Carlos Izquierdo / Deportes@granadahoy.com

La edad de la inocencia

Pau Gasol, en labores de comentarista, vio con melancolía cómo España terminaba sexta en el Mundial

VIENDO a Pau Gasol en el puesto de comentarista, desde el que asistía con la mirada perdida a una nueva derrota de España en el Mundial (frente a Argentina, la cuarta tras Francia, Lituania y Serbia) y comprobaba cómo una de las mejores selecciones del mundo terminaba su periplo turco en un triste sexto lugar, uno se acuerda de Daniel Day-Lewis, viejo y melancólico, sentado en el banco de una placita de París a la espera de que su amada Michelle Pfeiffer corra una cortina y aparezca en la ventana.

Sí, uno se acuerda de La edad de la inocencia, la estupenda película de época de Martin Scorsese en la que el personaje de Day-Lewis, sometido a las estrictas y absurdas reglas de la sociedad neoyorquina de finales del siglo XIX, se ve obligado a casarse con la falsamente ingenua Winona Ryder y a dejar para su corazón y sus recuerdos su verdadero amor y pasión, la citada Pfeiffer. Una vez muerta la esposa, Newland Archer viaja a París en busca de un último encuentro con la espectacular y libre Ellena Oleska que nunca, quién sabe si por miedo al fracaso (o al éxito), se llega producir.

Viendo a Pau Gasol sentado en el puesto de comentarista de La Sexta uno piensa en esa edad de la inocencia de la selección española de baloncesto. De aquellos tiempos en los que el amor verdadero del triunfo, de la felicidad, siempre estaba por delante del impuesto por el negocio, por delante de los matrimonios de conveniencia.

Un tiempo en el que España nunca se bajó del podio, una época dorada vivida con pasión y con éxito, con un título mundial, otro europeo y un subcampeonato olímpico. Ayer, como si estuviera mirando a una ventana en el banco de una placita de París, esperando que la medalla de oro se colgase a su cuello, Pau Gasol vio cómo la selección española terminaba sexta en el Mundial.

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