Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
Sevilla/Es sabido que todo mal laboral en España es más agudo en Andalucía. El diferencial de la tasa de paro es ahora de alrededor de ocho puntos (22,85% en la región y 14,55% a nivel nacional), dos puntos menos que al inicio de la legislatura de Susana Díaz. Una relativa buena noticia, que deja sin embargo sombras.
El paro juvenil, por ejemplo. Entre los menores de 25, hay un 46% de desempleo mientras que en España se reduce al 33%, una brecha de 13 puntos, bastante superior a la del paro general. Durante el último año este indicador ha permanecido inalterado en la región mientras que de media ha bajado dos puntos.
¿Qué hace que aquí el cuello de botella para lograr el primer trabajo sea mucho más pequeño? Desde la Consejería de Empleo, se argumenta, a petición de este periódico, que la clave es el peso poblacional de los jóvenes en Andalucía respecto al conjunto de España, lo que hace que haya más demanda.
Aquí hay 1,41 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años, el 19,8% de los 7,11 millones españoles, casi dos puntos por encima del peso poblacional de Andalucía (18%).
Esto es cierto, hay más jóvenes aquí, y eso presiona el mercado, pero la evolución laboral está siendo peor. En Andalucía hay 134.600 parados menores de 25 a fecha del tercer trimestre (datos EPA), un 27% menos que en el tercer trimestre de 2015, cuando comenzó la legislatura de Díaz.
Muy buen dato, sí, pero peor que el Español, cuyo descenso fue del 31,03%. Los ocupados menores de 25 se sitúan, por otro lado, en 158.100, un 13,9% más que hace tres años. Muy bien, si no fuera porque el incremento general en toda España es del 22,1%.
Si ampliamos la franja de edad a 29 años, en los tres años de la última legislatura sólo se han creado 35.800 empleos de menores de 29 (un 6,2% más frente al 12,3% español), el 13% del total a nivel andaluz, cuando el peso poblacional joven es del 16,8%.
La clave de que la brecha de la tasa de paro juvenil sea tan alta no sólo está en el peso de la población joven, sino en la menor creación de empleo. Baste un dato: mientras en España el 26% de los menores de 25 trabaja, en Andalucía sólo lo hace el 19%.
Para Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Pablo de Olavide, hay dos problemas entrelazados: “Por un lado hay una menor cualificación de los jóvenes (la tasa de abandono escolar temprano se sitúa en el 23,5%) y por otro una estructura productiva que no genera un nivel de riqueza suficiente” como para absorber la demanda.
Hidalgo incide en “las carencias de un sistema educativo no orientado hacia el empleo” y en “la escasa relevancia aún de la formación profesional dual (que aúna formación reglada y prácticas en empresas)”.
En Andalucía, el 43% de los jóvenes menores de 29 años trabajan en comercio y hostelería y hay más empleados en agricultura (44.000) que en industria (31.400). Casi un de cada tres lleva más de dos años buscando trabajo (se supone que el primero) y de los que lo tienen, el 82,2% entre 20 y 24 años y el 61% entre 25 y 29 tienen un trabajo temporal.
La Consejería de Empleo, reivindica su esfuerzo para que ese cuello de botella se agrande. Y ha hecho cosas: según la información aportada a este periódico, en orientación laboral ha desarrollado 44.869 itinerarios de inversión para los jóvenes inscritos en el programa europeo de garantía juvenil; ha convocados ayudas para propiciar más de 10.000 prácticas laborales (lo hizo en junio), con una dotación de 30 millones; ha impulsado 10.600 bonos de empleo (ayudas a la contratación), que han facilitado, afirma, que el 70% de los jóvenes se haya quedado una vez finalizada la subvención; ha invertido 321 millones en la contratación de jóvenes por parte de Ayuntamientos, de lo que se han beneficiado 58.000 personas, con un 50% de inserción; y ha impulsado 79 lanzaderas de empleo –a las que se suman 29 en 2018– que han disfrutado más de 2.000 desempleados.
Andalucía tiene inscritos en el programa de garantía juvenil a 282.671 jóvenes personas con muchas dificultades para acceder al mercado laboral a los que la administración debe activar de alguna forma con ayudas a la formación, prácticas, contratación o autoempleo.
Son muchas medidas que “producen beneficio, ya que los jóvenes al menos no están en la calle”, afirma Hidalgo, pero en muchos casos “son pan para hoy”. Logran cosas, sí, pero el mar de fondo sigue siendo el mismo.
Para el economista, es en la formación profesional dual donde se debe apostar, con “una inversión potente”, con “muchas plazas y de todas las tipologías”. Esa es la solución europea. En los países con menos paro juvenil no hay tantos licenciados universitarios y sí un gran número de técnicos formados en educación secundaria.
En un artículo reciente. Gumersindo Ruiz, catedrático de Política Económica de la Universidad de Málaga, pone el ejemplo de Suiza. Allí, el 60% de los estudiantes de Secundaria están en un programa combinado de escuela y trabajo “mientras nosotros ponemos los estudios superiores como destino natural de los estudiantes, lo cual es algo ineficaz y un despilfarro de recursos”. En Suiza hay más de 200 aprendizajes, dice, y el sector privado financia la mitad de la formación.
La cuestión es cómo implantar aquí este modelo, con un sector privado pequeño en proporción a la población y muy enfocado a actividades que por naturaleza generan trabajo temporal, como comercio, hostelería, construcción y agricultura. Lo que es seguro es que dada la magnitud del problema, merece la pena probar.
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