El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
En el cielo pasan cosas inimaginables para los seres que lo observan desde la tierra. La presión y la temperatura, el viento y las corrientes, las intensidades y las energías siguen en el aire reglas inciertas. A veces son reglas feroces. Cuando en los cielos impera la violencia, el suelo lo sufre de un modo despiadado. Desde que es hombre, el hombre sabe que el infierno puede residir en el cielo, por algo ha solido rezar mirando a las nubes, entre incrédulo y aterrado, rogando clemencia. Es justo la clemencia que ha faltado en áreas muy concretas de Valencia, Albacete, Cuenca y Málaga. En puntos localizados de las cuatro provincias ha llovido en un día lo que lo hace en un año. Las aguas torrenciales se han abierto camino hacia el mar, a su origen, llevándose por delante lo que ha encontrado a su paso: cultivos, carreteras, puentes, colegios, casas y vidas. Por ahora, hasta ayer, eran 205 muertos, uno en Málaga. La naturaleza puede ser implacable.
El temporal está siendo implacable. Andalucía acumula casi 2.000 incidencias desde el martes. Del este al oeste, del martes a ayer, según la dirección de la DANA, ha arreciado el granizo en Chirivel (Almería), ha habido el desalojo de 300 trabajadores en un polígono industrial de Benalúa (Granada), se ha acondicionado un pabellón para albergar a los paisanos de Álora (Málaga), ha habido marcas insólitas de precipitaciones en Jerez, anegaciones en San Fernando (Cádiz) y en La Antilla, Isla Cristina y Cartaya (Huelva) estaban ayer entre la alerta roja y la pared. El sudeste peninsular es una de las regiones del planeta con una mayor irregularidad de lluvias. “Un año seco cambia a húmedo con un día de lluvia”, sostiene Javier Martín Vide, del departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona, quien define lluvia torrencial como la que sobrepasa los 200 litros en un día. El martes se registraron 461 litros en Chiva (Valencia). El temporal ha sido el peor de las últimas décadas. Ha sido la gota más fría.
“Todas las gotas frías son DANA, pero no todas las DANA son gotas frías”, explica Juan de Dios del Pino, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) de Andalucía. Sobre las DANA aclara Del Pino que son fenómenos atmosféricos frecuentes, aunque “ahora lo sean más”, y que no todas provocan fenómenos adversos. Son, en síntesis, masas de aire frío de las zonas altas de la troposfera que se descuelgan de una corriente polar mayor, formando meandros sueltos, errantes. Y se transforman en gotas frías y en lluvias fieras cuando se topan con masas de aire cálidas y húmedas. Las catástrofes, sin embargo, precisan particularidades. La DANA de esta semana se ha quedado encajonada entre dos anticiclones junto al Estrecho y ha encontrado un refinado combustible, de alta calidad: el cálido Mediterráneo y el interior peninsular con rescoldos aún del reseco verano.
La masa de aire frío, que es pesada, se desplaza al inferior de la cálida, que es más ligera. Ese desplazamiento genera chorros verticales que son las que sienten los pasajeros cuando un avión entra en una zona de turbulencias. El vapor de agua evaporada hace el resto, desatándose la gran cantidad de energía acumulada que es capaz de mantener entre las nubes granizos como puños. Los goterones, aunque torrenciales, son lo de menos para tales ímpetus. “Las DANA se comportan más o menos igual que siempre”, explica Del Pino, “lo que ha cambiado es su comportamiento cuando llega al Mediterráneo, que está más cálido y aporta más humedad”. El meteorólogo cordobés afirma que ahora es más probable que las DANA se conviertan en fenómenos adversos. El profesor de la Escuela Politécnica de la Universidad Alfonso X Ángel Sampedro, en línea con su colega, afirma que, de un tiempo acá, “las DANA se están produciendo en periodos más cortos” y que “la subida de la temperatura del Mediterráneo y de la humedad” provocan más energía y dan pie a “lluvias con efectos más devastadores”.
Hay cambios en marcha en el cielo. Los físicos les ponen números. Por cada grado, la atmósfera puede absorber un 7% más de humedad. Del Pino y Sampedro coinciden en que se están registrando anomalías respecto a los patrones históricos. Está principalmente el aumento de las temperaturas, pues “ya no es necesario el aire cálido africano para alcanzar los 42 grados”, explica Del Pino; Sampedro menciona variaciones en la duración y la frecuencia de bloqueos anticiclónicos, que provocan olas de calor más prolongadas, el desplazamiento de las borrascas atlánticas que revelan patrones de lluvias más impredecibles y el alza de la temperatura del Mediterráneo, que generan tormentas “con más energía e intensidad”. “Hay parámetros que están cambiando”, enfatiza Del Pino.
Sobre si estos fenómenos extremos están vinculados al calentamiento del planeta, Sampedro se abre a la posibilidad de que “en los últimos años hayan aumentado en frecuencia y en intensidad debido al aumento de la temperatura del mar”. A Del Pino le resulta “fácil asociar las anomalías al cambio climático”. “El Atlántico y el Mediterráneo son ahora más cálidos, a la atmósfera le cabe más vapor de agua y todo se debe al efecto invernadero, que es ahora mayor”. Mediante los estudios de atribuciones al cambio climático, Del Pino señala que los resultados indican “más probabilidad de fenómenos extremos con los parámetros climáticos actuales y de futuro”.
Andalucía no es ajena al riesgo de catástrofes como la sucedida en Valencia. Son 538 áreas andaluzas de riesgo potencial de inundaciones, entre fluviales y costeras, las descritas para un período de retorno de 500 años. Los emplazamientos con más riesgo se concentran en la vertiente mediterránea y el sudeste de la región. Los informes de emergencias apuntan además a zonas de una especial sensibilidad. Son los cauces asociados al río Guadalhorce, en Málaga, donde se produjeron riadas en 1989, volvieron a suceder en 1995 y han vuelto esta semana. Esther Pérez, directora del máster en Sistemas Integrados de Gestión de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad Alfonso X el Sabio, menciona en efecto como zona “fácilmente inundable” la del bajo Guadalhorce, además de las de la costa de Huelva, especialmente en la zona de Ayamonte o Isla Cristina, por estar “situadas en zonas con una cota de nivel muy baja” y que propenden a “inundaciones en situaciones de lluvias intensas”. En la provincia de Cádiz, cita Pérez las “zonas próximas a la costa y cercanas a ríos como el Guadarranque. También atribuye altas probabilidades de catástrofe a la comarca del bajo Andarax, en Almería, “muy expuesta a inundaciones imprevistas debido a lluvias torrenciales”.
También te puede interesar
Lo último
El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Tribuna Económica
Carmen Pérez
Un bitcoin institucionalizado
Érase una vez
Agustín Martínez
Presupuestos?‘destroyer’ para Granada
No hay comentarios