Salud sin fronteras
José Martínez Olmos
La IA y la humanización
Desde que en 1956 se celebró la Conferencia de Dartmouth, donde se acuñó por primera vez el término "Inteligencia Artificial" (IA), esta tecnología ha avanzado de forma imparable. Aquella conferencia fue un hito al reunir a los pioneros de la IA, quienes visualizaron un futuro en el que las máquinas pudieran emular la inteligencia humana. Hoy en día, la IA ha dejado de ser solo una promesa teórica para convertirse en una realidad con aplicaciones tangibles y útiles en diversos escenarios sociales, entre ellos, la educación. El significativo avance de la IA en los últimos tiempos presenta tanto desafíos como oportunidades en el ámbito educativo. Uno de los grandes beneficios que la IA ofrece a la educación es su capacidad para fomentar la autonomía del aprendizaje. Lejos de ser una simple facilitadora, la IA tiene el potencial de ayudar a las y los estudiantes a gestionar su proceso educativo de manera consciente y analítica, permitiéndoles identificar sus propias necesidades, planificar su estudio y autoevaluarse en cada paso. Este enfoque difiere de la autonomía cotidiana y espontánea, y también se aleja de la perspectiva de delegar la carga cognitiva del estudiante en las herramientas; en la educación, la autonomía requiere de intención y responsabilidad.
La autonomía en el aprendizaje, por tanto, va más allá de la capacidad de estudiar de forma independiente. Implica la facultad de tomar decisiones informadas sobre qué aprender, cómo hacerlo y cuándo evaluar el progreso. Las y los estudiantes autónomos son co-responsables de su proceso de aprendizaje, lo cual abarca desde la identificación de metas hasta la selección de estrategias de estudio y materiales adecuados. Hoy en día, esta habilidad puede desarrollarse con la guía de sistemas inteligentes, como los que proporciona la IA. Estos sistemas ofrecen retroalimentación en tiempo real y personalizan el contenido de acuerdo con el ritmo y las necesidades del estudiante, empoderándolo para ser el principal gestor de su propio aprendizaje. Ahora bien, aunque la IA tiene el potencial de promover la autonomía en el aprendizaje, es importante reconocer que existe el riesgo de que el estudiantado desarrolle una dependencia de la IA. Este riesgo se manifiesta cuando se confía en exceso en las herramientas tecnológicas para tomar decisiones educativas, relegando la capacidad de reflexión crítica y resolución de problemas.
La dependencia de la IA puede erosionar las habilidades cognitivas esenciales, ya que las y los estudiantes podrían evitar la autorreflexión y el esfuerzo intelectual necesario para enfrentarse a los retos del aprendizaje. En lugar de utilizar la IA como una herramienta complementaria, se corre el riesgo de delegar por completo su proceso de creación y pensamiento a estos sistemas, lo que podría debilitar su autonomía en lugar de fortalecerla. Para evitar este fenómeno, es fundamental que el uso de la IA sea alfabetizado y que la educación se enfoque en potenciar el desarrollo de habilidades críticas y metacognitivas. Las y los estudiantes deben ser acompañados no solo en cómo usar la tecnología, sino también en cuándo y por qué usarla. De esta forma, la IA se convierte en un medio para fortalecer el aprendizaje sin reemplazar las capacidades esenciales del desarrollo del pensamiento que requiere un aprendiz en el siglo XXI.
Para lograr este equilibrio, el papel docente sigue siendo fundamental, ya que facilita el uso consciente y reflexivo de la tecnología. Lejos de ser reemplazados por la IA, las y los docentes actúan como mediadores críticos entre la IA y quienes aprenden. Uno de los grandes desafíos del mundo contemporáneo que enfrentan quienes educan es asegurarse de que las y los estudiantes no se conviertan en consumidores pasivos de contenido generado por la IA, sino que mantengan su capacidad para pensar críticamente y tomar decisiones informadas. Para ello, es necesario potenciar una cultura de aprendizaje reflexivo, donde el uso de la tecnología esté subordinado a las habilidades cognitivas del estudiante. Crear un entorno de aprendizaje equilibrado, donde la IA actúe como copiloto y no como el único motor del aprendizaje, implica enseñar no solo cómo interactuar con las plataformas de IA, sino también cómo discernir cuándo es apropiado hacer uso de las herramientas y cuándo es mejor confiar en las propias capacidades para resolver problemas o abordar los desafíos académicos.
La alfabetización en IA para el profesorado es, por lo tanto, tan esencial como para las y los estudiantes. Esta formación permitirá diseñar experiencias de aprendizaje que no solo aprovechen la IA para personalizar el contenido, sino también para fomentar una reflexión crítica y analítica sobre los datos y la información que estos sistemas proporcionan. Las y los docentes deben ser capaces de evaluar cómo la IA afecta las dinámicas de aprendizaje y adaptarse a los cambios que trae consigo esta tecnología. Frente a la creciente influencia de la IA y al rápido avance tecnológico de esta era, la alfabetización en futuros, promovida por la UNESCO, se vuelve más relevante que nunca. Esta competencia implica la capacidad de anticipar, adaptarse y prepararse para una variedad de futuros posibles, desarrollando resiliencia y creatividad en un entorno de constante cambio.
En la educación, la alfabetización en futuros se entrelaza con la alfabetización en IA, ya que ambas buscan preparar a las y los estudiantes para navegar en un mundo incierto y en rápida evolución. A través de la IA, el estudiantado puede experimentar diferentes escenarios educativos y simular futuros posibles, lo que les permite no solo mejorar sus conocimientos académicos, sino también desarrollar las habilidades necesarias para adaptarse a los desafíos y oportunidades que les esperan en el futuro. El objetivo final de la nueva era educativa es que las y los estudiantes se conviertan en pensadores autónomos, capaces de utilizar la IA como una herramienta para tomar decisiones informadas sobre su propio aprendizaje y proyectar sus habilidades hacia los desafíos venideros. No se trata de ser consumidores pasivos de tecnología, sino de participar activamente en la construcción de su propio futuro.
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