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Sierra Nevada | Paraíso de Biodiversidad
En las cumbres de Sierra Nevada, en sus laderas más pedregosas y en lugares apartados, nos encontramos en ocasiones con una salpicadura de 'islas de biodiversidad', manchas vegetales dominadas por los enebros y sabinas rastreras. Estas coníferas pertenecen a la familia de las cupresáceas y podemos calificarlas como auténticos monumentos naturales, ya que son plantas de carácter muy longevo, (pueden alcanzar los 1000 años de edad), que llegaron con las glaciaciones del Cuaternario y con el clima actual han quedado 'refugiadas' en las zonas más altas y frías en diferentes sistemas montañosos de la Península.
Estas especies tapizan algunas lomas de un color verde oscuro y facilitan la presencia de otras plantas y para muchas especies de invertebrados representan una suerte de 'minibosques' que le sirven de cobijo y alimentación. Los enebrales son la vegetación dominante en la alta montaña en términos de abundancia y cobertura, por lo que es el principal sumidero de carbono biótico.
Enebral-piornal comunidad 'clímax'
La comunidad climax de vegetación en Sierra Nevada, por encima de los 1.800 metros, es el enebral-piornal. Estas formaciones representan el límite altitudinal para las especies arbóreas y arbustivas ya que por encima de esta 'barrera', la abrasión foliar causada por los cristales de hielo que transporta el viento se constituye en factor limitante. Las formas almohadilladas son una de las principales adaptaciones de las plantas a la vida en la alta montaña; por un lado, protegen contra el frío en el periodo invernal, (generando un efecto iglú al quedar recubiertas por la nieve durante temporadas), y por otro reducen la pérdida de agua durante el estío.
El enebral-piornal es la comunidad más evolucionada y 'madura' desde el punto de vista ecológico. Está constituido por enebros (Juniperus communis subsps. nana y hemisphaerica), sabinas (Juniperus sabina) y diversos tipos de piornos (Genista versicolor, Cytisus galioni, Erinacea anthyllis y Hormatophylla spinosa). Esta comunidad vegetal es sustituida por pastizales tanto por razones ecológicas (menor permanencia de la nieve, aridez estival, condiciones orográficas, tipos de suelos…) como por razones antrópicas ya que históricamente se han producido talas y han sido quemados, con la pretensión de la formación de pastos para la ganadería extensiva. La regeneración vegetal tras los incendios favoreció el desarrollo de los piornos en detrimento de los enebros y sabinas, que han quedado reducidos a las zonas con condiciones más favorables para estas especies (más umbrías, aisladas, o junto a formaciones rocosas).
Los enebrales son un hábitat declarado de interés comunitario que desempeña un papel fundamental en procesos y proporciona servicios ecosistémicos de enorme importancia como son la estabilización de suelos, prevención de procesos erosivos, regulación hidrológica, fijación de nitrógeno y de carbono, movilización de nutrientes, fomento de la biodiversidad, polinización, mantenimiento de prácticas agrícolas tradicionales y mejora de la calidad de pastos para la ganadería.
Adultos duros, juveniles sensibles
El enebro rastrero tiene un porte pequeño, no sobrepasa los 15-20 cm de altura, pero tiene una vida muy larga alcanzando los ejemplares adultos una gran extensión, llegando a superar los 25 metros cuadrados. La polinización, como en toda la familia, es anemófila y la dispersión de las semillas es zoócora, a través principalmente de aves, entre las que destacan dos túrdidos: el zorzal charlo (Turdus viscivorus), que llega al final del verano en sus desplazamientos altitudinales tras reproducirse, y el mirlo capiblanco (T. torquatus), una especie migradora que utiliza estas zonas como área de invernada y permanece hasta la llegada de la primavera.
Los adultos de enebro muestran una gran resistencia tanto a perturbaciones abióticas (sequías estivales, heladas, peso de la nieve…), como al ramoneo y pisoteo de la fauna, (silvestre y doméstica), pero son menos resilientes a perturbaciones humanas, como la realización de carriles y pistas y, muy especialmente, a los incendios realizados históricamente para favorecer la extensión de pastos.
Además de la 'herencia', de las cicatrices, de esos usos y prácticas, esta comunidad vegetal está sufriendo un deterioro progresivo debido a los efectos del cambio climático que agudiza la sequía estival y dificulta la presencia de enclaves adecuados para la germinación, establecimiento y supervivencia de nuevas plántulas de enebro.
Los enebros tienen un gran potencial reproductivo (unas 20.000 semillas por individuo y año) pero muchas de ellas se abortan o son depredadas por una avispilla fitófaga (Megastigmus bipunctatus) que se alimenta exclusivamente de las semillas de enebros y sabinas. De las que sobreviven germinan muy pocas y las plántulas tienen una viabilidad escasa que está limitada por la disponibilidad de agua en los primeros años de desarrollo.
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