política o tienes luces y experiencia de sobra o tienes buenos asesores o tienes un problema. Cuenca tiene un problema. Lo he dicho y me plagio. El modelo de la ciudad no puede ser el alcalde alegre y olé diseñando bloques de hormigón en las zonas deportivas, o corriendo desde la Alhambra al Mirador de San Nicolás y desde el Mirador al Palacio de Deportes para inaugurar el campeonato de bádminton en categoría preinfantil y promocionarse él con el pretexto de que promociona a la ciudad. El modelo tampoco puede ser Trinitario Betoret equipado con un sombrero de paja, un pantalón corto de color caqui y unas chanclas con calcetines blancos. Y, sin embargo, ese es el modelo, el que se justifica cada poco con un informe que muestra el aumento del número de visitantes y de pernoctaciones y que se gana más dinero que nunca. Lo que no se especifica es que, mientras los empresarios se enriquecen con la colaboración y las subvenciones públicas, los trabajadores son los peor pagados y tratados del sistema.
Tampoco se precisa en esos memorandos que se está robando Granada a sus habitantes, que nos han convertido en turistas en nuestra propia ciudad, que los espacios comunes han sido sustituidos por negocios, que hay lugares, como Plaza Nueva o La Romanilla, donde para ocupar sitio en una terraza hace falta un mínimo de veinte euros por persona, porque las mesas, todas, están reservadas para comer desde las doce de la mañana. Y se pone sordina a la imposibilidad de alquilar, por carísimo, un apartamento en una zona histórica, a la desaparición de los colmados de esquina, al trenecito que ralentiza el tráfico y ensordece al Albaicín o a la obligatoriedad de bailar break dance por las aceras para esquivar a los guiris en patinete. Y lo que no se cuenta ni por pienso es que la Concejalía de Turismo tiene una sucursal en la Asociación de hostelería, que Betoret ha reemplazado a García Arrabal en los banquetes y en el corazón de quienes mandan. La especulación turística ha sustituido a la especulación urbanística y, cuando estalle la burbuja, pagarán los de siempre. De ahí la turismofobia, de ahí el "tourist go home", de ahí la necesidad de que las instituciones estudien las razones del rechazo y ordenen un sector vital para la economía.
Y lo último, el auge turístico que viven Granada y otras ciudades históricas no depende en absoluto de Fitur ni de la promoción de políticos u hosteleros, sino del terrorismo yihadista que ha vaciado las costas y las ciudades históricas del sur del Mediterráneo. Si alguien merece la medalla a título póstumo del mérito turístico… ese es Osama Bin Laden.
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