Jesús R.Godoy Deportes@granadahoy.com

Los balones, para jugar

El Espanyol comunica a los clubes que no echará el cuero fuera para parar el encuentro, sólo a instancia del árbitro

ESTOY con el Español de Primera. No con el de Alquián de Andaluza. Me refiero al club de Primera División de los Tamudo y compañía, que ha sido noticia los últimos días al comunicar por carta a todos los clubes con quien compite que no piensan lanzar el balón fuera en caso de que haya un jugador -periquito o no- tirado en el terreno de juego, sino que lo harán a instancias del árbitro de turno.

Con esta medida, apoyada por el cuerpo técnico y jugadores blanquiazules, no se pretende menospreciar al rival, ni impedir que en una lesión real se atienda con más o menos celeridad; sólo actuar ante la enésima inacción de la Federación Española de Villar, que no deja de cerrarse en banda ante problemas que sólo sirven para especular con el tempo del encuentro. Algo que, a veces desgraciadamente, se inculca desde la base, pero que sólo premia a la especulación y convierte, a veces, los choques en jaurías.

En este caso la decisión ante tal problema provoca que, a partir de ahí, el peso de la responsabilidad recaiga sobre el colectivo arbitral, pues el colegiado sería el encargado de parar el choque, cuando estime que verdaderamente existe la lesión. La mayoría de las veces en que se produce un percance grave, todo el que presencia el espectáculo en ese instante es consciente de que hay que parar el encuentro, y se hace.

Por ello, con esta decisión adoptada por el Valladolid o el Mallorca anteriormente, y ahora por el Español de Valverde no debe servir más que para buscar una respuesta oficial a un problema que resta intensidad y belleza a los partidos.

Lo de anunciar por la megafonía esta postura, como sucedió la pasada temporada en el Grupo IV de Segunda División B y en las eliminatorias de ascenso de la pasada campaña dio sus frutos. Pero es insuficiente para frenar cada jornada a los equipos que se aferran a ley del mínimo esfuerzo y que muestran sus dotes como reyes del trampolín, sobre todo en las segundas partes y últimos minutos de los encuentros de fútbol.

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